Gonzalo Suárez debe ser, con seguridad, uno de los secretos mejor guardados de la literatura española contemporánea. Estoy segura de que su nombre no debe decirle nada a casi nadie, ni siquiera a un (im)probable lector español. Y, sin embargo, su obra ha sido aclamada y comentada por escritores e intelectuales de la talla de Julio Cortázar, Vicente Aleixandre o Max Aub (presente ya entre los abisales), por citar sólo tres.
La literatura española en general es pródiga, aunque no lo parezca, en escritores tan inclasificables y maravillosos como Suárez: podría pecar de obvia y mencionar a Cervantes, pero hay muchos otros autores que también podrían ser citados como inagotables fuentes de deleite literario. Pienso en un autor tan extraño como Diego de Torres Villarroel (a quien, sin duda, deberé referirme en algún momento en este rinconcito), o en el abate Marchena, en José Cadalso o, más cercanos en el tiempo, Enrique Vila-Matas, y los catalanes Baltasar Porcel y Montserrat Roig (todo un capítulo aparte mereceria, a decir verdad, la literatura catalana en particular...).
Pero Suárez es un caso más particular aún porque no solamente es escritor y periodista sino que también es cineasta. Ha escrito y dirigido películas como Ditirambo (1967), Morbo (1971) o La Regenta (1975) -ay!, ése es otro libro del que quiero hablarles algún día...-. No solamente ha escrito y dirigido películas sino que ha vivido en Hollywood y ha trabajado con directores como Sam Peckinpah y Dino de Laurentis.
Estos últimos datos, que pueden parecer ociosos o de mero adorno, no lo son. Sucede que la obra de Suárez que he rescatado de los anaqueles de mi biblioteca para uds. hoy, en este retorno de mis merecidas vacaciones, tiene que ver con esos directores, con el mundo del cine, que tan bien conoce Suárez y con el mundo del boxeo asimismo, otro mundo que no le es extraño, en tanto que con el seudónimo de Martín Girard publicó una serie de reportajes profundos y polémicos sobre lo que allí acontecía.
Es justamente "Combate" uno de los cuentos más logrados de Gorila en Hollywood (Planeta, Barcelona, 1980), ¿libro de cuentos? ¿novela desgajada en cuentos? ¿texto inclasificable pero absolutamente deleitable? En "Combate", un viejo boxeador recluido en un asilo se escapa para saldar deudas con un viejo contrincante. Pac Spac podrá estar loco pero sólo tendrá la paz cuando haya vencido a su rival de toda la vida, Martillo Pacheco. La gracia del cuento radica, una vez más, en la escueta pero cósica y vibrante forma en que están contadas las mínimas circunstancias necesarias para comprender qué es lo que sucede realmente. No es un combate cualquiera: es el combate decisivo en la vida de un hombre. No hay ring: es un combate librado a la orilla del mar.
Y ese es otro de los elementos que ligan todos los cuentos incluidos en Gorila en Hollywood: la presencia constante del mar. Más aún, la primera frase del libro reza: "Una vez me estaba ahogando en el mar". A partir de allí es posible pensar que cada una de las partes del libro es parte del delirio febril en que queda sumergido el protagonista, hipótesis sustentada por el último relato, "El hombre colgado", en el que se afirma que en el mar, un tal Borel se está ahogando.
Fue precisamente eso lo que me decidió a tomar de los anaqueles este libro cuando tuve que elegir qué libros llevarme en mi pequeño viaje a la costa atlántica el fin de semana pasado. Abrir sus páginas y leer la palabra "mar" fue suficiente para decidir que me acompañara. Sin embargo, la atracción del mar (de la que doy cuenta, en parte, aquí) fue tan fuerte que no tuve tiempo ni ganas de leer. No obstante, una vez que me reincorporé a mis tareas habituales y retomé la lectura, el libro de Gonzalo Suárez seguía en mi bolso y me puse a leerlo con fruición, sabiendo que no saldría decepcionada sino todo lo contrario.
Si "Combate" es el cuento más logrado, al menos en los términos estrictos en que entiendo la palabra 'cuento', el que más me ha gustado por lo delirante, absurdo, rídiculo y aún así, verosímil, es "<<Los de abajo>>". Es Nochevieja (para nosotros, australes habitantes de Sudámerica, el 31 de diciembre, bah) y un escritor se encuentra horrible y deliciosamente solo en su apartamento. Su mujer lo ha abandonado y, repentinamente, sus vecinos de abajo lo invitan a pasar la velada con ellos. Intenta declinar pero finalmente acepta, convencido de que esa noche tampoco escribirá. A partir de allí se sucede una desopilante serie de hechos, a cual más absurdo y rídiculo que el anterior, que hacen de esa "asquerosa Nochevieja" una noche inolvidable, tanto como para dejarla registrada en un cuento y no sentirse, al fin, vencido por la página en blanco. Solemos asombrarnos de los relatos absurdos de nuestro compatriota César Aira. Haríamos bien en leer a Gonzalo Suárez, que practicaba algo muy parecido, casi treinta años atrás.
Y qué decir de la maravillosa reescritura de Hamlet que es "El auténtica caso del joven Hamlet" o de la belleza desparramada, cóncava y convexa, que evoca "Espejo", una narración contada en primera persona por un espejo... En esto de darle voces a objetos inanimados, Suárez no es ningún novato: su primera novela, De cuerpo presente, es un thriller o policial vertiginoso y tragicómico, relatado en primera persona por... ¡un cádaver!
Por último, quiero hacer hincapié en una de las características de estilo más acentuadas de Suárez: las comparaciones insólitas y aún así increíblemente precisas. Se sabe que nuestro pensamiento es básicamente comparativo y metáforico: "esto es como aquello", "es como...", etc. Pues bien, Suárez tiene la rara habilidad de poner en comparación términos aparentemente opuestos o demasiado dísimiles entre sí y salir siempre airoso. He aquí algunos ejemplos (destacados con cursiva los símiles):
- "Mi vecino tardó en aparecer. Se había puesto una bata y olía bien. Estaba lozano como un yogur recién sacado de la nevera."
- "Ante mí, la selva africana. Húmeda, peluda y misteriosa como una vulva."
- "No podía soportar la evidencia de que no era Dostoievski, ni Faulkner, ni Benito Pérez Galdós... Hacía esfuerzos ante la máquina como un estreñido crónico en el retrete..."
- "Salió desnuda, tras advertirme de que cerrara los ojos. No los cerré. La vi pasar blanca, sonrosada, fugaz y fresca, oronda y fluctuante, como el reflejo de un iceberg en el lomo de Moby Dick."
. "(...) sus pupilas relumbraron como luciérnagas que hubieran naufragado en sendas tazas de café."
- "(...) succionó mi lengua y restregó sus labios contra los míos, en un beso obsceno y glotón, con sabor a sudor y saliva, mientras sus dedos hacían brotar mi sexo fuera del pantalón como una repentina seta roja de esas que pintan en las ilustraciones de los cuentos de gnomos y hadas."
Para cerrar, creo que nada mejor que estas palabras de Julio Cortázar referidas a Suárez:
"¿Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vivas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal."
Analía Pinto
2 comentarios:
Hola Analía. Llegué a la obra de Gonzalo Suárez, por medio de Rodrigo Fresán, fanático de Peckinpah. Sorprende la frescura de la obra de Suárez y su "ser contemporáneo", como bien observas con la obra de César Aira. Es también el caso de Fresán y de otras narrativas herederas de la de Suárez. Bien valdría regresar a la suya, ahora que se quiere presentar como "moderna" la novela rizomática, el fragmento como novedad, etc. etc. Véase el caso de la llamada "Generación Nocilla" española. En fin, gravitamos sobre los mismos temas, volvemos sobre lo hecho y nos declaramos víctimas del intertexto. En beneficio de estas "nuevas" formas narrativas, habrá que releer o leer por primera vez y con asombro, Gorila en Hollywood.
Un abrazo. Te felicito por la calidad de este blog. Lo sigo.
Un artículo cojonudo, Analía. Que sepas que me has hecho buscar "Gorila en Hollywood" para leerlo. Gracias y un saludo.
Publicar un comentario