No es un libro más. Hacer el verso (Apuntes, ejemplos y prácticas para escribir poesía) no es un libro más. Y la razón (feliz razón) de esta nota es que los señores de Sudamericana (ahora Random House Mondadori, a través de su sello Debolsillo) han tenido la excelente idea –¡ya era hora!– de reeditarlo y ponerlo nuevamente al alcance de todos, como el maravilloso espantapájaros de Girondo. Así es: Hacer el verso, de Marcelo di Marco, la Biblia de los poetas en ciernes, en formación y en maceración está de nuevo en las calles.
Este libro llegó a mí en el verano del 2004. Me lo regaló uno de mis mejores amigos (y mi co-equiper literario del boletín y de otros proyectos que estamos actualmente pergeñando), Cristian Vaccarini. Lo encontró, como suele suceder, en la mesa de saldos de las librerías de Corrientes y, conocedor de la trayectoria de Di Marco, no dudó un instante en agenciarse un ejemplar para él y otro para su compinche literaria favorita. Yo conocía a Marcelo como quien dice “de oídas” (o “de vistas”), sabía quién era y lo que hacía, pero no había leído nada suyo aún. Al comenzar a leerlo (y realizar los ejercicios propuestos) me di cuenta inmediatamente de dos cosas: una, que estábamos en la misma sintonía en lo que a entender la poesía y la literatura como una actitud de vida se refiere y, la otra, que si realmente quería que mi poesía fuera poesía y no sólo balbuceos de principiante adornados bonitamente iba a hacer muy bien en seguir las indicaciones propuestas en su libro.
Así fue. La prueba más palpable de eso no fue sólo comprender más a fondo cómo funciona el proceso de creación artística (tan bien graficado en las expresiones “etapa volcánica” y “etapa quirúrgica”) si no ver, in vivo, los cambios que se producían en los poemas una vez que eran corregidos y revisados siguiendo muchas de las prácticas propuestas por Di Marco. No sólo estábamos en una misma sintonía en lo que se refiere a la práctica de la poesía sino también en lo que se refiere a la importancia de la corrección, de la revisión, de aquella “labor limae” a la que con tanto tino se referían los poetas latinos hace unos dos mil años aproximadamente. Es por eso, intuyo, que al momento de conocernos personalmente fue como si nos conociéramos de toda la vida y hoy día, cuando ya hace más de un año que concurro a su taller, me sigue pareciendo que Marcelo ha estado siempre ahí, guiándome y aconsejándome. Primero con sus libros, ahora con su palabra en vivo y en directo.
Animo, como siempre que alguien me ha preguntado, a todas las personas con inquietudes poéticas valederas (que vayan más allá de unas rimas de ocasión o de la terapéutica descarga de emociones que no se sabe cómo canalizar por otro lado), a que consigan sin dilación este libro. No tiene sólo “lecciones”, por así decirlo, de poesía sino también de vida.
Para finalizar, algunas pastillitas del libro y la transcripción de un poema mío (me perdonarán la arrogancia) en su versión original y en su versión corregida y pulida siguiendo muchas de las propuestas de Hacer el verso.
Pastillitas:
- “Existe una enorme diferencia entre expresarse poéticamente, con garra, con delirio… y componer ‘versitos’ más o menos bonitos, palabritas dulzonas y con musiquita incorporada”.
- “En un mundo estúpido y diabólico, donde la mayoría ni siquiera puede cuestionarse para qué vive, la poesía no sólo es necesaria sino que justifica todo lo que de humano tienen nuestras acciones”.
- “Según Paul Eluard, poesía es ‘dar a ver’. Vivir como artista es encontrar otra manera de ver, para después decir.
Y una vez que el poema está escrito, le toca al otro, al lector: él completa el círculo, viendo”.
- “La ausencia de buena poesía en nuestra mesa de luz nos hace partir de una idea equivocada. Y se escribe, entonces, desde una imagen inventada de ‘poeta’, haciendo como que se escribe poesía. Todos los clichés nacen del afán de ‘hacer literatura’, de escribir bonito”.
- “A escribir se aprende escribiendo y, sobre todo, leyendo. A trabajar se aprende viendo procedimientos de otros poetas, para ir descubriendo los propios”.
- “Si el poema no conmueve, si el poema no encandila la mirada del otro y la dirige hacia ese deslumbrante reordenamiento de las cosas, no es un poema. Si no logra arrebatarnos del mundo para siempre, no es un poema”.
- (…) la tarea [del poeta] consiste en dejarse de pensar para dejarse hablar”.
Puesta en práctica:
(versión original)
donde la oscuridad es otro sol
el poema dice lo contrario de lo que mi lengua dice
en su cauce —animado por un viento nuevo— se desplaza
—tambaleante como un niño—
aquello que mi lengua todavía no sabe decir
esto es, lo que el poema aún no supo conquistar
con el ciego ardor de sus manos y sus remeros
(versión corregida y pulida)
donde la oscuridad es otro sol
el poema dice lo contrario de lo que el mar me escribe
y en su cauce, animado por un viento propicio, se desplaza
—tambaleante como un niño—
la nave que conduce
lo que mi lengua no sabe decirle
lo que el poema
aún no supo conquistar
con el turbio arrojo de sus remeros
Analía Pinto (para mi maestro, por tantas horas de felicidad compartidas en su “yerta” y por las horas por venir)
Nota original publicada el 7 de mayo de 2009; editada el 17 de junio de 2024, dado que habían desaparecido las imágenes.