tag:blogger.com,1999:blog-51520944806637885602024-03-13T23:44:07.969-03:00FAUNA ABISALLibros y autores para rescatar del fondo de los anaquelesAnalía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.comBlogger53125tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-55278730498802695522017-12-10T19:08:00.000-03:002017-12-11T23:19:41.761-03:0025 noches de lectura asegurada<div style="text-align: justify;">
<i>Mini-reseña breve y al paso para invitarlos a leer literatura de calidad hecha aquí y ahora. Sirve también como sugerencia de qué regalar en las próximas Navidades para lectores avezados y hartos de leer estupideces sin pies ni cabeza ni final. </i></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://scontent.faep8-2.fna.fbcdn.net/v/t1.0-9/24900003_10213239589959528_7348531667318583545_n.jpg?oh=949e12a11fe07abb14dcdd77ba178e5d&oe=5AD1D2C3" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="620" height="320" src="https://scontent.faep8-2.fna.fbcdn.net/v/t1.0-9/24900003_10213239589959528_7348531667318583545_n.jpg?oh=949e12a11fe07abb14dcdd77ba178e5d&oe=5AD1D2C3" width="248" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los que aún no tengan su ejemplar de <i>25 noches de insomnio</i> (Editorial Bärenhaus, 2017), nuevo libro de cuentos de mi maestro <a href="https://www.facebook.com/marcelo.dimarco.3?fref=gs&dti=125237140918420&hc_location=group">Marcelo Di Marco</a>, por favor corran a buscarlo. Para decirlo sintéticamente: YA LO TERMINÉ (el ejemplar me fue entregado ayer). Me pasó igual que con <i>La mayor astucia del demonio</i> (Zona Borde, 2016), que lo liquidé igual de rápido. No se puede dejar de leer y como los cuentos son bien breves, querés más y el master te da más y te deja <i>knock-out</i> una y otra vez, sin respiro. Y es, como bien anticipa <a href="https://www.facebook.com/pablohernan.dimarco?fref=gs&dti=125237140918420&hc_location=group">Pablo Hernán Di Marco</a> en la contratapa, el libro más políticamente incorrecto que vas a leer en tu vida, cosa que celebro profundamente en momentos donde decir cualquier cosa que mínimamente atente contra [inserte aquí el colectivo/minoría/grupo de ciudadanos de bien que puedan ofenderse] es visto como lo peor que pueda hacerse y siempre se termina aplaudiendo a los correctos poetas municipales que guardan las formas y dicen lo que se supone que hay que decir con tantos reparos que terminan diciendo nada. Además, el libro está escrito con las tres C de las que tantas veces hablamos en el taller (Cabeza, Corazón y Cojones). Por si fuera poco tiene guiños literarios explícitos en la "Marginalia", deliciosa sección final que cuenta la génesis de cada texto, pero también guiños que sólo los integrantes del Taller de Corte y Corrección podemos decodificar. En resumen... ¡IMPERDIBLE! Mi favorito es el de la jipa palermitana, una que ejemplo puede ser de muchas de las manifestaciones de la asquerosa posverdad. </div>
<div style="text-align: justify;">
¡Corran por su ejemplar!</div>
</div>
</div>
Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-36593657204220375452016-07-25T15:46:00.000-03:002016-07-25T15:46:56.185-03:00Regreso con poesía<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm0gyico52tmjtjx-gxe5Q4W-cvaXqQpgdj0UGqE5eNR0c5oe22C9MCnXQ8p2-WN2T5Z8HGrh8lWUPFehd-FJ-wm0TU6GG6gKS3WZvqFQaryKUZTsTfLAO8b7y6I6QibJ9Pa8H-PoxaaNB/s1600/13833303_10154303112088418_216327669_o.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm0gyico52tmjtjx-gxe5Q4W-cvaXqQpgdj0UGqE5eNR0c5oe22C9MCnXQ8p2-WN2T5Z8HGrh8lWUPFehd-FJ-wm0TU6GG6gKS3WZvqFQaryKUZTsTfLAO8b7y6I6QibJ9Pa8H-PoxaaNB/s320/13833303_10154303112088418_216327669_o.jpg" width="205" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-indent: 0cm;">
<i style="line-height: 150%;"><span lang="ES-TRAD">Cármina marina</span></i><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%;"> de Marcelo di Marco es una
joya. Más aún, una gema. Una delicada gema que el poeta, escritor y maestro de
escritores le regala (ofrenda acaso sería mejor) a su esposa, Nomi Pendzik. La
mayoría de los esposos regalan alhajas de variado valor: Di Marco elige
regalar, ofrendar, entregar una gema cincelada en versos certeros, medidos,
sumamente musicales.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">El mar y los ojos de la amada, tópicos
poéticos desde que el hombre es en el mundo, se renuevan aquí en los 33 poemas
que conforman este poemario; poemas que no deben (aunque se pueda) ser leídos
fuera de su contexto, lejos del poema anterior y del que les sigue, ya que
conforman un todo; componen las facetas de esa gema que, huyendo de cualquier
cursilería, retoma en cada palabra, en cada imagen, su centro. Y el centro
ígneo es ese amor invencible, como bien sabían ya los latinos, que en tantas
ocasiones he tenido el honor de observar. Por eso no me sorprende el gesto de Di
Marco pero sí me sorprende, y gratamente, la sutil y obsesiva factura del
poemario. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">En tiempos en que cualquier sucesión de
palabras inconexas es llamada “poesía”, estos poemas vienen a reivindicar no
sólo el amor inconmensurable de los esposos sino también el hacer poesía a la
vieja usanza, es decir, combinando con maestría aquello que se quiere decir con
el mejor modo de decirlo. Y lo que se quiere decir es tan vasto como ese mismo
mar al que ya se alude desde el título; y lo que se quiere decir es tan
inagotable que es necesario repetirlo en cada uno de los poemas, pero no como
mera y estúpida duplicación sino como una intensa búsqueda de nuevos sentidos,
recovecos y esplendores en cada reiteración. Como la dificultosa ascensión
hacia la gracia, así estos poemas en espiral ascienden un tramo y otro tramo
hacia la sustancia primera, hacia lo que nos convoca, hacia lo que no podemos
ignorar, a pesar de todas las fuerzas que a diario conspiran para ello.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="line-height: 150%;">Maravillosos ecos de otros poetas que
tentaron el mismo arduo camino pueden encontrarse en el decurso de esta
expedición cimbreante: desde el Cantar de los Cantares del epígrafe hasta las
quevedianas cenizas enamoradas; desde la limpidez de las metáforas que
recuerdan a Pound hasta la redescubierta musicalidad de los versos que trajera
a nuestra lengua Rubén Darío. Hay también un dejo al Salinas de </span><i style="line-height: 150%;">La voz a ti
debida</i><span style="line-height: 150%;">, en tanto aquí tampoco es imaginable el yo sin el necesario y
perentorio vos al que el poemario está dedicado y en base al cual erige su
potente y brillosa torre.</span></div>
Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-41815523679543569882016-05-24T00:03:00.000-03:002016-05-24T00:05:52.469-03:00Fauna abisal: el libroEste blog se transformó, mágicamente, en un libro digital, que puede descargarse haciendo clic en la siguiente imagen. ¡A disfrutar!<br />
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh43srDK-w7ImIByorFWx7KiBWL50zz_n747bFyt0gu8hyphenhyphenaMWScBV-o_nd4K-p0KA7Tpf4garJADnmwPIFi8pJxfj-tf5M8TVgtX58v1MmrHduEH35IylZQcRWlgQ_uqPTHKWEvZpFl9lzA/s640/Tapa2.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;" width="451" /></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><a href="http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/52989" target="_blank"><b><span style="font-size: large;">¡Descarga aquí!</span></b></a></td></tr>
</tbody></table>
<br />Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-37393747741658595282010-07-22T23:56:00.000-03:002010-07-22T23:56:44.225-03:00Milan Kundera: cuando leer da ganas de escribir<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWAzvMASViQ8CFXtjUPPyX-eIS202fz5CJQL9o3_Q4bsjmzv8KwccXzc5wIQkYOZH58NcE5-eQj3xC8ESqLmFJCwKbaxHu2MVE-S_igU7tUe6VRwpf0C7E5Xn6gvuPU_iG6if09HunDacM/s1600/Foto0264.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWAzvMASViQ8CFXtjUPPyX-eIS202fz5CJQL9o3_Q4bsjmzv8KwccXzc5wIQkYOZH58NcE5-eQj3xC8ESqLmFJCwKbaxHu2MVE-S_igU7tUe6VRwpf0C7E5Xn6gvuPU_iG6if09HunDacM/s200/Foto0264.jpg" width="150" /></a></div><div style="text-align: justify;">Como podrán advertir por el título, de ningún modo hablaré hoy de un autor abisal. <b>Milan Kundera</b> no es precisamente un autor poco conocido o poco frecuentado. Por el contrario, ávidos lectores alrededor de todo el mundo devoran sus páginas con la misma, intuyo, fruición con que las devoré yo algunas semanas atrás. </div><div style="text-align: justify;">No era ajena a su encanto. Había leído <i>La insoportable levedad del ser</i> hace ya muchos años (y un par de veces, a juzgar por los distintos subrayados que ahora encuentro hojeando el libro) y también había leído, pero prestado, <i>La inmortalidad</i>. Hace muy poquito, sin embargo, me topé con el libro que es objeto de estas líneas: <i>El libro de los amores rídiculos</i>. </div><div style="text-align: justify;">¿Cuál es entonces el secreto del encantamiento que ejerce Kundera en el lector? Arriesgo algunas posibilidades: al leerlo, uno tiene la impresión de que sus narradores lo saben todo. Lo han vivido todo. Nada de lo humano les es ajeno. No son dioses, eso sí, no nos confundamos. No pasa por ahí. Pasa más por una profunda reflexión sobre eso que pomposamente se llama "la condición humana" y que, al parecer, atraviesa todos sus libros. Otra posibilidad: su sentido del humor y del absurdo. Herencia kafkiana, tal vez. Es un espíritu libre, burlón, impertinente, desusadamente incorrecto e indómito. Se ríe de todo. No se toma en serio nada, se podría decir, con excepción de la misma creación literaria, porque sólo alguien que ame profunda y seriamente lo que hace puede lograr textos de esta calidad suprema. Debe haber más posibilidades, de seguro, pero creo que estas dos pueden servir de respuesta. </div><div style="text-align: justify;">Todo eso hay, justamente, en <i>El libro de los amores rídiculos</i>, un texto que, como todo gran texto, no se deja clasificar fácilmente. ¿Son cuentos? Sí, pero no. ¿Es una novela? Hum, más o menos. ¿Es una suerte de obra teatral? Algo así, al menos una parte está planteada con un esquema teatral. ¿Son relatos encadenados? Algo así, pero no del todo; sólo dos de ellos tienen a un mismo protagonista, el doctor Havel, que "arrambla con todo" (en lo que a mujeres se refiere). En definitiva, no importa lo que sea porque el resultado es genial y no tiene la menor relevancia que sea una novela disfrazada de cuentos o una serie de relatos interconectados disfrazados de novela que se resiste a serlo. </div><div style="text-align: justify;">El resultado es uno y el mismo: leer, leer y leer; pasar las páginas sin freno ni tasa; reírse a carcajadas ante ciertos pasajes (el señor Zaturecky es un personaje digno de figurar en el Salón de la Fama de los personajes literarios más cretinos e inolvidables); maravillarse ante la falsa autoestopista y su impresionante transformación; congraciarse con los dos pretendidos donjuanes de "La dorada manzana del eterno deseo" (sólo por ese título Kundera ya merece un monumento); convertirse en el espectador privilegiado de la tragicomedia hospitalaria de "Sympsion"; asistir azorado a la involuntaria seducción en "Que los muertos viejos dejen sitio a los muertos jóvenes"; y razonar, racionalizar, si acaso fuera posible, sobre Dios y la religión en "Eduard y Dios". </div><div style="text-align: justify;">Por si todo esto fuera poco, además de aplaudir a rabiar al final de cada texto, el lector se lleva de regalo una de las sensaciones que, en mi opinión, más valor tienen en el mundo literario: las imperiosas ganas de ponerse a escribir. El imbatible deseo de escribir, así y de cualquier manera, pero, en lo posible, como Kundera. O, por lo menos, pretender que a nuestros lectores les pase algo similar a lo que nos ocurre con Kundera cuando nos lean. No creo que haya un elogio mejor para un escritor que que alguien le diga "te leí y me dieron ganas de escribir". </div><div style="text-align: justify;">Claro que, si uno es escritor, también es duro. Por momentos, a pesar de esa gloriosa sensación, yo tenía otra más, mucho menos agradable: la de querer mandar todo al demonio, no escribir más nada (¿para qué? ¿para qué si ya lo dijo todo Kundera?) y tirarme a leer para siempre, despreocuparme de mis versos y mis prosas, no calentarme más por corregir ni nada. Rendirme. Aceptar algo así como la derrota. Capitular. Para qué seguir sufriendo por una coma, un acento, una novela que se queda en amagues o un poema que no vale nada porque dice lo mismo que otros ochocientos millones de poemas parecidos. Para qué tanto esfuerzo inútil, tanta preparación, tanta universidad y tanto taller literario. ¿Para qué, si este tipo escribió esta genialidad insuperable? Y así seguía el canto del ego humillado y ofendido por el notorio éxito de otro escritor. </div><div style="text-align: justify;">Pero no. Precisamente porque existe esta genialidad de Kundera, al par de otras tantas maravillas y genialidades de las que brevemente trato de dar cuenta en estas páginas, es necesario emperrarse y continuar escribiendo. No importa que nunca nos salga como a Kundera, que los poemas se sigan pareciendo a otros igualmente diferentes y parecidos, que tardemos veinticinco años en escribir una novela o que nunca nos salgan los cuentos redondos. No interesa. El escritor debe seguir escribiendo, no debe capitular jamás. Su reino no es abdicable, no puede quitarse la corona de rey y convertirse en un plebeyo. Cada vez que se tope con tipos como Kundera se tragará el orgullo, hará callar a su inflado ego y luego de disfrutar y felicitar mentalmente al genio que hizo tal maravilla de obra se aplicará a la suya con ahínco, con tesón y con infinitos paciencia y cariño seguirá trabajando en sus letras. Doblará el lomo y hará como Arlt, como Cortázar y como todos los escritores que tanto admira: escribirá en todo tiempo y lugar, así tenga tres trabajos o una familia numerosa que atender. No importa. Tomará estas muestras de genialidad como objetivos a alcanzar, no para decirle, ufano, a Kundera "ja, mirá cómo te supero, pibe" si no para superarse a sí mismo, para obligarse a trabajar, corregir y rescribir, porque los textos son perezosos de por sí (¿hábeis notado que si nadie los leyera los pobrecitos ni siquiera existirían?) y sus autores suelen serlo mucho más. </div><div style="text-align: justify;">Y para que no se queden con las ganas, unos bocaditos de Kundera para cerrar (¡y corran a leerlo!):</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "(...) le dije que el sentido de la vida consistía en divertirse viviendo y que, si la vida era demasiado holgazana para que eso fuera posible, no había más remedio que darle un empujoncito. Uno debe cabalgar permanentemente a lomos de las historias, esos potros raudos sin los cuales se arrastraría uno por el polvo como un peón aburrido."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "(...) su fe en las infinitas posibilidades eróticas de cada hora y cada minuto era inconmovible."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "¿Qué importa si todo es un juego vano? ¿Qué importa si lo <i>sé</i>? ¿Acaso dejaré de jugar sólo porque sea vano?"</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "(...) los deseos infantiles salvan todos los obstáculos que les pone el espíritu maduro y con frecuencia perduran más que él, hasta la última vejez."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Precisamente porque se trataba sólo de un juego, el alma no tenía miedo, no se resistía y caía en él como alucinada."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Pasan a nuestro lado mujeres capaces de arrastrar a un hombre a las más vertiginosas aventuras de los sentidos y nadie las ve."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "(...) el encanto erótico se manifiesta más en la deformación que en la regularidad, más en la exageración que en la proporcionalidad, más en lo original que en lo que está hecho en serie, por bonito que quede."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Pero así es como suele suceder en la vida: el hombre cree que desempeña su papel en determinada obra y no sabe que mientras tanto han cambiado el decorado en el escenario sin que lo note y sin darse cuenta se encuentra en medio de una representación completamente distinta."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-68405401577890956162010-06-24T22:50:00.000-03:002010-06-24T22:50:35.961-03:00Compendio de técnica y oficio literarios<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJIvBzc4jBudijaZz7-cpibsd7KvlQu1gUSrac4Wy3v6UPMp0diL7Rh_EaYS6rm_3nggR8EReh0EI4hrRKHjj9QBQpVxSZHEBKnGNTgfgUFxKSI7IgkqW8acAtbItHZGemtjsfV-HhQpjN/s1600/P1010107.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJIvBzc4jBudijaZz7-cpibsd7KvlQu1gUSrac4Wy3v6UPMp0diL7Rh_EaYS6rm_3nggR8EReh0EI4hrRKHjj9QBQpVxSZHEBKnGNTgfgUFxKSI7IgkqW8acAtbItHZGemtjsfV-HhQpjN/s320/P1010107.JPG" /></a></div><div style="text-align: justify;">Ya he escrito sobre él aquí, pero qué le vamos a hacer: los genios son inagotables. Será la primera vez que vuelva a escribir sobre un mismo autor aquí, pero qué quieren que les diga: <i>este tipo me puede</i>. Este ñato me encanta. Este genio me subleva de amor, pasión y admiración en su misma genialidad y me impulsa a escribir sobre él y sobre lo que me provoca para después ir y desparramar por el mundo la noticia. La noticia de que Roberto Arlt es un genio, ni más ni menos. La noticia de que su lucidez es tan implacable y certera que sigue iluminándonos más de sesenta años después de su óbito físico. La noticia de que no necesitó pasar por ninguna universidad para sacar chapa de pensador ni de artista, mucho menos de escritor o periodista. Lo único que necesitó es lo que todos aquellos que nos dedicamos a las letras necesitamos: mucha lectura, mucha escritura y toneladas de fina observación. </div><div style="text-align: justify;">Porque el tipo, con su jopo eternamente despeinado, era un observador de lo más artero que se puedan imaginar. Pienso que nada escapaba a su mente ágil, curiosa, cruel y bravucona. Todo lo que pasaba por ese caletre no caía en un pozo sin fondo si no en una aceitada maquinaria del pensamiento y la razón, coronada por un espíritu tan sensible que le impedía caer en el pedantismo y la soberbia al uso. Porque si bien él era bravo, polémico, incluso intransigente, nunca fue soberbio ni pedante ni mal tipo. </div><div style="text-align: justify;">Todo esto se ve, como en un palimpsesto, leyendo sus maravillosas aguafuertes porteñas, esas mismas que en el otro posteo arltiano de este blog sostuve que tienen el mismo principio activo que éstos. Filias, fobias, impresiones, meditaciones, denuncias, notas de color, ejercicios lexicográficos, diatribas, críticas de espectáculos y reseñas de libros, narraciones y reflexiones teóricas inundan esa maravillosa columna diaria que Arlt escribió hasta un día antes de morir y que ni siquiera sus viajes interrumpieron. Las <i>Aguafuertes porteñas </i>son, sin lugar a dudas, pepitas de oro que entregan luz perpetua sin encandilar jamás los ojos de los leyentes. </div><div style="text-align: justify;">Todos los temas se dan cita allí: la literatura nacional ("Sociedad literaria, artículo de museo", "El conventillo de nuestra literatura"); el idioma nacional ("El idioma de los argentinos", "Divertido origen de la palabra 'squenun'"); los personajes de la nueva urbe cosmopolita en que se convertía rápidamente Buenos Aires ("El asaltante solitario", "Siriolibaneses en el centro"); la desidia y ruindad de los políticos ("Cosas de la política", "La sonrisa del político"); la revolución del 30 ("¡Donde quemaban las papas!", "Balconeando la revolución"); la farsa de la democracia ("Del que vota en blanco", "Continúa lo del voto en blanco"); la Segunda Guerra Mundial ("También los periodistas...", "La guerra frente a las pizarras: sainete en tiempos de tragedia"); el paseo despreocupado por otras ciudades ("Elogio de la ciudad de La Plata"); el amor y las costumbres amatorias de la época ("Soliloquio del solterón", "Diálogo de lechería"); la denuncia periodística más acusada ("Hospitales en la miseria", "Escuelas invadidas por las moscas"); el teatro ("Estéfano o el músico fracasado"); el cine ("Apoteosis de Charles Chaplin", "Final de 'Luces de la ciudad'"); la tipología porteña ("El hombre corcho", "Apuntes sobre el hombre que se tira a muerto") y hasta un compendio de oficio y técnica literaria que deja a teóricos y críticos de la talla de Juan José Saer o Beatriz Sarlo, sólo por citar dos nombres reconocibles, en modestos alumnos de primer año de la carrera de Letras. Es precisamente de ese sector de las aguafuertes que me interesa hablar hoy, si bien podrían escribirse páginas y páginas sobre cada una de las aguafuertes, tan deliciosas, inquietantes y magníficas son. </div><div style="text-align: justify;">¿Por qué me parecen tan relevantes estas aguafuertes en particular? Por varias razones, pero la principal de ellas es que son el resultado de una evidente madurez intelectual y espiritual de Arlt. Las aguafuertes que aparecen al final del tomito <i>Aguafuertes porteñas: cultura y política</i>, seleccionadas sabiamente por Sylvia Saítta, fueron escritas hacia 1941, es decir, poco antes de que Arlt muriera. Me estremece pensar lo que este hombre podría haber escrito (y pensado, imaginado, escrito y alucinado) si sólo hubiera vivido algunos años más, si en este momento ya había alcanzado esas cumbres de lucidez y brillantez intelectuales. </div><div style="text-align: justify;">Estas aguafuertes ("Aventura sin novela y novela sin aventura", "Confusiones acerca de la novela", "Galería de retratos", "Irresponsabilidad del novelista subjetivo", "Acción, límite de lo humano y lo divino" y "Literatura sin héroes") componen un apretado pero jugosísimo compendio de oficio literario que cualquier aspirante a escribidor debería tatuarse en la piel si quiere escribir dos o tres párrafos que valgan la pena ser leídos. Estas aguafuertes son, sin duda, el resultado de una reflexión profunda sobre los engranajes que mueven un texto, más específicamente aquellos que ponen en marcha una novela. </div><div style="text-align: justify;">Es notoria, desde luego, la aversión que le provocan a Arlt las novelas "psicologistas" o "subjetivas" que ya empezaban a campear en aquel entonces. Novelas en las que, como sucede en abundancia en la actualidad, "no pasa nada", no hay ni héroes ni acción: apenas unos monigotes vacuos a los que se pretende hacer pasar por personajes literarios sin nada que decir ni hacer durante páginas y páginas. Novelas en las que queda claro que no son los personajes los que no tienen nada para decir si no el propio autor y entonces, para suplir esta evidente carencia, se recurre a trucos que "cualquier aprendiz de escritor los adquiere en menos de un cuarto de hora si lo asesora un hábil maestro". Novelas que adolescen de aquello que es más preciso: personajes con encarnadura humana, héroes o antihéroes, pero personajes con los que el lector pueda identificarse sin más y vivir a través de ellos aventuras y peripecias que de otro modo le sería imposible subvenir.</div><div style="text-align: justify;">¿A qué imputa Arlt esta falta de héroes y de acción en la novela contemporánea? Se lo imputa, para escándalo de muchos puristas, a la falta de lo que él llama la "constante profesional". Es decir: es el trabajo o la actividad que desempeña un hombre el que define su accionar. Nótese lo revulsivo, subversivo y colosal de este pensamiento: Arlt define al hombre por su trabajo, por su profesión, por lo que hace, por la tarea que desempeña en el seno de una sociedad, así como un animal salvaje se define por su sed de sangre o por su inalienable instinto cazador. Si un hombre no es "nada", ni médico ni abogado ni ladrón ni policía ni maestro ni escritor, no será pasible de convertirse en un héroe novelístico tampoco. </div><div style="text-align: justify;">Y a poco que se piense en la teoría arltiana nos damos cuenta de que no andaba tan descaminado: ¿por qué, por ejemplo, le pasan todas las cosas que le pasan al Quijote, primer personaje moderno por excelencia? Porque su "profesión" (la de hidalgo) estaba ya a punto de extinguirse, lo mismo que todo ese mundo feudal en el que transcurrían sus amadas novelas de caballerías. Las peripecias acaecen, justamente, por el choque entre una cosmovisión condenada a la desaparición y una nueva cosmovisión (o, si se quiere, paradigma) dispuesta a llevarse puesto todo aquello que impidiera su paso. </div><div style="text-align: justify;">De ahí que Arlt reivindique la acción y los héroes como los principales animadores de la novela, apelando al más genuino sentido común, ese del que carecen numerosos "narradores" en estos tiempos post posmodernos. ¿Qué interés pueden tener los vaivenes mentales de un personaje vacío, de una mera careta, entonces? ¿Cómo no volver a los ojos hacia los narradores decimonónicos, sabedores de que lo único que motiva a seguir leyendo es la irrefrenable curiosidad por saber qué va a pasar en la página siguiente? ¿Cómo no reverenciar a los grandes maestros del siglo XX que aprendieron perfectamente esa lección, como Stephen King? ¿Cómo no concluir una vez más que el hecho literario debiera ser un cuidado y delicado equilibrio entre el qué y el cómo, a sabiendas de que es este último el que puede inclinar la balanza hacia el cerrado aplauso o el insultante bostezo en un santiamén?</div><div style="text-align: justify;">Pero mejor me callo y lo dejo hablar al maestro, quien, sin ninguna duda, la tenía más clara que nadie: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"¿A qué se debe el predominio de la medianía en la novela? A que sus autores son novelistas mediocres. Es rarísimo el escritor que durante sólo cinco minutos al día llega a sentirse héroe, tirano, asesino, santo o monstruo. En consecuencia, estos profesionales ignoran el interior de los héroes, de los tiranos, de los santos. En cambio, los vemos dedicar páginas y más páginas a describir cómo tiemblan los pétalos de una rosa de papel cuando pasa un ángel. En torno de esta apoteosis de la ficción atomizada, se estructura la estética del llamado arte nuevo.</div><div style="text-align: justify;">Las consecuencias más graves producidas por estos embelecos debemos relacionarlas con el estado mental a que predisponen a la juventud. Esta acaba por encontrarse frente a un mundo de ficción desnaturalizado y tan estabilizado en la falsedad y tan fácil de abordar que, como es fácil, terminar por admitir que es verdadero.</div><div style="text-align: justify;">Por otra parte ¿quién no tiene algo que contar de sí?</div><div style="text-align: justify;">Pero trate alguien de narrar cómo se violenta una caja de hierro, cómo se fabrica una fortuna especulando en la bolsa, cómo se fabrica una joya, cómo se organiza una industria, cómo se escribe una novena sinfonía, y cuéntelo exactamente y con todas las tremendas dificultades que el suceso propone; y entonces quizá, habrá hecho una novela."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No queda mucho que decir, excepto ¡manos a la obra! Manos a la obra todos aquellos que no puedan dejar de decir lo que <i>realmente </i>tienen que decir, porque como el mismo Arlt dijo "cuando se tiene algo que decir se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el diablo están junto a uno dictándole inefables palabras."</div><div style="text-align: justify;">La pregunta es si verdaderamente se tiene algo que decir o se tiene sólo esa vana ilusión.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Analía Pinto (arltiana)</div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-5917948050720630532010-06-10T23:56:00.000-03:002010-06-10T23:56:39.501-03:00Jack London o ¡Quiero más!<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdzwogPyrblyxAlIESSfmGmuNFTVKljOEj3uNSox8drduAoObiHGtaw-LhH5uxC9VfYavi9nsrVFgjpasD9y4x_9wzqTiS-mG0IrJ4_AxH1eLRYmWcZONoxCIWYwES4mt0fRuGZn-z4fNw/s1600/P6070106.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdzwogPyrblyxAlIESSfmGmuNFTVKljOEj3uNSox8drduAoObiHGtaw-LhH5uxC9VfYavi9nsrVFgjpasD9y4x_9wzqTiS-mG0IrJ4_AxH1eLRYmWcZONoxCIWYwES4mt0fRuGZn-z4fNw/s320/P6070106.JPG" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;">Bastó una simple sugerencia para precipitarme de cabeza en él. Es decir, bastó una sugerencia para encender mi siempre volátil e inquieta curiosidad literaria y bastó leer un par de páginas para, entonces sí, caer bajo su hechizo. </div><div style="text-align: justify;">Uno de mis alumnos del taller de escritura, quien ahora se encuentra en Cuba, me sugirió que leyera un cuento de <b>Jack London</b>, "Encender una hoguera". No recuerdo a título de qué surgió esa sugerencia, pero alabado sea cualquiera haya sido ese motivo. Gracias a él encontré un auténtico tesoro esperándome en los anaqueles de mi biblioteca. Atendiendo a la sugerencia de Patricio, me dirigí a esos silenciosos y pacientes estantes que cultivo cual si fueran plantas exóticas y maravillosas y di con algunos libros de Jack London. En efecto, al correr de los años, había conseguido dos recopilaciones de cuentos y una novela breve. No estaba entre ellos el cuento en cuestión, pero me puse a leer igual. Como dije, a las pocas páginas, a los pocos renglones más bien, ya estaba totalmente atrapada por uno de los mejores narradores que yo haya leído en mi vida. </div><div style="text-align: justify;">Sin aspavientos, sin intelectualidades vacuas a las que esta época actual es tan dada, sin piruetas ni pirotecnias verbales vacías, sin ninguna otra cosa que no sea a) una buena historia y b) el mejor modo de contarla, Jack London agarra a su lector de las solapas y lo lleva a los lugares que él quiere, lo zamarrea tanto física como moralmente, pero siempre lo devuelve sano y salvo, a pesar de que se hayan atravesado, de su diestra mano, los engañosos parajes helados del Yukón, los piélagos grisáceos del estrecho de Magallanes o los paisajes postapocalípticos de una humanidad reducida al más terrible primitivismo tras una epidemia mortal. Jack London no da tregua, no da paz, pero lo hace de una forma tan genial y tan amena que uno se queda hasta el final, hipnotizado, fascinado, enloquecido: queriendo más todo el tiempo.</div><div style="text-align: justify;">Esas dos recopilaciones (<i>El mejicano</i> y <i>Diablo</i>, editadas por el diario <i>Página/12</i> hace ya mucho tiempo) y la novela corta (<i>La peste escarlata</i>) fueron rápidamente devoradas por mi avidez. Como si un ángel me estuviera siguiendo los pasos, en el tiempo en que ya estaba a punto de terminar <i>La peste escarlata</i>, me crucé con otros dos libros de London, que compré de inmediato (y a precios irrisorios, como me sucede tan a menudo): <i>La huelga general</i>, otra recopilación de relatos de los mismos de <i>Página/12</i>, y una de sus novelas más famosas, <i>La llamada de la selva</i>. </div><div style="text-align: justify;">Esta última, la historia de un perro de la nieve, casi un perro-lobo, que es arrancado de su "familia" humana para convertirse en un perro de trineo, arrancó copiosas lágrimas de mi frágil persona: la compenetración que London logra con ese animal, Buck, las descripciones de sus sentimientos, anhelos y deseos, las torturas indecibles a que es sometido, los fieros castigos, el frío, el hambre, el terrible dolor de sus patas tras días y días de marcha entre el barro y la nieve, entre otras cosas, provocaron emociones tan fuertes e incontrolables en mí como si Buck se tratara de uno de mis seres más queridos y no un simple "perro personaje de ficción".</div><div style="text-align: justify;">Ahí creo que radica la magia imparable de Jack London: ningún personaje le es ajeno, humano, animal, joven, viejo o niño; ningún conflicto le es extraño; ninguna aventura le resulta imposible o descabellada; y ni siquiera cuando se imagina ese futuro apocalíptico y bárbaro le erra demasiado: estoy segura de que si ocurriera una hecatombe nuclear o de cualquier otro tipo y por alguna razón ya no pudiéramos disponer de todos los elementos de la "civilización", más temprano que tarde volveríamos a ser brutos hombres de las cavernas, rudimentarios seres que sólo se preocuparían de su comida y su abrigo, sin tiempo para nadie y para nada más. Eso es lo que se muestra, de forma bárbara y cruda, en <i>La peste escarlata</i>, pero también en el cuento "La huelga general", que, sin embargo, no transcurre en ese lejano y temible futuro sino en el presente cercano del autor. ¿Qué hacer si un día ya no hay alimentos, no porque se hayan terminado sino porque quienes los cultivan, preparan y procesan para luego venderlos deciden hacer huelga? ¿Y si a ellos se suman quienes lo reparten, quienes los distribuyen y así sucesivamente?</div><div style="text-align: justify;">Aterrador, ¿verdad?</div><div style="text-align: justify;">Claro que sí. Y London, por lo que pude ver, no tuvo miedo de enfrentar disyuntivas semejantes y se las arregló para ver cómo actuaba cada uno de sus personajes en esas (y otras) situaciones extremas, como el protagonista del cuento con el que comenzó todo esto, "Encender una hoguera", cuya moraleja podría ser que la inteligencia humana tiene límites pero la estupidez no. Un hombre atraviesa, solo, en pleno invierno ártico, el cauce helado del Yukón. Le han advertido que no debía hacerlo pero a él no le importó. Su omnipotencia le hizo creer que podría sortear las trampas de hielo y nieve, que aunque estuviera a cincuenta grados bajo cero su sola voluntad bastaría para llegar a salvo al campamento donde lo esperaban sus compañeros. Error. La primera hoguera que debe encender le sale bien y esto le otorga esa falsa confianza que lo hará fracasar estrepitosamente en la segunda. No les cuento más, mejor leánlo, pero las descripciones que London hace del avance del frío por el cuerpo de ese hombre así como de los parajes helados en los que porfiadamente trata de vencer a la naturaleza no tienen parangón, creo yo, en toda la literatura universal. Quizá en Maupassant. Quizá. </div><div style="text-align: justify;">Y, como siempre, es un escritor del siglo XIX (aunque arañando ya el XX) el que me vuela la peluca y me hace estremecer y emocionar hasta un punto indecible. </div><div style="text-align: justify;">Ojalá no sea yo la única conmovida por la espeluznante pluma de Jack London. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-4830288733688995672010-04-22T22:47:00.000-03:002010-04-22T22:47:38.804-03:00Ese coronel Mansilla lindo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiYETVPiD5hHZHB1C4U2po1GbOBQ0vq40VtudM16QU2CsP2ZeD91dGhVstw0q1tqlHRgjQ-H49fYXPJh9FB_YAXMPSfSv1oGN6rH6avDjchKdJ-GwkKs4YJl0Ost7Cxqa8BSNLkCyYj8VR/s1600/Lucio+V.+Mansilla+por+Witcomb.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiYETVPiD5hHZHB1C4U2po1GbOBQ0vq40VtudM16QU2CsP2ZeD91dGhVstw0q1tqlHRgjQ-H49fYXPJh9FB_YAXMPSfSv1oGN6rH6avDjchKdJ-GwkKs4YJl0Ost7Cxqa8BSNLkCyYj8VR/s200/Lucio+V.+Mansilla+por+Witcomb.jpg" width="196" /></a></div><div style="text-align: justify;">Fue: sobrino de Rosas, periodista, militar, escritor, gobernador de Chaco, diplomático, dandy, comandante de frontera, lector compulsivo, conversador pertinaz, hombre de mundo, niño temeroso y asombrado, degustador de tortillas de huevo de avestruz y de numerosos platos de arroz con leche, calavera, pillo, aventurero, infatigable orador, padrino de varios hijos de caciques indios, disperso, digresivo y maravilloso autor de uno de nuestros libros más extraños y fundamentales, <i>Una excursión a los indios ranqueles </i>(1870), producto de su osadía y su irrefrenable curiosidad. Todo eso y mucho más, fue <b>Lucio Victorio Mansilla</b>, uno de mis escritores argentinos favoritos por lejos. </div><div style="text-align: justify;">Vivió en una Buenos Aires que ya no existe pero cuyas trazas aún pueden vislumbrarse en ciertos edificios públicos y en ciertas calles del barrio de San Telmo. Ajeno a las contiendas políticas que sobrevinieron tras la revolución de Mayo, padeció el exilio y el destierro sólo por sus notorios lazos de sangre. Sin embargo, nunca estuvo de acuerdo ni apoyó a su malhadado y famoso tío, a quien supo describir como nadie nunca jamás en toda nuestra literatura. Después, cuando las aguas se calmaron y cuando la generación del 80, de la que es uno de sus mayores representantes, entró a pisar fuerte tuvo el suficiente olfato político para apoyar siempre a los candidatos ganadores, aunque nunca nadie lo recompensó con los cargos importantes con los que él, como buen iluso, soñaba.</div><div style="text-align: justify;">Porque Mansilla era un niño ingenuo, tan asustadizo como curioso, tan respetuoso como atrevido, tan galante como recatado, que iba por el mundo con el mismo asombro con que Adán debió recorrer el paraíso en los primeros días de su creación. Mansilla todo lo ve, todo lo registra, nada se escapa a su visión panorámica que le permite ver tanto la más frágil de las hojas como el más frondoso de los bosques. Precursor, visionario, intelectual verdaderamente preocupado por el destino de su pueblo como del de la humanidad, habló del gaucho antes que Hernández y dejó imborrables retratos sobre los indios ranqueles, a los que conoció en su más próxima intimidad. Como Sarmiento, con quien alternativamente se peleó y se amigó y se volvió a pelear, consideró la historia de nuestra incipiente nación como el enfrentamiento insalvable entre la civilización y la barbarie pero nunca creó, como el gran sanjuanino, que la civilización estuviera solamente del lado de los "blancos", sino que en más de una ocasión reconoció el alto grado de sensatez y civilidad que reinaba entre los indios, los pretendidos "salvajes", incluso más austeros y refinados que los gauchos, esos otros marginados. </div><div style="text-align: justify;">Se vestía como un parisino, usaba un bastón -prefiguración borgeana- y un sombrero ladeado al estilo Walt Whitman, cuando no monóculo y galera. Su característica barba, larga y luego blanca, lo acompañó desde siempre, así como su inusitado ego. Hay quienes lo tildan de frívolo. No lo fue. Mansilla es y será siempre el actor principal de la tragicomedia de su propia vida, tragicomedia que lo excede y que necesita contar, incesantemente, a los otros. De ahí que sus escritos, que toda su literatura sea una exaltación continua de su propia persona. Sucede que su vida fue tan pletórica en conocimientos, aventuras, disparates, calaveradas, riesgos, duelos, lances, polémicas y sinrazones que lo que en otros podría resultar hartante a las cinco líneas en Mansilla se convierte en un festival de gracias, anécdotas, cuentos, referidos, sucesos, amoríos, pasiones, encuentros y desencuentros que no cesa de maravillar un segundo, aún cuando sus frecuentísimas digresiones hagan perder, siempre, el hilo de todos sus relatos. No interesa. Precisamente allí radica el originalísimo estilo de Mansilla. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJAywASU7KCqaPiQBZ-Eo1Vg71tjFPdZPOb2ce4OhdXRFw1itBflvkM9C9nCqC-Yjk49BwBFVIO9NntKumcQBIxHFcKbZ5VYCtN5lvmjqH0p90pNxEPCUc_6F7-iKXHwl6RakPFnX8j28p/s1600/Lucio+Victorio+Mansilla+3.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJAywASU7KCqaPiQBZ-Eo1Vg71tjFPdZPOb2ce4OhdXRFw1itBflvkM9C9nCqC-Yjk49BwBFVIO9NntKumcQBIxHFcKbZ5VYCtN5lvmjqH0p90pNxEPCUc_6F7-iKXHwl6RakPFnX8j28p/s200/Lucio+Victorio+Mansilla+3.jpg" width="134" /></a></div><div style="text-align: justify;">Su padre descubrió que, en lugar de ocuparse del saladero que le había encomendado, el joven Mansilla leía el <i>Contrato social</i> con absoluta despreocupación. Rápidamente, por su seguridad (gobernaba su dictatorial tío) lo despachó en un vapor con destino a Calcuta. Mansilla pasó dos años viviendo y recorriendo Oriente, cuando sólo tenía diecisiete años de edad. Retornó en vísperas de Caseros y la entrevista que entonces mantuvo con su tío quedó inmortalizada en la <i>causerie </i>"Los siete platos de arroz con leche", único momento de la literatura nacional donde, como bien señala Abelardo Castillo, "se lo ve, se lo siente" a Rosas. No hay más que remitirse a este fragmento para comprobarlo: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Mi tío apareció: era un hombre alto, rubio, blanco, semipálido, combinación de sangre y de bilis, un cuasi adiposo napoléonico, de gran talla; de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol fría, lo mismo que sus concepciones; de cejas no muy guarnecidas, poco arqueadas, de movilidad difícil; de mirada fuerte, templada por el azul de una pupila casi perdida por lo tenue del matiz, dentro de unas órbitas escondidas en concavidades insondables; de nariz grande, afilada y correcta, tirando más al griego que al romano; de labios delgados casi cerrados, como dando la medida de su reserva, de la firmeza de sus resoluciones; sin pelo de barba, perfectamente afeitado, de modo que el juego de sus músculos era perceptible. (...)</div><div style="text-align: justify;">Agregad a esto una apostura fácil, recto el busto, abiertas las espaldas, sin esfuerzo estudiado, una cierta corpulencia del que toma su <i>embonpoint</i>, o sea su estructura definitiva, un traje que consistía en un chaquetón de paño azul, en un chaleco colorado, en unos pantalones azules también; añadid unos cuellos altos, puntiagudos, nítidos, y unas manos perfectas como forma, y todo limpio hasta la pulcritud, y todavía sentid y ved, entre una sonrisa que no llega a ser tierna, siendo afectuosa, un timbre de voz simpático hasta la seducción y tendréis la <i>vera efigies</i> del hombre que más poder ha tenido en América y cuyo estudio psicológico <i>in extenso</i> sólo podré hacer yo; porque soy sólo yo el único que ha buscado en antecedentes, que otros no pueden conseguir, la explicación de una naturaleza tan extraordinaria como ésta."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿Quién puede permanecer indiferente ante semejante descripción de semejante personaje? La advertencia del final fue cumplida por Mansilla: dio cuenta de ella en su libro <i>Rozas. Ensayo histórico-psicológico</i>, donde puede verse que las particularidades de Rosas (el apellido original de la familia se escribe con z, pero fue el propio Rosas quien, rebelándose, comenzó a firmar su nombre con s) no nacieron del aire sino de su muy particular madre, entre otros integrantes importantes de su familia. </div><div style="text-align: justify;">La pluma de Mansilla es vivaz e incansable. Locuaz, dicharachero, parlanchín, da la impresión de estar aquí y en todas partes al mismo tiempo o de ser uno y varios a la vez, como puede verse en una de las imágenes que ilustran este post, una de las más famosas entre las muchas que se tomó en la casa de fotografía Witcomb. En efecto, puede decirse que Mansilla conversaba con sus ocasionales interlocutores (todos sus libros, todas sus <i>causeries </i>están dedicadas a alguien en particular), pero también conversaba incansablemente consigo mismo. Quizá no llegara a grandes o notables conclusiones, quizás tenía la manía de dejar las cosas en un callejón sin salida o en forma aporética, como diría la filosofía clásica, pero siempre se puede tener la certeza de que Mansilla nunca dejaba de percibir y trasmitir todas las aristas, vértices y lados de un asunto. </div><div style="text-align: justify;"><i>Entre-nos, causeries de los jueves</i> es el libro que me ha movido a escribir sobre Mansilla. Son, como las <i>Aguafuertes porteñas</i> de Arlt, una prefiguración de lo que una servidora y tantos otros hacemos día tras día en nuestros blogs: hablar de aquello que nos interesa, impacta, pasa o trasciende, sin mayores pretensiones que esas (y que nos lean, en lo posible). Las <i>causeries</i>, que salían todos los jueves, (¡como este blog!), comenzaron a publicarse en el diario <i>Sud América</i> y en 1888 fueron recogidas en libro. </div><div style="text-align: justify;">Leí <i>Una excursión...</i> para la facultad, hace ya diez años y desde entonces quedé prendada. Pero en las <i>causeries </i>(en francés, conversaciones) aparecen muchos de los rasgos más notorios y "extraños" para la literatura del momento: además de sus eternas digresiones, Mansilla realiza, sin ningún pudor y con total desparpajo, comentarios metatextuales (como "Tengo barruntos de que todo esto -refiriéndose a su descripción de un mercado de mujeres en África- no lo entretiene mucho, que digamos, al lector"); traslitera las maneras lingüísticas de la charla de salón o entre amigos al papel ("vean ustedes lo que pasó:" y tras esos dos puntos despliega con su relato); interrelaciona su narración presente con hechos contados en sus libros pasados ("Y ya que hablamos confidencialmente, les diré a ustedes que es cierto lo que cuento en mi <i>Excursión a los indios ranqueles</i>, que un perro me desarmó una vez, quitándome la escopeta...") o con hechos que aún no ha revelado y que se guarda para sus <i>Memorias </i>o para su libro sobre Rosas; intercala numerosas palabras y expresiones en otros idiomas, además de señalar en qué casos una palabra ya sancionada por el uso entre nosotros no está en el <i>Diccionario de la Real Academia Española</i>, como una especie de protesta o advertencia irónica; discute consigo mismo la tipología textual a la cual adscribir algunas de sus <i>causeries </i>("Establezcamos, pues, las proposiciones, materia de este escrito o carta, plática o estudio, memento o crítica"); reproduce cartas donde se lo alaba así como cartas enviadas a su padre con el solo objeto de demostrar la gran estima que se le tenía; en definitiva, rompe con todo lo que hasta ese momento y aún hoy día era considerado indispensable para el <i>decus </i>literario: hace gala de efusión, de profusión, de sagacidad, de veleidad, y todo con un humor tan tierno e incomparable que hace imposible, para el lector, no aquerenciarse con semejante personaje que excede todos los límites del más aséptico "narrador". </div><div style="text-align: justify;">Se casó primero con una de sus primas, de la que tuvo varios hijos, todos los cuales fallecieron. Vale decir que sobrevivió a todos sus hijos y esta inmensa tragedia no lo amilanó ni un segundo, aunque la tristeza profunda pueda siempre percibirse por detrás de las fáciles anécdotas o las simpáticas chacotas con las que siempre adorna su prosa fluida y entrecortada a la vez. Volvió a casarse en segundas nupcias con una mujer mucho más joven que él, su compañera hasta el fin de sus días. Vivió sus últimos años en la Ciudad Luz, donde su espíritu cosmopolita se sentía más a gusto, aunque quizá no tan a gusto como en el toldo del cacique ranquel Mariano Rosas o en los campos de batalla de la guerra del Paraguay o en su amada Buenos Aires, a la que vio crecer y convertirse en una sucursal europea en poco tiempo. No vio, sin embargo, los fastos del Centenario y falleció cuando la Argentina estaba a punto de convertirse en algo muy distinto a todo lo que él había vivido. </div><div style="text-align: justify;">Las palabras que le reservó un francés aporteñado como Groussac lo describen acaso mejor que muchas otras y con ellas quiero cerrar este post, luego de estar casi dos semanas en la trepidante y deslumbrante compañía del coronel Mansilla, "ese coronel Mansilla lindo, ese coronel Mansilla toro" como le decían los ranqueles: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"(...) Mansilla ha sido periodista, explorador, diputado al Congreso, iniciador de vastos proyectos y empresas, escritor fácil de obras difíciles que revelan actividad asombrosa y variadas aptitudes; sobre todo y ante todo, un gran viajero ante lo Eterno, así en lo material como en lo moral. Inquieto <i>a natura</i> y nómade por elección: 'piedra movediza que no recoge musgo', pero que, redondeada y pulida por los roces externos, si no queda incrustada en un pilar del edificio colectivo, tiene su puesto entre los adornos del interior. Excursionista del planeta y de las ideas, ha enriquecido su personalidad con todos los exotismos de la civilización, y ha sido su misión esencial, después de cada gira nueva, derramar sus experiencias en monólogos chispeantes y profundos, o en páginas sueltas casi tan sabrosas como sus pláticas. Así ha disipado su existencia y su talento, ¡pero ha vivido! Ha compuesto su vida como un poema romántico, en lugar de desempeñar, como nosotros, el modesto papel asignado por el destino. Y si es cierto que Byron envidiaba a Brummel, ¿cómo no admirar al que logró amalgamar en su persona al parisiense y al criollo, al gentil hombre y al comandante de frontera, al duelista y al <i>caseur </i>de salón, al escritor moralista y al feminista profesional, al descubridor de minas y al cateador de ideas, al autor de dramas y al actor de tragedias?"</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Si me preguntaran a quién deseo conocer en el más allá, contestaría que sin lugar a dudas a Lucio V. Mansilla, quien, estoy segura, se pondría a flirtear conmigo en menos de cinco segundos...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-26330220537857969592010-04-01T16:24:00.000-03:002010-04-01T16:24:44.733-03:00Los lectores voraces<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoN4d44vGQ_zYS5D-37nPAKqpaGvM9JKbJaVTFOkvWsUMu5bQuSqwV2N3SX0ICPltabboXICn1dEG6WYtOyu8k-bpyGZQnPS9IrqMI7u3Uaqyz5lIGhd42LLYd4V4kYrnGzalHj7aYaJQW/s1600/Pasiones+recobradas+-+Ernesto+Schoo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoN4d44vGQ_zYS5D-37nPAKqpaGvM9JKbJaVTFOkvWsUMu5bQuSqwV2N3SX0ICPltabboXICn1dEG6WYtOyu8k-bpyGZQnPS9IrqMI7u3Uaqyz5lIGhd42LLYd4V4kYrnGzalHj7aYaJQW/s320/Pasiones+recobradas+-+Ernesto+Schoo.jpg" width="217" /></a></div><div style="text-align: justify;">Desconfío de cualquier escritor que no sea un lector voraz. Difícilmente pueda ser un buen escritor si antes no ha sido un devorador consumado de páginas impresas. Nótese que digo "páginas impresas" y no libros: porque un lector voraz lee cualquier cosa, hasta las etiquetas de los productos de limpieza, y allí encuentra siempre la felicidad. No importa qué lea, basta que lea. Claro que si lee libros, le irá mejor. Y si encima lee literatura de la buena, es muy difícil que no termine siendo no ya un buen escritor sino un gran escritor. </div><div style="text-align: justify;">De ahí mi deleite e instantánea comunión con <b>Ernesto Schoo</b>, un lector empedernido que, al igual que Borges, no se jactó de las páginas que había escrito sino de los libros que había leído. No figuraba en el listado original de autores a reseñar para el diccionario que tuve el honor de hacer. Una servidora lo agregó en el último momento posible, cuando ya faltaba nada para que el documento fuese sometido a corrección de estilo. Aún no lo había leído, pero sabía que tenía que estar, que era un periodista reconocido, que su nombre no podía faltar. La última vez que fui al mar, en el verano del 2009, en una librería de Santa Teresita, atestada de revistas y con unos poquísimos libros, di con este libro suyo: <i>Pasiones recobradas. La historia de amor de un lector voraz </i>(Sudamericana, Buenos Aires, 1997). ¿Qué lector voraz podría resistirse a leer la "historia de amor" de otro lector voraz? Ninguno, y yo menos. Lo compré de inmediato. Pero recién lo leí a fines del año pasado, en unos cuantos (o, mejor dicho, unos pocos) viajes en tren. Y me fascinó, desde luego. </div><div style="text-align: justify;">¿Por qué doy por sentada la fascinación con ese petulante "desde luego"? Porque, tal como suponía, tengo un espíritu afín al suyo, circulo literariamente por caminos similares, me muevo y participo en esas mágicas esferas donde las letras mandan, los párrafos se corrigen unos a otros y las páginas pasan incesantemente y a cada paso dejan su poso de sabiduría y felicidad en eso que podríamos llamar, no sin algún escándalo, el alma. Los lectores voraces nos reconocemos de inmediato unos a otros porque compartimos un mismo código, similares costumbres, ritos de pasaje muy parecidos. Lo mismo me está pasando ahora con el libro que los cacos del sábado pasado no pudieron robarme, <i>Una historia de la lectura</i>, de Alberto Manguel. He allí eso que los ingleses llaman otro "kindred spirit". </div><div style="text-align: justify;">¿Y cómo es posible esta fascinación de una escritora nacida en 1974 por un escritor nacido en 1925? ¿No hay mundos enteros de distancia, no hay generaciones de por medio, no hay incluso diferentes épocas entre uno y otra? Sí, pero eso no importa. No reviste el menor interés porque lo que nos une es ciertamente inagotable y atemporal. Es la literatura, es el amor por la palabra, el gusto por la música y la poesía del lenguaje, la magia insobornable de la lectura. Cuando algo así se manifiesta no hay tiempo ni edad posible. Por eso puedo admirar su prosa y disfrutar leyéndolo a él tanto como puedo disfrutar a mi adorado Cayo Valerio Catulo, con quien me separan ya más de dos mil años de letras e historia, por poner un solo ejemplo. Como ya dijera Eliot, y como nunca voy a cansarme de repetirlo, hay una secreta comunión que enlaza a todos los poetas y escritores de todos los tiempos y esa comunión es el acto de escribir, que es, a mi juicio, <i>inseparable del acto de leer</i>. </div><div style="text-align: justify;">Así lo cree también, estimo, don Ernesto Schoo. En<i> Pasiones recobradas</i> se recopilan las notas que publicara para el suplemento cultural del diario <i>El Cronista</i> en los años 90. Divididas en varias secciones ("Pretérito anterior" recoge notas sobre autores como Oscar Wilde o Marcel Schwob; "Presente perpetuo" presenta vívidas estampas de autores argentinos a los que Schoo frecuentó como Manuel Puig o Juan Rodolfo Wilcock; la sección "Pasiones recobradas", que es mi favorita, repasa las vidas de autores como Flaubert o Colette y de mujeres fabulosas y escandalosas como Alma Mahler, Isak Dinesen o Marguerite Duras; por último, en "Literatura y compañía", aborda otras cuestiones relacionadas con la literatura como el diablo o la pintura, y también, a la manera de las<i> Vidas paralelas</i> de Plutarco pone en tensión las vidas y recorridos de algunos escritores coetáneos pero en las antípodas estéticas unos de otros como Julio Verne y H. G. Wells o Gabriele D'Annunzio y Luigi Pirandello), estas notas se dejan leer con fluidez y deleite, acaso porque fueron pensadas para un soporte distinto al del libro, pero con la rigurosidad no exenta de amenidad que requiere cada caso. </div><div style="text-align: justify;">Mis notas favoritas, como dije, están en la sección titulada igual que el libro, aunque por supuesto el libro me gustó en su totalidad. Sólo que en esa sección se cuentan las vidas de algunas escritoras y otras chicas malas, como la eterna musa y novia del viento Alma Mahler, con las que una servidora se siente plenamente identificada: cuando su autoestima está alta, pensando que el día que se escriba su biografía podrán decir, al igual que de la vida de una Colette, por ejemplo, que su vida fue una auténtica novela, llena de amores tempestuosos y desaforados, con dramas y pasiones desatadas por doquier; cuando su autoestima está baja, pensando que así es como quiere ser recordada y no como una oscura muchachita que alguna vez ganó un modesto premio de poesía, era querida por sus gatos y sus amigos y amada por algún músico cuyo nombre no llegó a trascender a pesar de todos sus esfuerzos. </div><div style="text-align: justify;">En este sentido, la nota sobre Alma Mahler, esposa-compañera-musa inspiradora-hetaira (como bien la llama Schoo) y otras designaciones similares no sólo del músico Gustav Mahler, sino también del escritor Franz Werfel y de los pintores Gustav Klimt y Oscar Kokoschka (anche "amiga" -y nada más, dicen- de Walter Gropius), es una de las que más me ha impactado, por el recorrido amoroso de esa mujer a la que, al parecer, nadie con talento podía permanecer indiferente. Hay mujeres que sólo buscan casarse con un hombre bueno y tener a sus hijos. Habemos otras que no buscamos nada de eso y, en cambio, deseamos ser las "musas inspiradoras" (si tal bella patraña existe) de hombres de verdadero genio, de hombres especiales, de hombres llamados a grandes cosas, de hombres a los que una, en primer lugar, tenga que declararse vencida ya sea por sus dotes musicales, literarias, pictóricas, artísticas o lo que fuera. Yo pertenezco a estas últimas, como Alma Mahler y como la atormentada Lou Andreas Salomé, a quien Schoo también cita en esta nota.</div><div style="text-align: justify;">Pero otra nota de esa misma sección asedió mi corazón siempre sediento de historias y vidas asediadas por la pasión, la lujuria, el atrevimiento, la literatura, la rebelión y la desfachatez. La nota sobre Marguerite Duras, una escritora sobre la que sin duda deberé hablar aquí en algún momento, tocó también mis fibras más sensibles. Schoo analiza allí uno de los libros capitales de Duras que aún no tengo el gusto de poseer, <i>Escribir</i>. Y dice cosas como: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Tentación irresistible de escribir como ella, a la manera de ella, de Marguerite Duras. A sacudones, a fragmentos, con temblores y retrocesos y reiteraciones." </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Ella va segregando sus libros como la araña su tela, desde el vientre, pero sin el previo diseño platónico de la tela, que la araña lleva en sí desde que nace. La suya es una tela intrincada y deshilachada, asimétrica, con dibujos inesperados, con remiendos. Igual que la vida de su autora. Igual que la vida de todo ser humano."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"El tema central de <i>Escribir </i>no es, en realidad, la escritura sino la muerte. Contra la cual se alza la escritura, para asegurarnos, aunque resulte una mentira piadosa, una trascendencia más allá del polvo devuelto al polvo."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Escribir, escribir sin pausa era el único modo que conocía de detener la ruina total. Palabras, palabras para conjurar el tiempo, para sobornarlo, obligándolo a tomar el camino más largo y sinuoso y lleno de obstáculos: para disuadirlo, por un instante, de su implacable tarea de roedor.</div><div style="text-align: justify;">Ella sabe que únicamente el amor puede derrotar al tiempo. Pero el amor dura poco y el tiempo sigue fluyendo de nosotros hacia el agujero negro por donde se desagota el universo entero. Por eso hay que renovar el amor, amar siempre. Amar más al amor que a las personas en quienes pasajeramente se encarna. Las personas son transitorias, el amor es perdurable, siempre igual a sí mismo a través de los muchos rostros -y muchos cuerpos- que asume a lo largo de una vida: máscaras para la representación en el gran teatro del mundo. Ella perseguirá siempre, sin pausa, el rostro verdadero debajo de la máscara."</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Si después de leer lo precedente no les dan ganas de a) conseguir el libro de Ernesto Schoo para leer la nota completa, así como todas las demás notas, y b) conseguir con carácter de urgencia el libro de Marguerite Duras, no sé qué están haciendo acá, han debido de llegar por algún error cibernético, pues es este no es lugar para tibios ni indiferentes.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b>, lectora voraz</div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-44464267386719069862010-03-25T21:00:00.002-03:002010-03-25T21:00:03.750-03:00Sensual, exquisito y singular<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhycFRTJueIZbmVo-KTSL5L_mxZdLuv_lhu7XamLySns_8nSI89-ZKUmspFzpEE0Ik7ZYktDJ5nYh4SRp5Sn4v7nKQGplzVIP4H_XinF6LC8JdNq6qeT7OdsCrv41LDyccdN2fO5S4eTm0S/s1600/La+motocicleta+-+Andr%C3%A9+Pieyre+de+Mandiargues.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhycFRTJueIZbmVo-KTSL5L_mxZdLuv_lhu7XamLySns_8nSI89-ZKUmspFzpEE0Ik7ZYktDJ5nYh4SRp5Sn4v7nKQGplzVIP4H_XinF6LC8JdNq6qeT7OdsCrv41LDyccdN2fO5S4eTm0S/s320/La+motocicleta+-+Andr%C3%A9+Pieyre+de+Mandiargues.jpg" width="198" /></a></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: auto;">Así defino a <b>André Pieyre de Mandiargues</b> (1909-1991), un escritor francés que me fascina y que, desde luego, no es conocido. Aunque muchos lo califican directamente de erótico, para mí va más allá del mero Eros porque abarca la sensibilidad toda y por eso prefiero usar el término "sensual". <span class="Apple-style-span" style="border-collapse: collapse; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><span class="Apple-style-span" style="border-collapse: separate; font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium;">Hace poco tuve la enorme dicha de encontrar uno de sus libros, <i>La muchacha debajo</i> <i>del león </i>(editado en nuestro país por Sur, desde luego), en una mesa de libros usados, saldos y otros rezagos. Del mismo modo encontré los otros dos libros suyos que tengo: el que hoy me ocupa, <i>La motocicleta</i>, y <i>Al margen</i>, acaso uno de los más difundidos, que transcurre en el Barrio Chino de Barcelona (cualquier cosa que esté relacionada con Barcelona para mí ya es lo suficientemente interesante, no importa de qué se trate; y este es libro es una auténtica maravilla).</span></span></div></div><div style="text-align: justify;">Pero el libro que quiero comentar es el primero que llegó a mis manos, <i>La motocicleta</i>. Según anoté en su segunda hoja, lo compré en la librería Lenzi de La Plata. Para aquellos que no tengan la dicha de conocerla, la librería Lenzi es uno de los más bellos tesoros platenses (junto con la catedral, el bosque, el Museo, las plazas, los tilos y las diagonales, digamos), y lo es por la sencilla razón de que los libros allí no parecen agotarse nunca. Si uno deja pasar algunos años entre una visita y otra se encontrará siempre con que, mágicamente, florecieron nuevos estantes allí donde antes había un espacio vacío y más libros han venido a ocupar su lugar. No es exagerado ni hiperbólico decir que sus estanterías van desde el techo hasta el piso y que cubren todo el local, un arltiano local largo y profundo, aunque sin la sordidez del que describe Silvio Astier en <i>El juguete rabioso</i>. </div><div style="text-align: justify;">Pero lo que a mí siempre me intrigó y pobló mis sueños más recurrentes es el misterioso sótano donde el señor Lenzi guarda, estoy segura, incunables, libros raros, descatalogados, apócrifos, imposibles y hasta seguramente varios grimorios y alguna copia pirática del <i>Necronomicon </i>y del Onceno Tomo de la <i>Anglo-american Cyclopaedia</i>... No he sido bendecida con la gracia de descender a ese magnífico infierno de libros pero lo imagino aún más grande que el local superior, abarcando quizá la manzana completa o, por qué no, la ciudad entera; cual biblioteca de Babel debe contener millares de estantes que conforman un laberinto imposible u octogonal como el de <i>El nombre de la rosa</i>... En fin, delirios de una bibliómana sin recuperación posible. </div><div style="text-align: justify;">Vuelvo. Lo cierto es que me hubiera gustado releer <i>La motocicleta</i> para esta ocasión pero los tiempos tiranos no me dieron respiro para hacerlo. No obstante, una hojeada en diagonal (es decir, pasar cada página y detenerme en los subrayados) ha sido suficiente para volver a ese mundo onírico y maravilloso que se va desplegando página a página igual que la moto de Rebecca Nul, la protagonista, va hendiendo las rutas de Francia a Alemania... El argumento de la novela podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿Qué no haría una mujer por su amante? Estimo que nada. Y nótese que dije "amante", no esposo ni marido. Por el esposo o el marido haría, pienso yo, lo que hacen todos: lo mínimo indispensable. Pero ¿por el amante...? Por el amante haría las cosas más extraordinarias, como enfundarse en un traje de cuero negro revestido de piel y atravesar rutas y fronteras sólo para llegar a su cama lo más pronto posible. Por el amante cabalgaría en una moto-furia negra y cromada, por el amante atravesaría insoportables controles de aduana, sonrisas lascivas y comentarios obscenos. Por el amante se dejaría desnudar y estaquear sólo para que él pudiera disfrutarla más y mejor. Por el amante todo. Por el marido probablemente nada.</div><div style="text-align: justify;">Juzgo mejor que cualquier otra cosa que yo pueda decir copiarles algunos fragmentos de la novela, no tanto por lo que cuentan sino por cómo lo cuentan. Sólo allí puede apreciarse el exquisito arte de Mandiargues, la enorme poesía de prosa sensual, surreal, de un voltaje erótico tan alto como refinado; sólo allí se nota la mano de un verdadero <i>gourmet </i>del lenguaje, de lo que a mí misma me encantaría ser (y denodadamente trato de ser) como escritora. Me fascinan los escritores que tienen el don, la bendición, la gracia, la facilidad, el regalo de los dioses de hacer el amor mientras escriben, de hacerles el amor a las palabras, las frases, los párrafos; de, en definitiva, hacerle el amor a ese lejano fantasma que los leerá un día y se sentirá deliciosamente abrumado y apabullado, rojas y ardientes sus mejillas, su ritmo cardíaco acelerado, la sangre mareada y revuelta, el cuerpo tenso y laxo a la vez, todo porque un escritor supo cómo hacer que el lenguaje le obedeciera sin más: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>- "Ella no había cedido al consejo de los pájaros para que la tomara él, y además se sentía orgullosa como un caballero dentro de su armadura cuando se había revestido de su mono de cuero y se apoyaba en la motocicleta como en un corcel enjaezado, y tenía conciencia de que había que elegir al vencedor para remitirse a su discreción, rendirse a él con toda humildad y dejar que él deshiciera su coraza. Era lo bastante hembra, a pesar de su aspecto de muchacho, para no esperar de una coraza nada mejor que la dicha de la capitulación y el placer de la derrota."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Luego la línea recta vuelve durante una decena de kilómetros, hasta Soufflenheim, y esta rectitud con la que el espacio está cortado como a cuchillo da cierto vértigo que puede compararse al de la plomada, porque atrae como un abismo profundamente vertical al que se asomara uno. Extraño encanto de la línea de abeja, ¿se sabrá nunca lo que impulsa al insecto a lanzarse en línea recta, de tal modo, si será embriaguez, felicidad, rabia, sed de llegar al fin de su existencia, o cierto sentido del espacio de que el hombre no ha estado dotado nunca pero que sospecha con tal ocasión?"</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Porque querría estar al lado de Daniel Lionhart, sujeta a los deseos y a los dedos de Daniel con tanta obediencia como al aire las ramas de abeto, como ellas paciente y estremecida, dispuesta a expandir su polen al menor toque, sin tregua ni medida."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "¿Sería la vida humana, en realidad, sólo una serie de escalones, algo así como los rápidos en el curso de un gran río cuyas partes tranquilamente navegables se descienden con indiferencia o aburrimiento?"</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "'Rebecca', pronuncia ella, complaciéndose en llamarse en el momento en que a ciento sesenta kilómetros por hora aproximadamente corre hacia el lecho en que sabe reposa aquél a quien va a entregarse, aquél por el que desea ser tomada, aquél en quien un tigre y Dios caen siempre a una sobre ella y la desgarran."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Deleatur... Daniel, pedagogo, aprobaría verla pensar en latín la aniquilación de su esposo, y la ensalzaría con un cumplido colocándola cabeza abajo, con los lomos al aire, ofrecida al pillaje como a las abejas las bellas flores de la glicina."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "(...) ella se siente sobre todo embargada por una vida enormemente potente y provisionalmente contenida, que el dedo de su amante pondrá en comunicación con el universo cuando se acerque a su cuerpo."</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-36867950364937819022010-03-11T21:00:00.007-03:002010-03-11T21:00:04.648-03:00Las hipálages borgeanas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDGZyIrX4ISkwlR-T0AJYFHgdXZpSR11cI2GQXaIMXtUfPzTEQlwE5NTcjqaxBGsVAbkQBV8TRAH0zlCRCk9UkvU-J84OcBPF4q8WgAkWdlhPsAlGFaS5rhVNONCie7bmSJoJJTKejuBmz/s1600-h/Historia+universal+de+la+infamia+-+Jorge+Luis+Borges.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDGZyIrX4ISkwlR-T0AJYFHgdXZpSR11cI2GQXaIMXtUfPzTEQlwE5NTcjqaxBGsVAbkQBV8TRAH0zlCRCk9UkvU-J84OcBPF4q8WgAkWdlhPsAlGFaS5rhVNONCie7bmSJoJJTKejuBmz/s320/Historia+universal+de+la+infamia+-+Jorge+Luis+Borges.jpg" width="204" /></a></div><div style="text-align: justify;">A esta altura del partido pareciera que ya nada nuevo se puede decir sobre <b>Borges</b>. Sin embargo, dicho aserto, propio de los conformistas de siempre, no es cierto. Siempre se puede decir algo nuevo, original, novedoso o, por lo menos, interesante sobre Borges. Un gran autor, como una gran obra, nunca se agotan. Y en cuanto a Borges como a otros gigantes de la creación, existen tantas lecturas posibles como lectores los sobrevengan. </div><div style="text-align: justify;">Así pues, debo este posteo a una feliz circunstancia. Me encuentro realizando <a href="http://www.ccborges.org.ar/index2.htm">un curso sobre Borges en el C. C. Borges</a> (no tienen excusas para perdérselo porque se repetirá en abril) y decidí aprovecharlo como pretexto para escribir sobre él aquí. Desde luego, es más que evidente, que Borges nunca podría ser considerado un autor "abisal", es decir, poco o nada conocido. Su nombre es casi tan famoso en el mundo como el de Maradona (secretamente, espero que lo sea más). Su nombre es, en mi opinión, <i>sinónimo de literatura</i>, lisa y llana. Su nombre dio nacimiento también a un adjetivo que le es propio ("borgeano"), honor que comparte con otros dos monstruos de la literatura, a quienes con toda seguridad idolatraba: Cervantes ("cervantino") y Kafka ("kafkiano"). No sé cuántos escritores podrán decir lo mismo en las próximas centurias. </div><div style="text-align: justify;">Como ya mucha gente, mucho más capacitada que yo, ha desgranado centenares de volúmenes acerca de Borges y todas las cosas imaginables (Borges y la matemática, Borges y la ciencia ficción, Borges y la filosofía, Borges y Borges, Borges y Kodama, Borges y su madre, Borges y las mujeres, Borges y Bioy Casares, Borges y Cortázar, Borges y los laberintos, los tigres y los espejos, Borges y Blake, Swedenborg, Chesterton, Stevenson, Schwob et alia, Borges y la Biblia, Borges y Lugones, Borges y la biblioteca, Borges y la ceguera, Borges y Evaristo Carriego, Borges y los compadritos, Borges y la mitología griega, Borges y los militares, Borges y la crítica, etc.) yo tengo, para decirlo a su propio modo (la imitación también es uno de los modos del homenaje), un propósito más modesto. Me interesa hablar aquí de una figura retórica poco conocida, con un nombre hermoso y que abunda en uno de sus libros menos frecuentados, <i>Historia universal de la infamia</i> (1935): la hipálage. </div><div style="text-align: justify;"><i>Historia universal de la infamia</i> es una maravillosa "estafa" borgeana, si me permiten la (i)rrespetuosidad. Borges era un gran embaucador, lo que quiere decir un gran fabulador, no un mentiroso ni un impostor. Su sabiduría era todavía más vasta de lo que sospechamos, pero siempre tuvo el buen gusto de disimularla. Cuando digo que <i>Historia... </i>es una gran estafa me refiero principalmente a dos cosas: su rimbombante título, lo que da cuenta de que es un libro de los inicios, de un Borges "en formación", por así decirlo; y su escondida novedad: no son cuentos, tampoco son historias, son, como dice en el prólogo a la primera edición, "ejercicios de prosa narrativa". Son, también, veladas imitaciones de las <i>Vidas imaginarias</i> de Marcel Schwob, un libro delicioso de apócrifas (pero verosímiles) biografías de personajes reales (entre ellas, figuran las de Empédocles, Lucrecio, Petronio, Frate Dolcino, Pocahontas y Ucello).</div><div style="text-align: justify;">Y es que hasta el propio Borges tenía sus dudas y sus temores a la hora de escribir. Así, escribir estos "ejercicios", en los que mezcla ficción, fábula, historia e imaginación, le resultaba menos intimidante que escribir cuentos, materia en la que luego descollaría no ya a nivel nacional sino, ahora sí, universal. No obstante lo cual, el volumen presenta un cuento, "Hombre de la esquina rosada", que no es, a pesar de ser uno de los más difundidos, tanto por su permanente presencia en la "épica" borgeana (por pertenecer al sector de los compadritos), así como por su perpetua reedición en innumerables antologías, de sus mejores cuentos. De hecho, creo que es bastante mediocre y él mismo lo reconoce así en el prólogo de 1954 a <i>Historia...</i> Y no es, en modo alguno, el texto más interesante del volumen. </div><div style="text-align: justify;">Incluso creo que lo más interesante del volumen (aquí los eruditos dirían "una de las claves de lectura de toda la obra borgeana") se encuentra en ese mismo prólogo a la edición de 1954, con un Borges ya "formado" y plenamente consciente de hacia dónde debía dirigir sus pasos en el mundo literario, puesto que no era ya aquel "tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias". Dice allí, vía Bernard Shaw, que "toda labor intelectual es humorística". Estimo que cuando se comprende esta sencilla verdad, no hay texto alguno de Borges que pueda ser tachado de abstrusidad, de ininteligibilidad ni de cualquiera de las otras lacras que suelen endilgarle los envidiosos y los espíritus rastreros a los textos de Borges. Borges siempre fue, a semejanza de su maestro Macedonio Fernández, un humorista excepcional, un cultor del humor y la ironía más elevados. Claro, en lugar de recurrir a la fácil chabacanería, Borges eligió como plaza del humor la literatura y la cultura libresca en general. </div><div style="text-align: justify;">Pero, como siempre, me voy por las ramas (sepan disculpar, sostengo que la literatura y la escritura en general es el desbordarse y dispersarse por los vericuetos más insospechados eternamente). De lo que quería hablarles era de la hipálage, esa hermosa figura retórica de la que creo <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/07/los-del-perfecto-cuentista.html">he hablado aquí anteriormente</a> (*). El diccionario de la Real Academia Española la define así: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Arial Unicode MS', 'TITUS Cyberbit Basic', 'Lucida Sans Unicode'; font-size: 17px;"></span></div><div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 0em;"><span class="eLema" style="color: blue;"><b><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium;">hipálage</span></b></span><span class="eLema" style="color: blue;"><b><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium;">.</span></b></span></div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 2em;"><span class="eEtimo" style="color: green; font-family: 'TITUS Cyberbit Basic', 'Arial Unicode MS', 'Lucida Sans Unicode';"><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium;"><br />
</span></span></div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 2em;"><span class="eEtimo" style="color: green; font-family: 'TITUS Cyberbit Basic', 'Arial Unicode MS', 'Lucida Sans Unicode';"><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">(</span><a href=""><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">Del</span></a><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;"> </span><a href="" title="griego o griega"><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">gr.</span></a><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;"> ὑπαλλαγή, cambio).</span></span></div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 2em;"></div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 2em;"><span class="eOrdenAcepLema" style="color: blue;"><b><br />
</b></span></div><div style="margin-bottom: -0.5em; margin-left: 2em;"><a href="" name="0_1"></a><span class="eOrdenAcepLema" style="color: blue;"><b>1. </b></span><span class="eAbrv" style="color: blue;"><span class="eAbrv" style="color: blue;" title="nombre femenino">f.</span></span><span class="eAbrv" style="color: blue;"><i> <span class="eAbrv" style="color: blue;" title="Retórica">Ret.</span></i></span><span class="eAcep" style="color: black;"> Figura consistente en referir un complemento a una palabra distinta de aquella a la cual debería referirse lógicamente. <span class="eEjemplo" style="color: purple;"><i>El público llenaba las ruidosas gradas.</i></span></span></div></div><br />
<div style="text-align: center;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 8pt;">Real Academia Española © Todos los derechos reservados</span></i></div><br />
<div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero esta definición, como casi todas las que pueblan las abultadas páginas del DRAE, es manifiestamente insuficiente. Procuraré ser lo más clara posible: la hipálage es una variante de la sinécdoque, a su vez uno de los modos de la metonimia. ¿Qué es una metonimia? Es aludir a algo a través de una de sus partes o de alguna de sus características más relevantes. Por ejemplo, uno podría decir que Schumacher (o Marcos Patronelli, para hacer honor a mis compañeros florenses) es "un gran volante", donde 'volante' hace referencia a una de las partes de que se compone el instrumento de trabajo del citado piloto. Una sinécdoque es aquella metonimia en la que se toma la parte por el todo, como en el mismo ejemplo de Schumacher (con 'volante' se hace referencia a todas sus habilidades como piloto). Pues bien, una hipálage es entonces remarcar una característica de algo vinculado al todo o a las partes de manera elíptica, en tanto se nombra aquella característica pero aplicada a otra cosa... </div><div style="text-align: justify;">Veamos un ejemplo mejor que el proporcionado por el DRAE, citado por el propio Borges en, si no recuerdo mal, su texto sobre Lugones: "a la luz de la estudiosa lámpara". Las lámparas, de por sí, no son "estudiosas" ni ninguna otra cosa. Por lógica, son simplemente lámparas. Sin embargo, en la hipálage se supone la presencia de algo que no está nombrado sino a través de una de sus características más relevantes. En el caso del ejemplo, hace referencia a una persona estudiosa. Esa cualidad, por transitividad (otra característica de la metonimia), se pasa a la lámpara bajo cuya luz esta persona -no aludida directamente- se encuentra. Es, por lejos, una de las figuras retóricas más bellas porque supone una presencia (animada) que explícitamente no está allí pero que implícitamente aparece gracias a esta trasposición. </div><div style="text-align: justify;">En los textos de <i>Historia...</i> abundan las hipálages, en consonancia con el espíritu todavía barroco, según la propia afirmación borgeana, de que está impregnado el libro. Pasemos revista a algunos ejemplos: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">-"Parece que se alimentaba muy poco y que solía recorrer descalzo las grandes habitaciones oscuras, fumando <i>pensativos cigarros.</i>" (El sujeto de "pensativos cigarros" es tácito en esta oración y se encuentra explícito en la anterior; se trata de Lazarus Morell, el atroz redentor. El pensativo, por supuesto, es él). </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Su plan era de un <i>coraje borracho</i>." (Sigue refiriéndose al mismo Morell: nótese cómo funciona la hipálage desplazando las referencias. No se dice que Morell urdió su plan en plena borrachera si no que lo animaba un coraje "borracho", es decir, producto del alcohol, por tanto efímero, por tanto destinado al fracaso). </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Las <i>riberas despavoridas</i>" (Subtítulo de una de las partes de "La viuda Ching, pirata", que fue el que me dio la idea original de este posteo, por la genialidad de aludir al triunfo de "los seiscientos juncos de guerra y los cuarenta mil piratas victoriosos de la Viuda" sobre las aldeas de las riberas del Si-Kiang con esa simple construcción: no son sólo ya los habitantes de las márgenes de ese río los despavoridos por el poderío pirático sino las propias riberas. El pavor es tal que pasa de las personas al suelo del que éstas huyen). </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">- "Al fin los dos ilustres malevos conferenciaron en un bar, cada uno con un cigarro de hoja en la boca, la diestra en el revólver y su <i>vigilante nube</i> de pistoleros alrededor." (Nótese cómo una vez más lo importante es cómo se dicen las cosas y no tanto las cosas que se dicen: Borges, en lugar de decir "con su nube de pistoleros vigilantes alrededor" recurre a la hipálage y desplaza la referencia de 'vigilante' hacia la nube, es decir, hacia el conjunto compacto y cerrado de pistoleros, todos atentos al menor movimiento, que acompañaba a los gángsters. De este modo, se asegura no sólo la atención del lector sino que hace que una imagen convencional adquiera una fuerza inusitada: no es lo mismo "una nube de pistoleros vigilantes" -la opción lógica- que "su vigilante nube de pistoleros alrededor").</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Creo que estos ejemplos bastan para comprender de qué se trata y cómo funciona este mecanismo verbal que puede realzar, con apenas una trasposición bien lograda, no ya una frase o un párrafo sino todo un texto. La literatura borgeana es pródiga en este tipo de recursos. En la misma <i>Historia...</i> abunda otra de sus "marcas de autor" que lo harían tan famoso y reconocido: la enumeración caótica, o por lo menos la enumeración acumulativa (si me permiten el <a href="http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=pleonasmo">pleonasmo</a>) y desaforada que llegaría a su punto cúlmine en el cuento "El aleph" (¿No saben qué es un aleph? ¿ni un mizrah? ¿Todavía no lo leyeron? ¡Corran a leerlo! Lo pueden encontrar <a href="http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/aleph.htm">acá</a>). </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto, una borgeana irredenta.</b></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">(*) Buscando este enlace me encuentro con que allí, en el posteo sobre Roberto Mariani, doy otra explicación acerca de qué es una hipálage y dicha explicación se comprende mejor que la que tan alambicadamente he dado ahora aquí. Sin embargo, dejo a cargo del lector elegir qué explicación le gusta o conviene más, puesto que ninguna de las dos es incorrecta ni se invalidan mutuamente, aunque la que doy en el posteo citado es, si la memoria no me engaña, más acertada. Pero reitero que no invalida la que ensayé aquí y, por ende, tampoco invalida el análisis realizado después. Lo anoto a título de sorprendente (je je) curiosidad. </span></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-8753448672202273192010-03-04T21:00:00.001-03:002010-03-04T21:00:00.592-03:00Que el mundo arda a través nuestro<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhygAFerCnqYJV_D3rMfenINA_yIVF3QdOdvB-8PiFJw6zOvi-4v8QsWU02vOyVA1MIJ2-cpybIHW8dRrHUJ2WuYi7UVE3SiYGKT9SOn_7josrZY6GXMWgnJ-O69R5rZQCPO7lM5noH6UyH/s1600-h/Zen+in+the+art+of+writing+-+Ray+Bradbury.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhygAFerCnqYJV_D3rMfenINA_yIVF3QdOdvB-8PiFJw6zOvi-4v8QsWU02vOyVA1MIJ2-cpybIHW8dRrHUJ2WuYi7UVE3SiYGKT9SOn_7josrZY6GXMWgnJ-O69R5rZQCPO7lM5noH6UyH/s320/Zen+in+the+art+of+writing+-+Ray+Bradbury.jpg" width="188" /></a></div><div style="text-align: justify;">Acabo de terminar de leer uno de los libros más vivificantes y estimulantes que he tenido el placer (el honor diría) de leer en mi existencia. Se trata de <i>Zen en el arte de escribir</i>, de <b>Ray Bradbury</b>. Por cierto que Bradbury es un autor lo suficientemente conocido como para no ser considerado un autor "abisal", pero estoy segura de que este libro es el menos frecuentado de su producción lo que constituye, sin el menor desmedro por el resto de su obra, una verdadera pena. </div><div style="text-align: justify;">Nada entusiasma más a un escritor que leer cómo otro escritor se las arregla para crear sus metáforas y sus mundos cada día (a propósito, les recuerdo este <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2009/02/adictos-la-literatura.html">post</a> y <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/09/el-lector-privilegiado.html">este otro</a>). Nada entusiasma más que ver a un artista devoto de su obra y de su labor, comprometido firmemente con dar lo mejor de sí en cada momento, aferrado a convicciones imposibles de soslayar como las que mantienen a Bradbury produciendo todo el tiempo. Las mismas que sostienen todos los que han hecho algo que valga la pena de ser recordado en el mundo de la literatura. A saber: a escribir se aprende escribiendo. Y leyendo. Y corrigiendo. Sobre todo esto último. Sobre todo lo segundo. Pero muy especialmente lo primero.</div><div style="text-align: justify;">Y entonces este libro llega a mí en el momento indicado. En el momento en que más ayuda preciso, en el que más vulnerable me encuentro porque hace ya tres años que mis musas están rebeldes, en perpetua huelga de brazos caídos y, peor aún, en completo silencio. En opinión de algunas personas que me conocen esto no es cierto y hasta consideran que incluso escribo demasiado (o bien, demasiado "largo"). <i>No es así</i>. Escribo muy poco y muy entrecortado, aunque este y mis otros blogs parezcan desmentirlo. Antes yo escribía poemas todos los días. Buenos, malos, pésimos, no importa. Los escribía. Brotaban, todos los días estaban allí. Y cuando no estaban o andaban remolones, yo salía a buscarlos armada de mi red invisible para cazar libélulas y mariposas, esos frágiles insectos de la psique. Y además soltaba algún que otro cuento, trabajos para la facultad, hasta un diccionario si era necesario. Yo escribía a diario. Y no me privaba tampoco de escribir en mi diario y mandar no menos de diez, quince o veinte mails escritos "a la vieja usanza", es decir, como cartas y no como telegráficos sms.</div><div style="text-align: justify;">Pues bien. Todo eso dejó de funcionar hace aproximadamente tres años, meses más, meses menos. He buscado toda clase de ayudas y muchas dieron resultado. El taller literario de mi maestro <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2009/05/versea-tranquilo-con-mi-maestro.html">Marcelo di Marco</a> hizo florecer cuentos que yo nunca hubiera pensado escribir. Bien. Algún que otro poema incluso. Bien, otra vez. Luego, cuando fue evidente que el bloqueo no era sólo artístico sino emocional, vino al rescate <i>El camino del artista</i>, libro del que alguna vez tendré que dar debida cuenta en esta y en todas las páginas disponibles. Surgieron muchas cosas pero nada logró articularse aún en una obra. Poemas sueltos, sí. Textos varios, sí. Las invaluables páginas de la mañana, de acuerdo. Pero nada más. Las fuerzas de la represión interior seguían ganando la batalla. </div><div style="text-align: justify;">Entonces, este año, luego de <a href="http://curvasydesvios.blogspot.com/2010/01/salta-la-linda-con-muchas-curvas-y.html">mi vivificante viaje por Salta</a>, decidí que las cosas no iban a seguir así. Que iba a buscar más ayuda, que iba a hacer otras cosas, que iba a intentarlo todo hasta recuperar, como un atleta fuera de <i>training</i>, el músculo fiel de la escritura. Me anoté en un taller virtual con la maravillosa poeta Laura Yasán, pero también concurrí a un seminario de géneros literarios, dictado por Gustavo di Pace, quien nos facilitó, tras la primera clase, esta auténtica perla (más bien un largo y deslumbrante collar) de sabiduría que es <i>Zen en el arte de escribir </i>de Bradbury. </div><div style="text-align: justify;">Lo notable es que acaso por la primera vez imprimí un libro recibido en formato .doc para poder empezar a leerlo de inmediato. Tan grande como el entusiasmo que Bradbury muestra por el acto creativo fue mi entusiasmo con el libro. Página tras página (esta vez, hoja A4 tras hoja A4) asistía maravillada a una de las declaraciones de amor más auténticas y fabulosas al arte de la escritura y a la creación en general. Renglón tras renglón, párrafo tras párrafo me encontré con frases para enmarcar y empapelar toda una habitación si fuera posible, porque no son sólo guías para escribir mejor o para decir mejor lo que uno quiere decir sino que son frases para regirse en la vida, para conducirse y aventurarse en ese oscuro bosque que es el mundo y sus habitantes.</div><div style="text-align: justify;">Por eso hoy quiero compartir este entusiasmo con ustedes y acercarles algunas de ellas. Aunque hablen de la escritura o del proceso creativo están hablando de cómo superar los miedos, de cómo ser mejores personas (en un sentido "no ñoño", entiéndase), de cómo lograr esa intensidad que ninguna rutina ni ningún trabajo pueden opacar jamás. Están hablando de la pasión en su estado más puro, de la pasión que nos lleva a sublimar y transformar en oro puro, en la auténtica piedra filosofal, aquello que de otro modo nos heriría sin cesar y nos llevaría (como efectivamente nos lleva si lo dejamos) al aburrimiento, la pereza, la cretinización y la dejadez. </div><div style="text-align: justify;">Vengan conmigo y aprecien estas delicadas, ardientes e impetuosas maravillas condensadas en frases concisas y estimulantes, celebraciones tan apolíneas como dionisíacas: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><ul><li style="text-align: justify;">"Escribir es una forma de supervivencia."</li>
<li style="text-align: justify;">"Garra. Entusiasmo. Cuán raramente se oyen estas palabras. Qué poca gente vemos que viva o, para el caso, crea guiándose por ellas."</li>
<li style="text-align: justify;">"El primer deber de un escritor es la efusión: ser una criatura de fiebres y arrebatos."</li>
<li style="text-align: justify;">"Hoy por la tarde incendie usted la casa. Mañana vierta fría agua crítica sobre las brasas ardientes. Para cortar y reescribir ya habrá tiempo mañana. Hoy, ¡estalle, hágase pedazos, desintégrese!"</li>
<li style="text-align: justify;">"Adonde se mire en el cosmos literario, todos los grandes están atareados en amar y odiar. ¿Ha abandonado usted esta ocupación básica por obsoleta para su escritura? Entonces se pierde una buena diversión. La diversión de la ira y el desencanto, de amar y ser amado, de conmover y ser conmovido por este baile de máscaras en el que giramos desde la cuna hasta el cementerio. La vida es corta, la desdicha segura, la muerte cierta."</li>
<li style="text-align: justify;">"Saltar, correr, congelarse. En su capacidad de destellar como un párpado, chasquear como un látigo, desvanecerse como vapor, aquí en un instante, ausente en el próximo, la vida se afirma en la tierra."</li>
<li style="text-align: justify;">"¿Qué podemos aprender los escritores de las lagartijas, recoger de los pájaros? En la rapidez está la verdad. Cuanto más pronto se suelte uno, cuanto más deprisa escriba, más sincero será. En la vacilación hay pensamiento. Con la demora surge el esfuerzo por un estilo; y se posterga el salto sobre la verdad, único estilo por el que vale la pena batirse a muerte o cazar tigres."</li>
<li style="text-align: justify;">"Es mi opinión que para Conservar a una Musa primero hay que ofrecerle comida. (...) a lo largo de la vida nos llenamos de sonidos, visiones, olores, sabores y texturas de personas, animales, paisajes y acontecimientos grandes y pequeños. Nos llenamos de impresiones y experiencias y de las reacciones que nos provocan. (...) De esta materia, de este alimento se nutre la Musa. Ése el almacén, el archivo, al que hemos de volver en las horas de vigilia para cotejar la realidad con el recuerdo, y en el sueño para cotejar un recuerdo con otro, lo que significa un fantasma con otro, y exorcizarlos si hace falta."</li>
<li style="text-align: justify;">"Cuando la gente me pregunta de dónde saco las ideas me da risa. Qué extraño... Tanto nos ocupa mirar fuera, para encontrar formas y medios, que olvidamos mirar dentro."</li>
<li style="text-align: justify;">"Todo lo más original sólo espera que nosotros lo convoquemos."</li>
<li style="text-align: justify;">"Lea usted poesía todos los días. (...) En los libros de poesía hay ideas por todas partes; no obstante, qué pocos maestros del cuento recomiendan curiosearlos."</li>
<li style="text-align: justify;">"¿Por qué esta insistencia en los sentidos? Porque para convencer al lector de que está ahí hay que atacarle oportunamente cada sentido con colores, sabores y texturas. (...) Al lector se le puede hacer creer el cuento más improbable si, a través de los sentidos, tiene la certeza de estar en medio de los hechos."</li>
<li style="text-align: justify;">"Viviendo bien, observando a medida que vive, leyendo bien y observando a medida que lee, usted ha nutrido su Identidad Más Original. Mediante el entrenamiento, el ejercicio repetido, la imitación y el buen ejemplo ha creado un lugar limpio y bien iluminado para conservar a la Musa."</li>
<li style="text-align: justify;">"Hacia los catorce o quince años, mucha gente ya ha sido apartada de sus amores, de sus gustos antiguos e intuitivos, uno a uno, hasta que al llegar a la madurez no les queda nada de alegría, de garra, de entusiasmo, de sabor."</li>
<li style="text-align: justify;">"Cuanto más hacía, más quería hacer. Uno se vuelve voraz. Le entran fiebres. Conoce júbilos. De noche no puede dormir porque la criatura bestial quiere asomar y hace que uno se revuelva en la cama. Es un magnífico modo de vivir."</li>
<li style="text-align: justify;">"Sin fantasía no hay realidad. Sin estudios sobre pérdidas no hay ganancias. Sin imaginación no hay voluntad. Sin sueños imposibles no hay posibles soluciones."</li>
<li style="text-align: justify;">"La deliberación es enemiga de todo arte, sea la actuación, la escritura, la pintura o la propia vida, que es el arte más grande."</li>
<li style="text-align: justify;">"Nunca pasamos nada por alto. Somos copas que se llenan constante, silenciosamente. El truco consiste en saber volcarse para que la belleza se derrame."</li>
<li style="text-align: justify;">"A los amigos que escriben siempre he intentado enseñarles que hay dos artes: primero, terminar una cosa; y luego el segundo gran arte, que es aprender a cortarla sin matarla ni dejarle ninguna herida."</li>
<li style="text-align: justify;">"El artista aprende a omitir. (...) A menudo su arte está en lo que no dice, lo que omite, en la habilidad para exponer simplemente con emoción clara, y llevarla a donde quiere llegar."</li>
<li style="text-align: justify;">"Lo que estamos intentando es encontrar una forma de liberar la verdad que todos llevamos dentro."</li>
<li style="text-align: justify;">"Que el mundo arda a través de usted."</li>
</ul><div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-536867059381006792010-02-25T12:00:00.004-03:002010-02-25T12:00:03.119-03:00¿Quién doma a quién?<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifFPmoi-hfgu8Dbw5vp2Gp4W1y2dCYTGcj2yTllCInwY5nJcBpAAMEenZA4NS40cT0jk-10Betrh_Da6Lvp92n3EbKVeCG2EaSQ8DY3TpGWBYZXS5_lWAGlphKuOtz970YdB5L3h3NpBPU/s1600-h/El+var%C3%B3n+domado+-+Esther+Vilar.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifFPmoi-hfgu8Dbw5vp2Gp4W1y2dCYTGcj2yTllCInwY5nJcBpAAMEenZA4NS40cT0jk-10Betrh_Da6Lvp92n3EbKVeCG2EaSQ8DY3TpGWBYZXS5_lWAGlphKuOtz970YdB5L3h3NpBPU/s320/El+var%C3%B3n+domado+-+Esther+Vilar.jpg" width="192" /></a></div>Por razones que ya no viene al caso explicar he estado sin postear aquí en los últimos seis o siete meses. Por razones que tampoco viene ya al caso explicar, he decidido ponerle fin a esta prolongada ausencia. Y he elegido, para el operativo retorno, un libro que en su momento causó un enorme revuelo y que luego cayó, al menos por estas pampas, en el más oscuro olvido, a pesar de que se reeditó no hace muchos años y de que su autora prosiguió publicando otros ensayos tan polémicos como este, novelas y obras de teatro. </div><div style="text-align: justify;">¿Qué es una mujer? se pregunta <b>Esther Vilar</b> en <i>El varón domado</i> (Grijalbo, Buenos Aires, 1973). Y se responde: "una mujer es un hombre que no trabaja". Ésta es una de las tantísimas frases-granadas que se encuentran en aproximadamente cada página del libro. Vilar hizo lo que hasta ese momento (la primera edición es de 1971, tengamos este dato siempre presente) nadie había hecho: <i>desenmascarar a las mujeres</i>. No somos, como se ha dicho y repetido desde tiempos inmemoriales, las pobrecitas víctimas explotadas y subyugadas por los hombres tiranos sino sus más despiadadas explotadoras, más incluso que sus capitalistas patrones.</div><div style="text-align: justify;">Vilar ofrece argumentos sólidos como la roca para probar sus polémicos asertos. Pero, también, justo es reconocerlo, abusa un tanto de las posturas maniqueas y exagera ligeramente en algunas cuestiones. Así y todo, es difícil no ver cuánta razón hay en sus palabras, qué cerca de la verdad se encuentra y qué poco hemos entendido, al menos las mujeres, acerca de nosotras mismas. Tampoco es difícil no ver la ironía feroz y el humor mordaz que salpican convenientemente las páginas de un libro que, a pesar de la sorpresa de su autora, estaba destinado a ser un <i>best-seller</i> y a generar altas dosis de polémica incluso a casi cuarenta años de su primera edición. </div><div style="text-align: justify;">¿Dónde radica el secreto de <i>El varón domado</i>? No sólo en lo polémico por transgresor o desestabilizador de sus manifestaciones, sino en el tono lapidario de algunas de sus sentencias. Muy acertadamente, Vilar utiliza un lenguaje despojado, no carente de términos técnicos, pero en absoluto abstruso o complicado y le elimina cualquier posible floritura o adorno para hacer aún más fuertes y claras sus aserciones. Veamos algunos ejemplos breves (y algunos de ellos, debo decir, a riesgo de que me lluevan piedras de todos lados, irrefutables): </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>- "Sobre la sencilla base de que el hombre es un hombre y ella es algo enteramente distinto, a saber, una mujer, la mujer hace sin el menor escrúpulo que el varón trabaje para ella siempre que se presenta la ocasión."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Las mujeres no ejercitan sus disposiciones intelectuales, arruinan caprichosamente su aparato pensante y, tras pocos años de irregular training del cerebro, llegan finalmente a un estadio de estupidez secundaria irreversible."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Las mujeres pueden elegir, y eso es lo que las hace tan infinitamente superiores a los varones. Cada una de ellas puede elegir entre la forma de vida de un varón y la forma de vida de una criatura de lujo tonta y parasitaria. Casi todas ellas optan por la segunda. El varón no tiene esa posibilidad de elegir."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "Hagan lo que hagan para impresionar a las mujeres, los varones no cuentan en el mundo de éstas. En el mundo de las mujeres no cuentan más que las mujeres."</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>- "El varón necesita a la mujer para someterse a ella. Y con objeto de no tener que despreciarse a sí mismo, lo intenta todo para dotar a la mujer de cualidades que justifiquen su propia sumisión."</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Todo lo anterior, ha sido extraído de las primeras treinta páginas del libro. Con una precisión admirable, el tono asertivo y lapidario se mantiene hasta el final, y se encarniza -muy apropiadamente- cuando se refiere a las mujeres norteamericanas como las mayores y más exitosas "explotadoras" del planeta así como también las mujeres "más falsas", en tanto son puro perifollo y arreglo externo y superficial (y cero cerebro, desde luego). </div><div style="text-align: justify;">He tenido este libro desde hace años en mi biblioteca (así como otros de la Vilar que procederé a leer inmediatamente: <i>El varón polígamo</i>, continuación de éste y su novela <i>La matemática de Nina Gluckstein</i>) y nunca le había prestado demasiada atención. Lo había comprado porque sabía de todo el revuelo que se había armado en su momento, pero nunca lo había tenido en cuenta para leerlo y ver qué decía. Grande fue mi sorpresa cuando al leerlo comprobé que muchos de mis pensamientos acerca del mundo femenino se encontraban allí, tan prístinos y claros que casi daba miedo (y una gran excitación) seguir leyendo. Baste decir que lo liquidé en apenas tres días y que me quedé anonada al comprobar, al mismo tiempo, como muchas de las conductas "explotadoras" más reprobables están insertas y activas en mí, que me he considerado siempre lo anti-femenino en el sentido mismo que lo expone Vilar.</div><div style="text-align: justify;">Siempre pensé que la gran mayoría (no todas, por supuesto; gracias a Dios trabajo rodeada de mujeres sabias, bravas e inteligentes y no por eso menos "bellas" o "atractivas", como una gran parte del discurso oficial nos quiere hacer creer todavía) de las mujeres era idiota e ignorante por decisión propia. En los medios en los que me movía (familia, amigas, conocidas) veía siempre que estas mujeres infradotadas, no por la naturaleza sino por su propia dejadez, cultivaban con gran esmero la tontería más grosera y aparatosa y renunciaban voluntariamente al saber "para ser madres" o "para dedicarse completamente a la casa". ¿Quién, en su sano juicio, puede creer que dedicarse a la casa es una tarea digna o interesante? ¿Qué tan ciego e insensible hay que ser para no darse cuenta de que las tareas de la casa son una de las cosas más denigrantes que existen? ¿Y cómo es posible que con todos los adelantos tecnológicos con que se cuenta hoy día siga habiendo mujeres decididamente ignorantes e idiotas, que ni siquiera aunque trabajen o estudien logran alcanzar un mínimo de brillantez intelectual?</div><div style="text-align: justify;">Desde luego, es posible porque todo el sistema, tal como lo plantea Vilar, está pensado para servir siempre a los intereses de las mujeres, a saber, procurarse un hombre que las mantenga a ellas y a sus crías de por vida o por el mayor tiempo posible. Siempre me negué, de plano, a aceptar una cosa así (aquí mis mordaces compañeros podrían agregar "¡por eso no tenés novio!") porque siempre pensé que era una degradación moral esperar una cosa así de otro ser humano. Y sí, tal vez por eso no tenga novio o no me haya casado pero es que me niego, me rehúso y me resisto a creer que la única manera de conseguir interesar a un hombre sea o bien jugando el papel de nena tonta e indefensa que no puede hacer nada sola o bien el de una terrible y sensual vampiresa dispuesta siempre a cumplirle todas las fantasías (sexuales, por supuesto). </div><div style="text-align: justify;">El libro de Esther Vilar viene justamente a denunciar este estado de cosas que prosigue en el presente aunque haya ligeramente cambiado y hoy día muchas más mujeres trabajen, ocupen puestos de poder (pero mejor no opinemos de eso...) y cultiven verdaderamente su inteligencia (y no que se aprenden un par de cosas de memoria "para zafar" y nada más). </div><div style="text-align: justify;">En una ocasión asistí, horrorizada, a una discusión propia de imbéciles o retardados mentales, desde luego entre mujeres. Una de ellas se había casado recientemente y toda su aspiración en la vida parecía ser convertirse en la mujer perfecta, léase "el ama de casa perfecta" puesto que en su estrecha y condicionada mente no cabía la idea de que una mujer pudiera ser otra cosa. Toda su cháchara y parloteo incesante se dirigía una y otra vez hacia lo mismo y la bendita discusión que tuve el horror de presenciar giraba en torno a si debían o no plancharse las sábanas. Y en caso de que se plancharan, cuál era el mejor modo de doblarlas para que no se arrugaran. ¡Qué festival de sabiduría se necesita para debatir semejante cosa! El solo hecho de que esa "discusión" tuviera lugar demuestra hasta qué punto se puede ser "una criatura tonta y parasitaria" tal como lo sostiene Vilar. Para mis adentros yo me decía "si eso es ser una mujer, yo no quiero ser mujer!". Hoy día sigo pensando lo mismo, pero lo matizo del siguiente modo: <i>no quiero ser esa clase de mujer</i>, me resisto con todas mis fuerzas a ser una "mujer" cuya máxima preocupación es cómo se debe doblar una maldita sábana. </div><div style="text-align: justify;">Para finalizar -y abrir la polémica- transcribo un párrafo de un <a href="http://luchadores.wordpress.com/2006/10/22/reportaje-a-esther-vilar/">reportaje </a>realizado a Esther Vilar, quien ahora vive en Inglaterra, y prosigue denunciando lo que el <i>establishment</i>, los medios y muchas otras corporaciones no quieren que veamos: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: #2a2a2a; line-height: 24px;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;"><i><span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">“El tema de fondo en todo lo que escribo –dice– es el miedo a la libertad, por el cual vamos haciendo tantos contratos y siguiendo tanto a líderes políticos, ideológicos y religiosos. Una de las principales causas de los males de esta tierra es que siempre tenemos que seguir a alguien, por el pánico de asumir la responsabilidad de elegir y equivocarnos en la elección. Lo que queremos, en el fondo, es estar en una comunidad en la que todos nos portemos igual y que lo que sea bueno o malo sea definido desde afuera. Pero la libertad es la responsabilidad absoluta por nosotros mismos. Es saber que posiblemente vayamos a morir solos, y si no creemos en otra vida, en que la muerte es sólo mudarse de una casa a otra más cómoda, es algo bastante duro”.</span></i></span></span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><b>Analía Pinto</b></div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-30786288156601572362009-06-04T22:52:00.001-03:002009-06-04T22:52:31.056-03:00Verás pasar el mundo rodando en una lágrima<p align="justify"><a href="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Sih6W_aJ9UI/AAAAAAAAAow/fLyzPu-CNvk/s1600-h/Olga%20Orozco%5B3%5D.jpg"><img style="border-bottom: 0px; border-left: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-top: 0px; margin-right: 0px; border-right: 0px" title="Olga Orozco" border="0" alt="Olga Orozco" align="left" src="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Sih6XUlZL7I/AAAAAAAAAo0/hJxizoWphek/Olga%20Orozco_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="163" height="244" /></a> Cuando pienso en la poesía de <strong>Olga Orozco</strong> vienen a mi mente los destellos de las más extrañas gemas, el reflejo esplendente de los minerales subterráneos, el sonido de broncos retumbos bajo los pies, inviernos húmedos y lluviosos, vientos que de pronto arrasan con todo y se convierten luego en una brisa serena y estival; pienso en chispas, en impactos, en momentos de maravilla y gozo plenos. Pienso también en el dolor, en la hierática angustia del que sufre y sólo puede expresar su sufrimiento mediante los versos. Versos rojizos, dorados, oscuramente claros, profundamente sentidos, encadenados de metáforas vivas y alucinantes, como un mundo que cupiera en la palma de la mano o como una estrella fugaz, un galope rampante, un crujido de maderas antiguas, ancestrales, candentes, rugosas, ásperas pero tiernas en su interior. Cuando pienso en la poesía de Olga Orozco pienso también en sus gatos, en los paraísos prometidos y encontrados, en las aguas de un río que corriera bajo nuestros pies, oculto y rumoroso, en un sonido largo y lejano, como un vibrato, que sin embargo viene acercándose, acercándose, acercándose… Y pienso, desde luego, en los magníficos instantes en los que la poesía, sin más, nos ha arrebatado de este mundo y nos ha llevado al suyo sin transición por la puerta secreta de su encanto. </p> <p align="justify">Ayer comenzó, en la Biblioteca Ricardo Güiraldes de la ciudad de Buenos Aires, un taller gratuito de poesía latinoamericana dictado por la poeta Laura Yasán. Se trata, ni más ni menos, que de un recorrido posible por la extensa y variada geografía de nuestra poesía. Un paseo breve pero intenso por aquellos poetas insoslayables y también por aquellos que no son tan conocidos y que merecen ocupar un lugar de privilegio. Este maravilloso reencuentro con la poesía es el que, al fin, me ha traído hasta aquí, luego de una ausencia justificable sólo en parte (estoy trabajando más horas, estoy coordinando dos ciclos de poesía, estoy… etc.) y que ya me tenía bastante preocupada, pues no encontraba el texto ni la excusa para acercarme aquí de nuevo, a este rincón que amo tanto y que, presumo, precisamente por eso abandono muchas veces sin explicación alguna. </p> <p align="justify">En la clase de ayer se leyó a dos poetas nuestros: Juan Gelman y Olga Orozco. No son de mis poetas favoritos argentinos, pero no cabe duda alguna de que son insoslayables. Personalmente, me siento más inclinada hacia la poética de Orozco, pero nunca pensé que me sucedería lo que me aconteció ayer. Se leían los poemas, se comentaba algo acerca de ellos… en fin, lo usual en un taller que pretende no sólo hacer reflexionar sobre la praxis poética sino también animar a ella. Todo iba sobre ruedas hasta que se leyó un poema de Olga Orozco que, por su fuerza, por sus metáforas, por su <em>vívida lección moral</em>, me precipitó sin más a las lágrimas. No es algo que me suceda con frecuencia y pude comprobar que no fui la única a la que se le soltaron las amarras de la emoción. Es por eso que, siguiendo el espíritu del taller, en tanto lugar donde se desarma hasta la última pieza los artefactos poéticos para luego volver a armarlos, he decidido analizar en profundidad el citado poema. Creo que es una joya y que merece ser voceado a los cuatro vientos. </p> <p align="justify">Dice así: </p> <p align="justify"> </p> <p align="justify"><strong>ÉSA ES TU PENA</strong></p> <p align="left"><strong></strong></p> <p align="left">Ésa es tu pena. </p> <p align="left">Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no </p> <p align="left">/existieras</p> <p align="left">y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres</p> <p align="left">/que no vuelven. </p> <p align="left">Colócala a la altura de tus ojos</p> <p align="left">y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,</p> <p align="left">o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los</p> <p align="left">/amantes,</p> <p align="left">o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.</p> <p align="left">Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.</p> <p align="left">Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,</p> <p align="left">un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina</p> <p align="left">/del reverso del cielo. </p> <p align="left">Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una</p> <p align="left">/llama</p> <p align="left">y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.</p> <p align="left">No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno; </p> <p align="left">sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez </p> <p align="left">/de olvido.</p> <p align="left">Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.</p> <p align="left">No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre</p> <p align="left">/columnas rotas,</p> <p align="left">aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso</p> <p align="left">/prometido.</p> <p align="left">No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,</p> <p align="left">                                                                    no la gastes con nadie.</p> <p align="left">Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del</p> <p align="left">/naufragio:</p> <p align="left">sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.</p> <p align="left"> </p> <p align="justify">¿Dónde reside la fuerza, la potencia inusitada de este poema? En mi opinión reside en esa voz que parece hablarle a un otro (a ese misterioso “tú” al que se dirigen todos los verbos) pero que, en verdad, no hace más que hablarse a sí mismo. Este desdoblamiento es más poderoso y fatal que si, en verdad, el yo poético se dirigiera a un otro que está más allá de sí mismo. La violencia satinada del poema reside en que el yo poético se está hablando a sí mismo: ha logrado distanciarse lo suficiente de su ser, de su yo más ínsito, para poder apostrofarse y dirigirse a ese otro (que parece otro pero que es él mismo) y conminarlo a <em>no evitar</em> su pena. A no evitar el dolor. A atesorarlo, a atravesarlo entero en su pecho, a salvarlo de los demás, de todos los naufragios. Le está diciendo a esa parte de sí mismo que todos queremos evitar que lo único inevitable es la muerte y que si esa pena que nos hace únicos a todos y cada uno (y que cada uno sabe cuál es, lo sabe perfectamente bien) no es vivida en toda su intensidad nuestra vida no habrá valido nada.</p> <p align="justify">Veamos un poco cómo se logra semejante detonación emocional. </p> <p align="justify">La poeta no vacila en arrancar con un verso que por sí solo ya corta el aliento: “Ésa es tu pena” afirma con la razón de aquel que sabe <em>perfectamente</em> de lo que está hablando. El demostrativo ‘ésa’ no deja dudas acerca de qué pena es: es la tuya, se dice, es decir, la mía. A la vez, el lector del poema queda inmediatamente atrapado por la misma afirmación pues es lo suficientemente dura y tajante como para no dudar de qué se trata. Es <em>ésa</em> y ninguna otra. Pero “ésa ¿cuál?” podría uno preguntarse en un vano intento de escapar: la poeta comienza entonces a desplegar un bellísimo rosario de metáforas para que no nos quede ninguna duda acerca de cuál es esa pena que nos agobia pero que también nos define y redime. </p> <p align="justify">Los dos versos siguientes empiezan el delicado trabajo de delinear qué pena es: se dice que tiene la forma de un cristal de nieve (sabido es que ningún cristal de nieve se parece a otro, lo que se reafirma con la declaración de que tal cristal no podría existir si tú, es decir yo, no existieras) y que tiene el perfume del viento “que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven”. La doble personificación (el viento que acaricia, los amaneceres que tienen plumaje y por ende se los puede asimilar a al menos una entidad viviente semejante a un pájaro) es rematada con la aguda sentencia final: ningún amanecer vuelve y menos aquellos de los que está compuesta esta pena, que claramente fue, en su día, nuestra mayor felicidad. </p> <p align="justify">El cuarto verso se inicia con una frase exhortativa: se le pide al otro yo que coloque la pena a la altura de sus ojos a fin de ver con más detenimiento de qué se trata. La pena, que desde el comienzo es una entidad tangible y en ningún modo ideica o meramente sensorial, se corporiza cada vez más a medida que el poema avanza. Primero se la identifica (ésa, la que está allí y ninguna otra) y ahora ya se la puede manipular: es posible colocarla a la altura de los ojos, como si uno mirara a través de una piedra preciosa colgando de una cadenita. Este mirar con detenimiento dispara una selva de colores e imágenes de gran impacto visual y sensitivo: hay fondos de leyenda, hay amantes que se han ido, hay brebajes bebidos por ángeles. Una finísima imaginería que bordea lo místico y lo medieval se difumina por este sector del poema, siempre atacando los sentidos más vivos del lector. </p> <p align="justify">A continuación, llega el primer clímax del poema: el otro yo le está diciendo lo que verá (es decir, algo que él ya sabe y que el otro aún ignora) si mira al trasluz su pena: “verás pasar el mundo rodando en una lágrima”. ¿Hay imagen más bella, más conmovedora, más arrebatadora?</p> <p align="justify">La poeta no ceja en su intento por desgajar y desplegar el máximo fulgor posible de la veta poética que ha encontrado y sigue describiendo, con parsimonia y pasión controlada a la vez, lo que sucede con esta pena y, como una madre amorosa que amonestara a su hija díscola, le dice lo que no debe hacer con ella, a sabiendas, desde luego, de que será cruelmente desobedecida. Sin embargo, su deber es alertar(se) a sí misma aun sabiendo que sólo conseguirá “la bastarda maleza en vez de olvido”. </p> <p align="justify">Acaece entonces el segundo clímax del poema: como una suerte de verso resumidor se esclarece por qué es tan importante que no se evite la pena, nuestra pena: “Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras”. ¿Hay acaso verdad más cruel y más cierta? ¿No es una verdad incontrastable que cada quien arrastra consigo una pena que es única en su especie, que es absolutamente indeleble y que lo acompaña a uno adondequiera que vaya?</p> <p align="justify">Todo está listo entonces para atacar, como atacan los instrumentos de una orquesta el momento más crucial de una pieza musical de gran envergadura, la parte final del poema, el verdadero clímax. Se sigue amonestando, con dulce firmeza, al otro yo y por tres veces se utiliza la negación explícita: se le dice que no hallará otra igual, que no debe permitir que se disuelva en la costumbre, es decir, que la sepulte el agua sucia de lo cotidiano y lo intrascendente, y que no se la gaste con nadie, porque, desde luego, es un tesoro que nos pertenece únicamente a nosotros y que los demás no pueden, ni siquiera, vislumbrar. Es, precisamente, lo que nos hace únicos a nosotros mismos.</p> <p align="justify">Los últimos dos versos son significativamente decisivos: con la misma fuerza con la que se desencadena una tormenta descomunal sobre un cielo apacible de verano, el yo poético se dice a sí mismo lo único que en verdad se debe hacer con esta pena única e indeleble: atesorarla “como una reliquia salvada del naufragio” y sepultarla “hasta la empuñadura” en nuestro pecho, no para morir cobardemente sino para vivir valientemente al fin. Porque sólo los valientes, los corajudos, los bravos pueden arrostrar su pena sin renegar –jamás- de ella. </p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-2737234973040524792009-05-07T22:45:00.001-03:002009-05-07T22:45:00.321-03:00Verseá tranquilo, con mi maestro<p align="justify"><a href="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SgOOkbFk9kI/AAAAAAAAAnQ/eWZmrKSU46Y/s1600-h/Hacer%20el%20verso%201999%20-%20Marcelo%20di%20Marco%5B3%5D.jpg"><img title="Hacer el verso 1999 - Marcelo di Marco" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-left: 0px; margin-right: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Hacer el verso 1999 - Marcelo di Marco" src="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SgOOk7pcOeI/AAAAAAAAAnU/C00hik7JdT4/Hacer%20el%20verso%201999%20-%20Marcelo%20di%20Marco_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="170" align="left" border="0" /></a> Inconvenientes y situaciones de todo tipo me estuvieron impidiendo, en este último mes, ocuparme de mi querida fauna abisal. Incluso hoy mismo estoy con un resfrío bastante molesto que no deja de pedirme que me meta en la cama y chau, pero le prometí esta nota a mi maestro hace ya una semana y no le quiero fallar. Sobre todo, porque su libro me ayudó mucho más de lo que pueda parecer o de lo que él mismo pueda llegar a esperar. </p> <p align="justify"><a href="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SgOOloZqHRI/AAAAAAAAAnY/elSQuhm7O3Y/s1600-h/Hacer%20el%20verso%202009%20-%20Marcelo%20di%20Marco%5B3%5D.jpg"><img title="Hacer el verso 2009 - Marcelo di Marco" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-left: 0px; margin-right: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Hacer el verso 2009 - Marcelo di Marco" src="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SgOOmtf1djI/AAAAAAAAAnc/otUz0eOoYu4/Hacer%20el%20verso%202009%20-%20Marcelo%20di%20Marco_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="162" align="right" border="0" /></a> No es un libro más. <em>Hacer el verso (Apuntes, ejemplos y prácticas para escribir poesía)</em>, no es un libro más. Y la razón (feliz razón) de esta nota es que los señores de Sudamericana (ahora Random House Mondadori, a través de su sello Debolsillo) han tenido la excelente idea –¡ya era hora!- de reeditarlo y ponerlo nuevamente al alcance de todos, como el maravilloso espantapájaros de Girondo. Así es: <em>Hacer el verso</em>, de Marcelo di Marco, la Biblia de los poetas en ciernes, en formación y en maceración está de nuevo en las calles. </p> <p align="justify">Déjenme contarles brevemente de qué se trata y cuáles son, en mi opinión, sus puntos más fuertes. Son 100 notas ágiles, divertidas y amenas, escritas con la misma impronta que las del <em>Taller de Corte &</em> <em>Corrección</em>, sobre poesía. Sobre esa maravilla absoluta que es la poesía. O sobre cómo se hace (y se puede hacer) poesía. O sobre lo que significa poner a rodar un poema en el mundo, echar a volar versos sobre este hórrido mundo que vivir nos toca. O, más aún, sobre la delicada, maravillosa y visceral tarea que es ponerse a cincelar palabras como el orfebre, con paciencia infinita, realiza sus maravillas en el duro y frío metal. Pero eso no es todo: el libro trae, además, numerosos y útiles ejercicios, tanto para aquellos que apenas están dando sus primeros pasos en alas de Pegaso, como para aquellos que ya lo tienen bien domado (o eso creen, como fue el caso de una servidora). Por si eso fuera poco, sus dos golazos absolutos son, en mi opinión, la inclusión de gran cantidad de ejemplos poéticos de <em>poesía argentina actual</em> (y remarco esto bien remarcado, porque hubiera sido mucho más fácil y expeditivo buscar ejemplos en los grandes clásicos y chau) y las <strong><u>IMPERDIBLES</u></strong> (sí, así, con mayúsculas y subrayado) entrevistas a poetas argentinos que están (o estaban) escribiendo en esos/estos mismos momentos. No hay una entrevista en la que no se encuentre una gema, una pepita de oro puro lista para ser tomada por la mano ávida de conocimientos acerca de una de las cosas más inefables que hay en el mundo: la poesía, el poema.</p> <p align="justify">Este libro llegó a mí en el verano del 2004. Me lo regaló uno de mis mejores amigos (y mi co-equiper literario del boletín y de otros proyectos que estamos actualmente pergeñando), Cristian Vaccarini. Lo encontró, como suele suceder, en la mesa de saldos de una de las grandes librerías de Corrientes y, conocedor de la trayectoria de di Marco, no dudó un instante en agenciarse un ejemplar para él y otro para su compinche literaria favorita. Yo conocía a Marcelo como quien dice “de oídas” (o “de vistas”), sabía quién era y lo que hacía, pero no había leído nada suyo aún. Al comenzar a leerlo (y a realizar los ejercicios propuestos) me di cuenta inmediatamente de dos cosas: una, que estábamos en la misma sintonía en lo que a entender la poesía y la literatura como una actitud de vida se refiere y, la otra, que si realmente quería que mi poesía fuera poesía y no sólo balbuceos de principiante adornados bonitamente iba a hacer muy bien en seguir las indicaciones propuestas en su libro.</p> <p align="justify">Y así fue. La prueba más palpable de eso no fue sólo comprender más a fondo <em>cómo funciona el proceso de creación artística</em> (tan bien graficado en las expresiones “etapa volcánica” y “etapa quirúrgica”) si no ver, <em>in vivo</em>, los cambios que se producían en los poemas una vez que eran corregidos y revisados siguiendo muchas de las tácticas y prácticas propuestas por di Marco. No sólo estábamos en una misma sintonía en lo que se refiere a la práctica de la poesía sino también en lo que se refiere a la importancia de la corrección, de la revisión, de aquella “labor limae” a la que con tanto tino se referían los poetas griegos y latinos hace unos dos mil años aproximadamente. Es por eso, intuyo, que al momento de conocernos personalmente fue como si nos conociéramos de toda la vida y hoy día, cuando ya hace más de un año que concurro a su taller, me sigue pareciendo que Marcelo ha estado siempre ahí, guiándome y aconsejándome. Primero con sus libros, ahora con su palabra en vivo y en directo.</p> <p align="justify">Animo, como siempre que alguien me ha preguntado por esto, a todas las personas con inquietudes poéticas valederas, que vayan más allá de unas rimas de ocasión o de la terapéutica descarga de emociones que no se sabe cómo canalizar por otro lado, a que consigan sin dilación este libro. No tiene sólo “lecciones”, por así decirlo, de poesía si no también de vida. </p> <p align="justify">Para finalizar, algunas pastillitas del libro y la transcripción de un poema mío (me perdonarán la arrogancia) en su versión original y en su versión corregida y pulida siguiendo muchas de las propuestas de <em>Hacer el verso</em>: </p> <p align="justify"> </p> <p align="justify"><strong>Pastillitas:</strong></p> <p align="justify"><strong></strong></p> <p align="justify">- “Existe una enorme diferencia entre expresarse poéticamente, con garra, con delirio… y componer ‘versitos’ más o menos bonitos, palabritas dulzonas y con musiquita incorporada.”</p> <p align="justify">- “En un mundo estúpido y diabólico, donde la mayoría ni siquiera puede cuestionarse para qué vive, la poesía no sólo es necesaria sino que justifica todo lo que de humano tienen nuestras acciones.”</p> <p align="justify">- “Según Paul Eluard, poesía es ‘dar a ver’. Vivir como artista es encontrar otra manera de <em>ver</em>, para después <em>decir</em>.</p> <p align="justify">Y una vez que el poema está escrito, le toca al otro, al lector: él completa el círculo, <em>viendo</em>.”</p> <p align="justify">- “La ausencia de buena poesía en nuestra mesa de luz nos hace partir de una idea equivocada. Y se escribe, entonces, desde una imagen inventada de ‘poeta’, <em>haciendo como que se escribe poesía</em>. Todos los clichés hacen del afán de ‘hacer literatura’, de escribir bonito.”</p> <p align="justify">- “A escribir se aprende escribiendo y, sobre todo, leyendo. A trabajar se aprende viendo procedimientos de otros poetas, para ir descubriendo los propios.”</p> <p align="justify">- “Si el poema no conmueve, si el poema no encandila la mirada del otro y la dirige hacia ese deslumbrante reordenamiento de las cosas, no es un poema. Si no logra arrebatarnos del mundo para siempre, no es un poema.”</p> <p align="justify">- (…) la tarea [del poeta] consiste en <em>dejarse de pensar para dejarse hablar</em>.”</p> <p align="justify"> </p> <p align="justify"><strong>Puesta en práctica:</strong></p> <p align="justify"> </p> <p align="justify"><strong><em>(versión original)</em></strong></p> <p> </p> <p>donde la oscuridad es otro sol </p> <p>el poema dice lo contrario de lo que mi lengua dice</p> <p> </p> <p>en su cauce —animado por un viento nuevo— se desplaza</p> <p>—tambaleante como un niño—</p> <p>aquello que mi lengua todavía no sabe decir</p> <p> </p> <p>esto es, lo que el poema aún no supo conquistar</p> <p>con el ciego ardor de sus manos y sus remeros</p> <p> </p> <p><strong><em>(versión corregida y pulida)</em></strong></p> <p> </p> <p>donde la oscuridad es otro sol </p> <p>el poema dice lo contrario de lo que el mar me escribe</p> <p> </p> <p>y en su cauce, animado por un viento propicio, se desplaza</p> <p>—tambaleante como un niño—</p> <p>la nave que conduce </p> <p>lo que mi lengua no sabe decirle</p> <p> </p> <p>lo que el poema </p> <p>aún no supo conquistar </p> <p>con el turbio arrojo de sus remeros</p> <p> </p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong> <em>(para mi maestro, por tantas horas de felicidad compartidas en su “yerta” y por las horas por venir)</em></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-27103520652777027832009-04-09T18:08:00.001-03:002009-04-09T18:08:58.223-03:00Mortal y rosa<p align="justify"><a href="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Sd5j5Zcok8I/AAAAAAAAAmI/20dnOrpoCj8/s1600-h/Mortal%20y%20rosa%20-%20Francisco%20Umbral%5B5%5D.jpg"><img title="Mortal y rosa - Francisco Umbral" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin: 0px 5px 0px 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Mortal y rosa - Francisco Umbral" src="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Sd5j57SebxI/AAAAAAAAAmM/pBpGJSh6qhI/Mortal%20y%20rosa%20-%20Francisco%20Umbral_thumb%5B3%5D.jpg?imgmax=800" width="151" align="left" border="0" /></a> Este blog cumple exactamente hoy un año de vida. Por ello he decidido, por esta vez, no hablar yo sino dejar que hable un libro. Un libro dolorosamente hermoso. Un libro sentido, extraído de la carne misma de su autor. Un libro lleno de imágenes cautivantes, expresionistas, sorprendentemente precisas y plásticas. Y sin embargo, es el libro de un padre que perdió a su hijo. Su hijo de apenas cinco años. Ese al que oía crecer entre el estrépito insensato de la ciudad y el mundo. Es una novela, pero sin capítulos, una novela lírica, sólo con algunos hilos conductores que se repiten y retuercen sobre sí mismos, fieles a la escritura helicoidal de su autor. Es un poema en prosa, mejor. O, más todavía, es un largo poema que inadvertidamente se volvió diario íntimo y novela deshecha. Es, además, uno de los libros menos conocidos y celebrados de su autor. Es <em>Mortal y rosa</em>, de <strong>Francisco Umbral</strong>, el primer autor con el que se inauguró, hace ya un año, Fauna Abisal. </p> <p align="justify">Helo aquí, en algunos (pocos, ¡ay!) de sus delicados y morosos fragmentos: </p> <p align="justify">“La carne no se deja literaturizar. A veces, si la cogemos distraída, es transparente y permite ver el hueso y la nada. Pero si hacemos esto con premeditación y miramos de reojo nuestra carne o la de otro hombre o mujer, se cierran filas, se armoniza la figura, se espesan los colores. La vida es opaca para la muerte. Gracias a eso vivimos.”</p> <p align="justify">“La mujer quiere un poco de selva. La desnudez es la selva que llevamos aún en nosotros. La carne es el último paraíso perdido e imposible. Tiene que haber naturaleza en el cuerpo, boscosidad, porque el sexo es, ante todo, una recuperación de los orígenes, y esos cuerpos desnaturalizados por un exceso de cuidado y artificio han borrado de sí la selva. Ya no son nada.”</p> <p align="justify">“Toda situación entre hombre y mujer es siempre tensa y falsa porque hay un tercero entre ellos, un antropoide que va y viene, se impacienta e interrumpe de vez en cuando: ‘Bueno, empezamos o qué’.”</p> <p align="justify">“La primera niñez, la época que perdemos de nuestra vida, de la que nunca sabemos nada, sólo se recupera con el hijo, con él vuelve a vivirse. Gracias al hijo podemos asistir a nuestra propia infancia, a nuestro propio nacimiento, y yo miraba aquellos ojos cerrados, aquel llanto rosáceo, y me veía a mí mismo, por fin, en el revés del tiempo. El niño, su debilísimo denuedo, su crueldad rosa, fe total en la vida, sin pasado ni futuro, presente completo, y cómo se ha ido abriendo paso a través del idioma, cómo ha ido abriendo frondas, formando palabras, y llega ya hasta mí, venido de la manigua que nos separaba, del bosque de los nombres y las letras, y está ya de este lado, habitante del alfabeto.</p> <p align="justify">Nunca llevamos a un niño de la mano. Siempre nos lleva él a nosotros, nos trae.”</p> <p align="justify">“Nunca aprenderemos que la vida es sexo, que el sexo no es una moneda, que no se trata de una contraprestación, sino de dejar que los manantiales del ser corran libres y coloreen el mundo.”</p> <p align="justify">“Hilvano el mundo con los ojos.”</p> <p align="justify">“Los ojos pastan en el libro y a veces, al cerrar el libro, los ojos se quedan dentro, como hojas frescas, y ando ciego por la vida, sin ojos, sin ver el mundo, porque los ojos siguen mirando lo que han leído, se han enterrado en letra impresa.”</p> <p align="justify">“Niño mío, hijo, fruta fugaz, manzana en el mar, siempre lo he dicho, milagro instantáneo, doblemente imposible, estoy aquí, en el desorden de tu ausencia, entre los colores, animales, objetos, hierros, ruedas y seres de tu mundo, tan muertos sin ti, juguetes de un sol solo que apenas los roza, y me mira tu ausencia desde todas las paredes, encarnas en fotografías cuando halago el tacto de la nada. No estás.”</p> <p align="justify">“Antes, cuando era un escritor joven y responsable, quería describir minuciosamente las situaciones, los lugares. Luego comprende uno que basta con dar un olor o un color. Al lector le basta. Al lector le sirve esto mucho más. Dice Baroja de una calle que era larga y olía a pan. Ya está. Un largo olor a pan. Para qué más.</p> <p align="justify">El arte descriptivo, minucioso, es pueril y pesado. El arte expresivo, expresionista, aisla rasgos y gana, no sólo en economía sino en eficacia, porque arte es reducir las cosas a uno sólo de sus rasgos, enriquecer el universo empobreciéndole, quitarle precisión para otorgarle sugerencia.”</p> <p align="justify">“Los que sufrimos la alucinación constante de la realidad no necesitamos alucinógenos.”</p> <p align="justify">“Y escribo, cada mañana, me siento a la máquina, dejo que fluidos oscuros, luminosidades de la noche asciendan a mí, y todo el torrente del idioma pasa a través de algo, de alguien, porque escribir es una cosa pasiva, receptiva, contra lo que se cree, así como leer es algo activo, creativo, voluntarista.”</p> <p align="justify">“Quizá la literatura sea eso. Desaparecer en la escritura y reaparecer, gloriosamente, al ser leído. Por eso no hay que hacer demasiado evidente el esfuerzo del pensamiento al escribir. Para no entorpecer la resurrección de la carne que glorifica al autor cuando es leído.”</p> <p align="justify">“Hay un hombre que ha querido hacerse su verdad y comunicárnosla. Hay un hombre que necesita afirmarse modificando el mundo, que necesita explicarse el mundo para explicarse a sí mismo. Hay un hombre que vive y muere en su libro, naufraga en el propio mar que él ha creado.”</p> <p align="justify">“Meter la vida en un libro, tomarle medidas al tiempo. Esto es escribir. Darle unas dimensiones convencionales a la existencia. Se manipula el tiempo a efectos artísticos y se reina así, falsamente, secretamente, sobre la propia vida. El tiempo corre cuando se le deja libre. Hay que cazarlo en la ratonera –ratón, el tiempo- de un libro, de un proyecto, de un viaje.”</p> <p align="justify">“El niño es la creación sin angustia.”</p> <p align="justify">“Gracias a la literatura he podido mantenerme al margen de los mercados del hombre, e incluso cuando más de cerca parece que toco el mundo con mi prosa, estoy salvado y lejano en el mero arte de escribir, en el mundo cerrado que es la literatura.”</p> <p align="justify">“De la dicha sólo tenemos el recuerdo: nunca hemos tenido la experiencia.”</p> <p align="justify">“La cultura es una domesticación.”</p> <p align="justify">“Abril, espuma verde bajo los pies breves de mi hijo, cadera femenina del mundo, costado pálido, idioma salvaje de la lluvia, lenguaje de todas las primaveras, caligrafía torrencial que deja dicho en el aire el secreto simple del universo.”</p> <p align="justify">“El mar es la tierra firme de los niños.”</p> <p align="justify">“El mar nunca defrauda.”</p> <p align="justify">“Tu muerte, hijo, no ha ensombrecido el mundo. Ha sido un apagarse de luz en la luz. Y nosotros aquí, ensordecidos de tragedia, heridos de blancura, mortalmente vivos, diciéndote.”</p> <p align="justify">“(…) tengo que resignarme a hacer literatura en mi diario íntimo, y a que vaya resultando un poco el poema en prosa de unos graves meses de mi vida, o la novela de un mal novelista.”</p> <p align="justify">“Toda la locuacidad del mundo me habla en tu silencio. Todo el silencio del mundo habla eternamente en tu adorable locuacidad.”</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> <p align="justify"><em>Addenda</em>: Este libro ha sido el único libro de mi biblioteca, hasta el momento, que atravesó todo un océano para llegar hasta ella. Desde que conocí a Francisco Umbral, hace ya muchos años, que siempre me fui topando con sus libros en las librerías de usados de Corrientes, pero nunca, jamás, aparecía <em>este</em> libro, el más sagrado, el más íntimo, el más revelador. Y así, hasta que se me ocurrió pedírselo a mis primos que viven en España y en enero del 2004, por fin, llegó hasta mí. Fue una espera que valió la pena.</p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-55237462667496290322009-04-02T15:37:00.001-03:002009-04-02T15:37:49.407-03:00El loco Sebastián Morilla<p align="justify"><a href="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SdUF91q7r_I/AAAAAAAAAj8/1EDsRd2xEA8/s1600-h/Estamos%20todos%20nerviosos%20-%20Carlos%20Mar%C3%ADa%20Car%C3%B3n%5B7%5D.jpg"><img title="Estamos todos nerviosos - Carlos María Carón" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-left: 0px; margin-right: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Estamos todos nerviosos - Carlos María Carón" src="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SdUF-3W2QHI/AAAAAAAAAkA/-A7lv8P52eU/Estamos%20todos%20nerviosos%20-%20Carlos%20Mar%C3%ADa%20Car%C3%B3n_thumb%5B5%5D.jpg?imgmax=800" width="169" align="left" border="0" /></a> Hoy es 2 de abril y antes de ayer murió Alfonsín. Parece claramente el fin de una era, o algo así. Pensaba hablar sobre él en <a href="http://curvasydesvios.blogspot.com/" target="_blank">Curvas</a> pero rápidamente me di cuenta de se iba a solapar con lo que pudiera decir aquí acerca de la guerra de Malvinas y entonces decidí unificar todo en un solo posteo, este. </p> <p align="justify">Que no sé qué tan bien quedará porque me he levantado, en este día feriado, particularmente remolona y fiacosa, cosa que detesto y que suele sucederme más seguido de lo que sería medianamente aconsejable. Parece que cuando mayor ímpetu toman mis días (o mi vida), más remolona y haragana se pone mi cabeza (o mejor mi inconsciente) y suceden este tipo de cosas. </p> <p align="justify">Igualmente, es un día raro. Se murió Alfonsín, llegó definitivamente el otoño, la selección fue vapuleada por un equipo inferior, el campo sigue de paro, la crisis mundial no se detiene, hay amores (o fantasmas, aún no queda claro) que regresan y sin embargo las formas del mundo mantienen su textura y su color: en cambio, se iluminan de tímidos pero fulgurantes haces gracias a otras presencias, pero no deja de ser todo muy raro aún.</p> <p align="justify">En mi vida, el recuerdo de Malvinas y el de Alfonsín van casi de la mano y van de la mano del momento más trágico. No tanto Malvinas, que fue anterior, pero sí Alfonsín y el retorno de la democracia. Se votó en octubre del 83 y la democracia nació, como ya todos harto sabemos, el 10 de diciembre de ese mismo año. Apenas doce días antes de ese magno evento había muerto mi madre. Es por eso que con la muerte de Alfonsín y con el recuerdo de aquellos días vino también ese ominoso momento a mí. </p> <p align="justify">Tal vez ello explique mi apatía de hoy. </p> <p align="justify">En cualquier caso, no quise dejar de cumplir con el deber/placer que yo misma me he propuesto y busqué algún libro que tuviera que ver con esos hechos para comentar hoy aquí. Revisé la sección de literatura argentina de mi biblioteca y di con uno que mencioné en posteos pasados y que viene como anillo al dedo para esta ocasión. Pero fiel a mi vagancia pertinaz habrá pocos comentarios aquí hoy y más que nada habrá un fragmento de esa novela que creo ilustra a la perfección parte del clima enfervorizado y patético que se vivía en aquellos días, en los tristes días del 82. </p> <p align="justify">Yo estaba en tercer grado. Era una nena como cualquier otra (o eso creía hasta ese momento). Tenía un gatito que adoraba, llamado Leo. Vivía con mis padres y mi abuela. Bueno, no era exactamente así, pero pongamos (no puedo recordar con exactitud cuándo fue que mis padres se separaron, algo rarísimo en aquella época; los padres no se separaban con la facilidad con que se separan ahora). Y estalló la guerra, allá, lejos, en el sur. De pronto, en el colegio, todo se volvió dibujar banderas argentinas, escudos, escarapelas y temblorosos mapas de las Islas Malvinas con un orgullo patriótico inusitado. No se escuchó una sola canción más en inglés en ninguna radio ni en la televisión, todo era argentino, criollo y nacional. Fuera ingleses de las Malvinas. El que no salta es un inglés. Y así por el estilo. ¡Y yo que tenía un abuelo nacido en la isla de Malta con pasaporte británico!</p> <p align="justify">Pero lo que más recuerdo es haber escrito una carta para un o para los –jamás podré saberlo- soldados argentinos. ¿Qué diría esa carta? Fue una tarea de la escuela, pero recuerdo que la escribimos en el colegio mismo. Y que al día siguiente, o quizá ese mismo día, cómo saberlo ya, llevamos atados de cigarrillos y barras de chocolate para enviarles a los soldados junto con nuestras cartitas de aliento y devoción por esos héroes. Luego vendrían los desengaños, el desencanto, el silencioso recibimiento de los derrotados.</p> <p align="justify">Conocí a un ex combatiente de Malvinas (había puesto “veterano” y lo cambié, no sé por qué). Una noche ya muy lejana, en Cemento, donde coincidíamos a menudo, me contó de los horrores de la guerra. No recuerdo más que la imagen de la batalla cuerpo a cuerpo, de que se te venga un tipo armado encima y apenas poder defenderte. No sé qué habrá sido de él, no volví a verlo. Tanta gente que conocemos y ya no volvemos a saber de ella… tenía su tarjeta por algún lado donde decía que había sido combatiente. </p> <p align="justify">Pero no me interesa entrar en discusiones políticas. Me interesaba colgar estos recuerdos como quien tiende la ropa para que se seque al sol y dar un mínimo pantallazo acerca de cómo la literatura reflejó este hecho. La clásica novela al respecto es <em>Los pichiciegos</em> de Fogwill, pero no la he leído (ni la tengo). Así que aquí les transcribiré una de las cartas del loco Sebastián Morilla, un personaje alucinante, que al parecer existió y no fue un invento del autor, que conforman la novela <em>Estamos todos nerviosos</em>, de <strong>Carlos María Carón</strong>.</p> <p align="justify">Tampoco sé nada de este autor, sólo que nació en Azul (provincia de Buenos Aires) en 1935, que dictó talleres literarios y que, además de esta novela, publicó <em>La majareta o los 107 locos</em> (1981) y el libro de cuentos, que también tengo, <em>Haig, la mediación y otras manías porteñas</em> (1982). Y que, como dice la contratapa de <em>Estamos todos nerviosos</em>, “una característica que se destaca en sus obras es la perspectiva humorística sobre la realidad argentina”. Y a las pruebas me remito entonces: </p> <p align="justify"><strong>Carta expreso certificada vía aérea enviada por el loco Sebastián Morilla a Andrew Dwight Artllson a Inglaterra durante la guerra de Malvinas en mayo de 1982:</strong></p> <p align="justify">Querido Maldito colonialista:</p> <p align="justify">Estamos todos nerviosos. Punto aparte. Galtieri tomó las Malvinas en un momento de nervios y la Thatcher nerviosa perdida nos mandó la flota. Punto aparte. Se armó la gorda. Punto aparte. Los gurkas vienen muy nerviosos por exceso de cerveza y los soldados argentinos por falta de años. Che pedile al marido de la reina que le pida al hijo que le pida al hermano que la pida a la reina que le pida a la Thatcher que le pida a los ingleses que no busquen roña. Punto aparte. Si esta guerra se para con devolver Malvinas a la Argentina Hong Kong a China Guyana a Venezuela Gibraltar a España Canadá a América Australia a Australia Oceanía al Asia y unas pocas docenas de robos más a sus legítimos dueños I’m not english I’am argentine How many time did you live in India? This is a red pencil. Punto aparte. Me pica la nariz adentro muy hondo y mucho por la guerra pero me siento patriótico Catalina y yo nos acostamos tapados con la bandera argentina. Punto aparte. How old are you? Nos vamos a defender Andrés, esta guerra la gana Argentina  soy loco pero no estúpido tenemos al Soldado Chamamé cuidando la parte del Litoral tenemos en el gran Buenos Aires a Lindor Covas el Cimarrón, en la Capital a Clemente Diógenes y el Linyera tenemos a Teodoro y Galtieri, tenemos en La Pampa a Poncho Negro en el Norte al Cacique Paja Brava cubriendo la Patagonia están Patoruzú Upa y la Chacha Mama si avanzan los atacamos con Martín Karadajián campeón del mundo El Hombre de la Laguna, El Androide, la Momia Blanca y la Momia Negra tenemos al general Menéndez en Malvinas que dijo que no lo sacan vivo de allí y que se van a arrepentir de haber venido y que le manden al principito tenemos a José María Muñoz para transmitir los festejos después que ganemos la guerra y tenemos un aguante con ustedes los ingleses que somos capaces de perderla para que los que se jodan sean ustedes y se sigan aguantando a la Thatcher. Punto aparte. En esta guerra el que gana pierde y el que pierde cambia de gobierno y gana it is a little boy come back my dear. The end.</p> <p align="justify">Belicosamente</p> <p align="right">Sebastián Morilla</p> <p align="right"><em>(Reservista)</em></p> <p align="right"><em></em></p> <p align="justify">Mientras copiaba este fragmento recordé que yo fui a la Plaza de Mayo el día que Galtieri convocó al pueblo para su arenga final. Iba a caballito de mi padre y esa fue la única vez, que yo sepa, que participé de una marcha o cosa similar, lo mismo que mis padres. ¿O acaso me confundo con el festejo del Mundial 78? Hum…</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-4412322252906290982009-03-26T23:20:00.001-03:002009-03-26T23:20:16.501-03:00300 cuentos y un cazador de historias<p align="justify"><strong><a href="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Scw32tCNSMI/AAAAAAAAAhc/K9clfAykd8c/s1600-h/Guy%20de%20Maupassant%5B17%5D.jpg"><img title="Guy de Maupassant" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin: 0px 10px 5px 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Guy de Maupassant" src="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/Scw334j8-RI/AAAAAAAAAhg/dUmt-Bj18Ys/Guy%20de%20Maupassant_thumb%5B15%5D.jpg?imgmax=800" width="175" align="left" border="0" /></a> Guy de Maupassant</strong> escribió más de trescientos cuentos, varias novelas breves y cientos de artículos y crónicas para los diarios más famosos y reputados de su época y, sin embargo, estoy segura que muchos de los lectores leyentes se preguntarán: “¿quién? ¿Guy qué?”. </p> <p align="justify">Maupassant fue gran amigo de Flaubert, quien lo introdujo en los círculos literarios parisinos y actuó a modo de “padrino”, permitiéndole así publicar su primera obra en cobrar renombre, el relato “Bola de sebo”, considerado por muchos el punto más alto del realismo decimonónico y también, el puntapié inicial del naturalismo. Maupassant escribió también cuentos de terror, el más famoso de ellos, “El Horla”, y fue el indiscutido maestro de otros dos maestros: Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga. Pasar por esta vida y no leer a Maupassant, sobre todo si uno es escritor, es un crimen que se puede pagar muy caro. </p> <p align="justify">Y el francés logró todo esto con apenas cuarenta y pico de años (cuarenta y tres exactamente: 1850-1893), antes de que la sífilis y la locura se lo llevaran a sus abismos, como a tantos otros contemporáneos suyos (Nietzsche, sin ir más lejos). Al notar este hecho una vocecita cruel me susurra: “¡apúrate, date prisa, tienes casi treinta y cinco años y aún no has hecho nada que valga la pena ser recordado! ¿qué rayos estás esperando? ¡ponte a escribir de una maldita vez!” (la vocecita cruel me habla de tú, no sé bien por qué).</p> <p align="justify">Eso procuro, eso procuro, le digo, para calmarla, pero entretanto dejame hablarles de Maupassant a quienes por aquí pasen. Mi campaña a favor de la literatura del siglo XIX no se detiene y siempre encuentro motivos para reflotarla en estas páginas. Ya he hablado de Poe, de Stevenson, de Melville. Podría asimismo hablar de Flaubert, de Stendhal, de Dostoievsky, de Gogol y, por qué no, de toda la poesía simbolista francesa, de Baudelaire, de Verlaine, de Rimbaud… en fin. Hay tela para cortar por donde se mire… ¡todo por no mencionar a los autores argentinos del siglo XIX que también me fascinan! Echeverría, Mansilla, Sarmiento, Mármol… Mejor no sigo y me concentro en quien hoy nos convoca.</p> <p align="justify">Hace dos semanas que vengo leyendo cuentos de Maupassant. Leí todos los que tenía a disposición en mi biblioteca, una treintena, es decir, apenas el 10 % de su producción cuentística, nada, pero lo suficiente para advertir su genialidad, su dominio del oficio narrador, su agudísima percepción, su inocultable magia para transformar anodinas anécdotas en verdaderos cuentos… Los cuentos que más me me gustaron han sido: “El collar” (recomendado en el TCYC), “La tía Sauvage” (idem), “Idilio”, “Dos amigos”, “Châli”, “La pequeña Roque”, “El papá de Simon”, “El regreso”, “Mi tío Julio” y “La sillera”. Los cuentos de Maupassant no presentan grandes complicaciones: sus protagonistas son o campesinos o burgueses y suelen hacer referencia o bien a la Ciudad Luz o bien al campo; los más logrados, en opinión de muchos, son aquellos que transcurren o hacen referencia a la guerra franco-prusiana, un ambiente ideal para desarrollar toda clase de argumentos. Los personajes de Maupassant no tienen empacho alguno en matar, pero siempre hay una poderosa causa detrás (como en “La tía Sauvage”). Tampoco tienen empacho alguno en mentir (como en “El collar” o “El papá de Simon”), si las circunstancias así lo exigen. Esto no quiere decir, sin embargo, que por muy toscos o rústicos que puedan ser los personajes en ocasiones, o el ambiente en el que se mueven, los cuentos lo sean. En general, son <em>aceitadas máquinas narrativas</em> que muchos haríamos bien en desarmar, engranaje por engranaje, para ver cómo funcionan en detalle y bien desde adentro, y luego volver a armar, para empezar a aplicar dichos mecanismos en nuestra narrativa. </p> <p align="justify">Ustedes tienen que comprender que, en aquella época, no había radio ni tele ni Internet. Todo lo que había era la cruda realidad y los diarios, ¡que apenas estaban dando sus primeros pasos! Siempre habían estado los libros, pero nunca al alcance de todos, más bien de unos muy pocos. Los diarios comenzaron a tener un público cada vez más masivo y ello obligó a hacerlos cada vez más interesantes para un número mayor de gente. Fue un movimiento natural que, además de las noticias y las crónicas, comenzaran a incluir textos de ficción. Y la mayoría de estos textos de Maupassant fueron publicados en diarios como <em>Le Gaulois</em>, <em>Le Figaro</em>, <em>Gil Blas</em> y otros. No habiendo pues otros medios de comunicación, el escritor que quisiese atrapar al público y mantenerlo en vilo (el siguiente movimiento natural fue, desde luego, la inclusión de los folletines) tenía que apelar a todos los recursos lingüísticos, estilísticos y retóricos habidos y por haber, usarlos con tiento y sabiduría y lograr así que le publicaran otro cuento y otro y otro… No habiendo la sobrecarga visual e informativa que hay hoy en día, los textos de ficción tenían la potencia suficiente como para dejar anodadado, atontado, asombrado y alucinado al lector mediante la astuta utilización de las imágenes, de las comparaciones, de las metáforas, etc. Es por esto por lo que rompo una y otra vez con la literatura del siglo XIX, porque no estaba todo servido como ahora, porque la gente aún se asombraba, porque había tiempo para entregarse a la lectura, porque las imágenes eran mucho más vívidas e impactantes que las de la “real realidad” actual. No hay más que leer a cualquiera de los autores citados para darse cuenta de cuán “cinematográficos” son: primeros planos alucinantes, <em>travellings</em>, cortantes cambios de escena, <em>flashbacks</em>, historias dentro de otras historias, todo está allí, en germen. De todo eso se sirvió, desde luego, el cine una vez nacido. </p> <p align="justify">Pero el cuento que más me atrapó, por su imaginería, es “Amor (Tres páginas del diario de un cazador)”: un hombre aficionado a la caza, luego de leer acerca de un crimen pasional (P: ¿dónde?; R: ¡en el diario!), recuerda la primera vez que se encontró con el amor: </p> <p align="justify"><em>“Un hombre que mató a una mujer, suicidándose luego, lo cual demuestra que la quería. ¿Qué me importan él y ella? Sólo me importa su amor, y no porque me enternezca, ni porque me asombre, ni porque me conmueva, ni porque me haga reflexionar, sino porque me trae a la memoria un recuerdo de mi juventud, extraño recuerdo de una cacería en que se me apareció el amor, como se aparecían a los primeros cristianos cruces dibujadas en el cielo.”</em></p> <p align="justify">A partir de allí, narra aquel recuerdo. Todo el tiempo uno está esperando que aparezca ese gran amor inolvidable que tanto lo ha marcado. ¿Acaso una mujer aficionada a la caza también? ¿O acaso la mujer de otro cazador? En absoluto. El ejemplo de amor incondicional y “constante más allá de la muerte” proviene de la misma naturaleza. Son un par de aves las que desencadenan este sentimiento inefable en el avezado cazador. Pero lo notable del cuento no es sólo el momento desgarrador en que la hembra es herida de muerte y el macho se desespera hasta que se hace matar también, sino también las imágenes, oníricas y fantasmales, con que Maupassant logra ambientar y meternos en apenas unas líneas en un entorno que para muchos de nosotros puede ser totalmente extraño y hasta aterrador: un pantano. </p> <p align="justify">Dice así: </p> <p align="justify"><em>“El agua me atrae como una pasión invencible; admiro el mar, aunque me parece demasiado revuelto, imposible de poseer; admiro los hermosos ríos que pasan, que huyen, que se van; pero, principalmente, me agradan los pantanos, donde palpita toda la ignorada existencia de las muchedumbres acuáticas. El pantano es un mundo entero aislado en la tierra, otro mundo, con su vida propia, sus habitantes sedentarios, sus viajeros transeúntes, sus voces, sus ruidos y, sobre todo, su misterio. Nada más turbador, más inquietante, más terrible algunas veces que un terreno pantanoso.”</em></p> <p align="justify">Y más adelante: </p> <p align="justify"><em>“Se desprende un misterio más profundo, más grave; flota en su neblina densa el misterio mismo de la creación acaso. Porque ¿no fue en el agua estancada y fangosa, en los vapores desprendidos por las húmedas tierras al calor del sol, donde se removió, donde vibró, donde se abrió a la luz el primer germen de la vida?”</em></p> <p align="justify">Establecida ya la atmósfera inquietante y sobrenatural del pantano, el cazador se apresta a recordar esa especial madrugada en que un amigo suyo, otro cazador, lo invitó a una cacería de aves en las proximidades de un pantano. Sin embargo, hacía un frío verdaderamente glacial allí: </p> <p align="justify"><em>“En un paraje conveniente había mandado construir una cabaña con pedazos de hielo para resguardarnos un poco del viento, que sopla por la madrugada; ese viento impregnado en frío que desgarra las carnes como una sierra, las corta como un cuchillo, las punza como un aguijón envenenado, las pellizca fieramente como unas tenazas y las quema como el fuego.”</em></p> <p align="justify">Si esto no es atacar todos los sentidos del lector, entonces no sé qué es. Dudo haber leído jamás mejor y más estremecedora descripción del frío. Si no se convencen, hagan el favor de leer lo que sigue: </p> <p align="justify"><em>“El aire glacial, consistente y palpable, abofeteaba el rostro; ni un soplo de viento lo agitaba; cuajado, inerte, mordía, traspasaba, secaba, mataba, los árboles, los arbustos, las hierbas, los insectos; los pájaros caían de las ramas rebotando en el suelo endurecido y endureciéndose al punto, congelándose.”</em></p> <p align="justify">¡Por Dios! Si alguien no se congeló leyendo esto, es que no tiene sangre en las venas, lisa y llanamente. </p> <p align="justify">Los cazadores logran guarecerse en la improvisada cabaña de hielo, a la espera de las primeras aves, pero el frío es tan intenso que prenden un modesto fuego con algunas ramas. Al salir del “iglú”, esto es lo que ven: </p> <p align="justify"><em>“Cuando salí, la cabaña tenía el aspecto de un monstruoso diamante rosa que hubiera brotado de repente sobre la helada superficie del pantano. Dentro se veían dos formas fantásticas: nuestros perros calentándose.”</em></p> <p align="justify">¿No es una maravilla esa imagen del fuego ardiendo a través de los bloques de hielo? ¿No se les pone la piel de gallina de sólo imaginarlo?</p> <p align="justify">Finalmente, el narrador hiere y mata a la hembra, e inmediatamente el macho lanza “un lamento breve, repetido y desgarrador” y se niega a dejar de revolotear sobre ellos: </p> <p align="justify"><em>“-Has matado a la hembra y el macho no se irá.</em></p> <p align="justify"><em>En efecto, no se iba, giraba llorando, con los ojos puestos en su compañera. Ningún gemido arrancado por el sufrimiento me desgarró tanto el corazón como aquel desolado clamor, como la triste angustia del mísero animal solo y errante. </em></p> <p align="justify"><em>A veces huía sintiéndose amenazado por el cañón de la escopeta que le apuntaba sin cesar; parecía decidido a proseguir su marcha cruzando el espacio, derechamente; pero volvía, no sabiendo cómo proseguir su viaje sin su hembra.”</em></p> <p align="justify">Por fin, los cazadores depositan el cadáver de la hembra en el suelo, el macho se abalanza sobre él, “enloquecido por su amor hacia la compañera que yo había matado” y lo rematan. </p> <p align="justify">Lacónicamente, el narrador declara luego: “Aquella tarde regresé a París.”</p> <p align="justify">Si eso no es maestría en el arte de narrar, ¿qué es?</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-26583043970506274082009-03-19T23:19:00.001-03:002009-03-19T23:19:07.293-03:00El imprescindible humor (o Nunca fui colectivero)<p align="justify"><a href="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/ScL9Fuy0qXI/AAAAAAAAAe4/5Vg1Xnk4sXY/s1600-h/Bernardo%20Jobson%5B35%5D.jpg"><img title="Bernardo Jobson" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="260" alt="Bernardo Jobson" src="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/ScL9GWaxp3I/AAAAAAAAAe8/LDv7oJegvnA/Bernardo%20Jobson_thumb%5B33%5D.jpg?imgmax=800" width="190" align="left" border="0" /></a> Debo este posteo a <strong>Hernán Bayón</strong>, director de la revista literaria <a href="http://lagdegollada.blogspot.com" target="_blank"><strong>La Gallina Degollada</strong></a>, con quien vengo chateando e intercambiando pareceres literarios y musicales en los últimos días, primero a través de FB y luego del más dinámico MSN. Tras descubrir que teníamos gustos similares, me puso sobre la pista de un autor al que sólo conocía de nombre pero que es, sin lugar a dudas, un auténtico autor abisal al que hay que rescatar ya mismo desde las profundidades del olvido y la desidia nacionales: <strong>Bernardo Jobson</strong>. </p> <p align="justify">Me diréis, queridos leyentes, “perdón, ¿quién?” y hasta “¿no habrá querido decir Bernardo Kordon?” No, mis amigos. Bernardo Jobson, autor nacido en Santa Fe en 1928 (otras fuentes declaran 1930), entrañable amigo de Abelardo Castillo, colaborador insurrecto en sus revistas <em>El Escarabajo de Oro</em> y <em>El Ornitorrinco</em>, es uno de los humoristas más mordaces que he tenido el gusto de leer. Y sólo he leído un cuento, por lo que este posteo será más bien una exploración, un primer acercamiento, un primer borrador de lo que espero sea un artículo más largo y más “serio” sobre un autor que deploro no haya sido incluido en el diccionario que me tocó confeccionar, hace ya algún tiempo (ver perfil).</p> <p align="justify">Dicen que al mejor cazador se le escapa la liebre y eso parece ser lo que nos sucedió con Jobson y su ausencia en el diccionario de marras. No figuraba en la lista original de autores a reseñar que nos dieron allá por diciembre de 2005, cuando todavía teníamos todo un año por delante para hacerlo. No figuró tampoco en las sucesivas listas que yo fui elaborando con los autores que, vaya uno a saber por qué causas, no figuraban en ese bendito listado original (del que estaban ausentes, por ejemplo, Gabriel Báñez o Néstor Sánchez). Tampoco estuvo en las reseñas que hicimos a último momento, con el diccionario ya a un paso de entrar en la etapa de corrección. Nadie lo mentó jamás. Y sin embargo, ahí estaba. </p> <p align="justify">Estaba en la sección “Irreverencias” del libro de Abelardo Castillo oportunamente he reseñado <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/09/el-lector-privilegiado.html" target="_blank">aquí</a>. Me tomo el atrevimiento de copiar lo que allí dice el gran Castillo porque creo que resume lo que Jobson fue y hace justicia a la vez: </p> <p align="justify">“En pensiones espantosas, en casas de amigos desaprensivos como yo, entre los despojos de sus matrimonios, iba olvidando cuentos, obras de teatro, traducciones, artículos, hasta conseguir lo que secretamente buscaba, perderlo todo. Traducía a Dylan Thomas mientras lo leía en voz alta. Podía hablar de Joyce o de Shakespeare en lunfardo. No hay un solo escritor de nuestra generación –qué digo, no hay un solo escritor argentino- que haya tenido ni la mitad de su humor. Murió hace unos años, solo, en una pieza de hotel. Pero antes alcanzó a publicar <em>El fideo más largo del mundo</em>, un libro único, en cualquier sentido que quiera dársele al adjetivo. En ese libro escandaloso hay un cuento escandaloso hasta la perfección. “Te recuerdo como eras en el último otoño”, que, dicho sea sin énfasis, no tiene paralelo en nuestra literatura”.</p> <p align="justify">Y por cierto que no se equivoca ni un poquito Castillo en su apreciación. Más todavía, dice Castillo en la reedición del año pasado de <em>El fideo…</em>:</p> <p align="justify">"Es uno de los libros más desopilantes de la literatura argentina, escrito por un autor que murió muy joven y que pudo publicar sólo ese volumen. La primera edición, de Centro Editor de América Latina, se agotaba como si fuera <em>Memorias de una princesa rusa</em>, porque tiene un lenguaje totalmente descarado, coloquial y porteño, pero hecho por un escritor de primer orden. El cuento “En el último otoño” fue leído en una reunión en mi casa y había una socióloga muy seria que dijo, mientras todos estábamos llorando de la risa, que era el testimonio más franco que se había escrito sobre el sistema hospitalario argentino”.</p> <p align="justify">Tampoco se equivoca la socióloga en cuestión. “Te recuerdo como eras en el último otoño” no es sólo la radiografía de un típico pícaro porteño, de un chanta, sino de toda una sociedad que se viene abajo sin prisa y sin pausa, cuyos colapsos más notorios se dan siempre en esos puntos tan neurálgicos, como la educación, la salud, el estado, etc. </p> <p align="justify">Una apostilla más sobre Jobson, también de la mano de Abelardo: </p> <p align="justify">“Me llaman de <em>Clarín</em> porque acaba de morir Henry Miller y me dicen que escriba algo. Yo soy buen lector de Miller, el cual me interesa no sólo por su posición frente al sexo sino frente al mundo. Contesto que me dejen pensarlo y llamo a mi amigo Bernardo Jobson, devoto de Miller, que me dice: "¿Sabés qué habría que hacer hoy? No cobrar en ningún hotel alojamiento de Buenos Aires, poner en las puertas carteles: 'Hoy se fornica gratis'". Y ahí se le ocurre una especie de cuento vinculado a Henry Miller, que no escribe. A partir de lo cual a mí se me ocurre otro, vinculado a aquél, pero distinto, que escribo y es ese que usted leyó [se refiere a “La fornicación es un pájaro lúgubre”] en el que el protagonista, al enterarse de la muerte de Miller, decide que no puede dejar en banda a esa chica muy joven con la que está relacionado afectivamente y que no conoce el orgasmo”. (Reportaje de Esther Gilio, reproducido <a href="http://www.literatura.org/Castillo/acR3.html" target="_blank">aquí</a>).</p> <p align="justify">Pero ya que mi conocimiento de Jobson es, por el momento, tan limitado, quiero terminar de ilustrar este posteo con una breve reflexión acerca del humor en la literatura y con una pequeña (por el momento) lista de los libros que más me han hecho reír, algo que también estuvimos comentando con Hernán Bayón en estos días. </p> <p align="justify">Yo no sé, sinceramente, qué sería de mí sin el humor. Nunca he podido comprender a esos seres que carecen de él. Porque sí, amigos míos, hay gente que no tiene sentido del humor. Gente a la cual nada le hace gracia, ni siquiera los chistes tontos, fáciles o malos; ni siquiera las estupideces grasas de Tinelli, nada. Gente sin swing. Gente que no. Como lo quieran llamar. Caracúlicos. Aburridos. Idiotas, imbéciles, tarados, no lo sé. Sí sé que el humor es un rasgo de inteligencia, por lo que esos adjetivos no me parecen exagerados aplicados a alguien que carece de él. Gente pretendidamente “seria”, que nunca se ha reído hasta las lágrimas, hasta doblarse de la risa, hasta terminar con un terrible dolor de panza por haberse reído tanto. No sé qué problema tendrán esas gentes, pero su paso por esta vida tan ingrata y por este mundo tan horrible en ocasiones debe ser algo muy parecido al infierno. Si el infierno existe, no creo que sea como lo pintan en Los Simpsons, con su “división de castigos irónicos” ni nada de eso. Debe ser el lugar donde muere la risa. Donde no hay juego ni emoción. Donde lo uniforme es bandera, donde la igualdad acaba con todo y con todos. No creo que valga la pena vivir sin sentido del humor. No creo tampoco que se pueda vivir rodeado de personas sin él. Incluso creo que, en ocasiones, es más el sentido del humor lo que puede llegar a atraerme de un hombre antes que sus cualidades físicas u otras igualmente espirituales.</p> <p align="justify">Así que ya ven cuánta importancia tiene para mí, cuán imprescindible juzgo que es el humor. Y, desde luego, en la literatura también me resulta fundamental. Por eso me encantó y celebro haber descubierto a Bernardo Jobson. Y ahora que ya lo hice, sé cómo me gustaría volver a hacer el <em>fuckin’</em> diccionario y estoy segura de que Jobson no faltaría aunque haya publicado un solo libro en vida. Sólo por desparramar tanto humor en cada párrafo, en cada frase, en cada remate, merece figurar allí y también ser leído y difundido sin más. </p> <p align="justify">He aquí, para finalizar, una lista somera y caprichosa, en orden de recordación, de algunos de los libros que más me han hecho reír, al menos en las letras vernáculas (porque en las letras universales el que más me ha hecho reír sin duda es el <em>Quijote</em>):</p> <ul> <li> <div align="justify"><em>Estamos todos nerviosos</em>, de <strong>Carlos María Carón</strong> (novela epistolar, en la que las cartas del loco Sebastián Morilla se llevan todas las palmas; advertencia: si usted creció en los ochenta, las carcajadas serán aún mayores). </div> </li> <li> <div align="justify"><em>Caína muerte</em>, de <strong>Héctor A. Murena</strong> (un autor del que tengo que hablarles sin duda alguna; una novela desopilante, con personajes salidos del Lazarillo de Tormes pero incrustados en un arrabal porteño). </div> </li> <li> <div align="justify"><em>Parque de diversiones</em>, de <strong>Marco Denevi</strong> (reescrituras, parodias y ejercicios de estilo sobre grandes obras y mitos de la literatura universal). </div> </li> <li> <div align="justify"><em>Ambages</em>, de <strong>César Fernández Moreno</strong> (no son aforismos, no son poemas, no son microcuentos: son ambages y son todos maravillosamente deliciosos, poéticos y mordaces). </div> </li> <li> <div align="justify"><em>Don Abdel Zalim, el burlador de Villa Dominico</em>, de <strong>Jorge Asís</strong> (oportunamente reseñado <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/11/el-loco-ass.html" target="_blank">aquí</a>). </div> </li> </ul> <p align="justify">Y ustedes, amigos, ¿con qué libros argentinos o extranjeros se han reído más?</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> <p align="justify">P. D.: Buscando alguna foto para ilustrar este post, me encuentro con algo mucho mejor. En Radar Libros de <em>Página/12</em> del 14/12/08 rescatan estas palabras del propio Jobson, que lo ilustran mejor que cualquier imagen: </p> <p align="justify">“En nuestro país, de la literatura viven las editoriales, las imprentas, los talleres de fotocomposición, las distribuidoras, las librerías, los kiosqueros, la ley 11.723, el corrector de pruebas, lo cual involucra ya a tanta gente que hasta parece justo que el autor, no. Hice de todo, hago de todo: empleado bancario, de seguros, tío loco, redactor publicitario, periodista, marido incomprendido, fakir, traductor, pensionista en desgracia, pero nunca fui colectivero”.</p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-77612629499083725622009-03-12T22:40:00.001-02:002009-03-12T22:40:36.896-02:00Jinetes en la tormenta<p align="justify"><a href="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SbmrfP_heiI/AAAAAAAAAeY/NyapKNBmD0A/s1600-h/Un%20jinete%20en%20la%20tormenta%20-%20Marcelo%20Gobello%5B9%5D.jpg"><img title="Un jinete en la tormenta - Marcelo Gobello" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-left: 0px; margin-right: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Un jinete en la tormenta - Marcelo Gobello" src="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SbmrgBviFGI/AAAAAAAAAec/Q9pMlr0Z1J8/Un%20jinete%20en%20la%20tormenta%20-%20Marcelo%20Gobello_thumb%5B7%5D.jpg?imgmax=800" width="168" align="left" border="0" /></a> El <a href="http://curvasydesvios.blogspot.com/2009/03/castillo-un-grande.html" target="_blank">martes</a>, en la charla que <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/09/el-lector-privilegiado.html" target="_blank">Abelardo Castillo</a> dio en <a href="http://eternacadencia.wordpress.com/2009/03/12/castillo-1/" target="_blank">Eterna Cadencia</a>, dijo, entre otras tantas cosas, algo que me pareció una verdad incontrastable: los libros que leemos en la adolescencia se quedan para siempre con nosotros y ningún autor que no pueda ser leído por un adolescente es un autor que valga la pena leer. Más todavía, dijo que él, a sus setenta años, todavía conservaba (o procuraba hacerlo) ese mismo espíritu adolescente, esa actitud de permanente asombro y de permanente absorción del mundo, diría yo ahora, en la que vive sumido cualquier adolescente más o menos despierto. Cualquiera que no se la pase llorando, como le escuché decir hace poco a un chiquito de no más de diez años a otro por la calle: “Los adolescentes lloran mucho”, afirmó con toda verdad. “Yo lo sé porque mi hermana cumplió hace poco dieciocho años y ya pasó toda la adolescencia y se la pasó llorando”, concluyó, mientras el otro asentía. </p> <p align="justify">Yo también lloré mucho en mi adolescencia (y aún lo sigo haciendo, porque sigo siendo una adolescente tardía, qué tanto). Lloraba ni sabía porqué buena parte de las veces, el resto del tiempo por un amor contrariado, como todos los amores adolescentes deben serlo. Pero en ocasiones lloraba también porque presentía que había más cosas en el mundo para mí e invisibles cadenas me impedían acercarme a ellas. Estaba “prisionera en una prisión de mi propia invención”, como decía la letra de “Unhappy girl”, uno de mis temas favoritos de los Doors.</p> <p align="justify">La referencia a los Doors no es ociosa si tenemos en cuenta que quiero hablar de un libro que hace referencia a ellos, aunque es cierto que no deseo tanto comentarlo por eso sino por lo que ese libro, esa música y esa época representan para mi vida actual. Hace poco coincidí con el autor de este libro en Facebook y esto, sumado a la frase de Castillo, dieron como resultado lo que vendrá a continuación. Una feliz concatenación de hechos aparentemente sin vinculación alguna toman, de pronto, forma y cuajan en una serie de recuerdos que son muy caros para mí. </p> <p align="justify">Yo tenía diecisiete años, mucho <em>spleen</em> y unos pocos libros en mi biblioteca. Todavía no se había instalado la costumbre de ir a comprar religiosamente libros todos los domingos y apenas si empezaba a esculcar algunas librerías quilmeñas, cercanas al colegio. Estaba repitiendo cuarto año, no porque fuera mala estudiante (je, todo lo contrario) sino por pura vagancia no controlada y encarrilada a tiempo por quien debía hacerlo… Siempre había ido al colegio de mañana y cuando repetí empecé a ir de tarde. La tarde era más tentadora para ratearse, había más cosas para hacer, más lugares adonde ir que a la mañana. A veces sencillamente no entraba al colegio y me iba a caminar por ahí o me encontraba con mi mejor amiga de aquel entonces, que solía hacer exactamente lo mismo, y nos quedabámos a vagabundear por el centro de Quilmes hasta que fuera la hora de regresar. Comprábamos la <em>Cerdos & Peces</em>, una de las mejores revistas que leí en mi vida, conseguíamos el <em>Sí </em>de <em>Clarín</em> para ver qué recitales había ese fin de semana o nos íbamos a perder alegremente el tiempo a la disquería de la galería Colón, todo con la despreocupación natural de la adolescencia, cuando el tiempo parece –y es- eterno e interminable. </p> <p align="justify">Fue en esa época que mis gustos musicales variaron un poco y me alejé un tanto de la opresiva escena metalera local para ir a visitar otros dominios. En vez de ir a ver a las bandas de thrash como hasta entonces, íbamos a ver a Memphis la Blusera, a la Mississipi, a Durazno de Gala y, por supuesto, a los Divididos, que apenas habían sacado su primer disco por aquellos años (<em>40 dibujos ahí en el piso</em>). Ni siquiera eran famosos, ni siquiera llegaban a llenar Cemento como sí lo harían apenas uno o dos años después. Consecuentemente con el cambio de gustos musicales, cambié también la vestimenta. Abandoné –por un rato nomás, he de reconocerlo- las tachas y las remeras de mis bandas favoritas por la ropa completamente negra, de pies a cabeza (los emos no inventaron nada ni son nada nuevo, amigos…!). Y para completar el conjunto había encontrado un entallado saco de pana bordó que había pertenecido a mi madre junto con un crucifijo de plata también suyo, que resumían perfectamente la imagen que quería transmitir: la de una poeta bohemia. </p> <p align="justify">Je! La bohemia! Nada nos parecía entonces más excitante que la bohemia! Vivir todo el tiempo en estado de extásis, en estado de poesía, leyendo, escribiendo, escuchando música y nada más! Soñábamos con vivir en una buhardilla parisiense con vista al Sena y vagar por esas callejas medievales que aún quedan en París (o eso creíamos nosotras) y seguir los rastros de Anaïs Nin y de Henry Miller y de André Breton y de Antonin Artaud y escribir poemas breves e intensos como los de Alejandra Pizarnik, mi madre poética… Y muchos otros berretines por el estilo, alimentados todos por la leyenda de los poetas malditos y por otras lecturas semejantes. </p> <p align="justify">Esas otras lecturas semejantes vinieron de la mano de este libro de <strong><a href="http://www.facebook.com/profile.php?id=1166726390" target="_blank">Marcelo Gobello</a></strong> acerca de los Doors (<em>Jim Morrison, un jinete en la tormenta. Apuntes sobre The Doors</em>. Distal, Buenos Aires, 1991). Recuerdo que lo vi en un puesto de diarios y ni bien conseguí la plata, corrí a comprármelo. En poco tiempo, yo me había convertido en una fanática desquiciada por <strong>Jim Morrison</strong>. Había conseguido todos los discos raudamente y me fascinaba su música hipnótica y cruda, melodiosa y extraña a la vez y, desde luego, estaba muerta de amor (literalmente) por Morrison y por su poesía, pues nunca dudé de que él fuera, antes que todo, un poeta, un verdadero poeta y, más todavía, un visionario. Sólo que además de todo eso, se había convertido, muy en contra de su voluntad, en una estrella del rock y, más tarde, en un ícono y en una leyenda junto con Jimi Hendrix, Janis Joplin, John Lennon y otros rockeros de trágico final. Pero detrás de todo eso <em><u>había un poeta</u></em>. </p> <p align="justify">Y así lo demostraba este libro del periodista de rock y escritor marplatense Marcelo Gobello, quien ahora me tiene entre sus “amigos” del Facebook e ignora que gracias a su libro de “apuntes sobre The Doors” (que eso es realmente, una serie de apuntes, pero muy bien tomados e hilados) me llevó a conocer a quien sería mi auténtico padre poético, mi máxima influencia a la hora del verso, mi piedra de toque en todos los momentos de zozobra y vacío existencial: el poeta francés <strong>Charles Baudelaire</strong>. No es que yo no lo conociera, porque si no recuerdo mal para ese momento ya tenía una o dos antologías de poesía francesa que desde luego lo incluían, pero fue después de saber que Baudelaire, junto con Rimbaud, Verlaine y otros “malditos”, era uno de los poetas favoritos de Morrison que yo me compré, una tarde ya del verano siguiente, <em>Las flores del mal</em>. </p> <p align="justify"><em>Las flores del mal</em> fue leído con devoción y releído con fruición y subrayado con admiración y pensado y vivido con la máxima rendición frente a un talento sin par. Y más que “frente a un talento sin par” debería decir frente a un “igual”, porque como suele suceder cuando uno admira y se siente tan subyugado por un autor, uno <em>SABE</em> que está en la misma frecuencia espiritual y que de ahí viene ese entendimiento que va más allá de todo y nos devuelve a la idea elliotiana acerca de la auténtica comunidad espiritual que existe entre todos los poetas, de todas las épocas y de los lugares más remotos. Yo sabía que eso que llamamos no sin algún resto de sorna “alma” en este mundo que ya carece alarmantemente de ella vibraba en las mismas notas o en notas muy parecidas con la de Jim Morrison y desde luego con la de Baudelaire. </p> <p align="justify">Fue desde ese momento que adquirí la costumbre de rastrear las lecturas de mis escritores favoritos y precipitarme sobre <em>sus</em> autores favoritos para encontrarme, casi siempre, con la misma felicidad y deleite que provoca estar entre amigos, entre pares, entre iguales, entre aquellos que comprenden nuestros desvelos y preocupaciones, aquellos a quienes el resto del mundo da la espalda cuando en verdad debieran estar rindiéndoles pleitesía por tomarse la molestia de ordenar aunque sea un poquito el caos reinante y por tener la generosidad suficiente como para compartirlo con los otros. Porque ¿qué es un autor sin lectores? ¿qué es un poeta diciendo sus versos en el vacío? El arte es tribal y el arte es también un modo de dominación, como el mismo Jim lo advirtió en su libro <em>The Lords</em>, del que extraigo esta cita (citada, valga la rebuznancia, en el libro de Gobello) para cerrar este nostálgico y musical posteo: </p> <p align="justify"><em>“Los Señores nos apaciguan con imágenes. Nos dan libros, conciertos, galerías, espectáculos, cines.</em></p> <p align="justify"><em>Especialmente cines. A través del arte nos confunden y nos ciegan para nuestra esclavitud. El arte adorna las paredes de nuestra prisión, nos mantiene en silencio, distraídos e indiferentes.”</em></p> <p align="justify">Que nuestro arte, entonces, avive el seso y despierte, sobre todo en momentos tan oscuros y malignos como los que vivimos.</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> <p align="justify">P. D.: Que me disculpe Marcelo Gobello si lee estas líneas. Al final de lo que menos hablo es de su libro, que es una excelente introducción a los Doors y que además trae todas las letras de sus canciones (por si queda algún nostálgico por allí que se resista a bajarlas de Internet), pero así como antes su libro me llevó a Baudelaire, hoy, casi veinte años después, me llevó a los bellos recuerdos de aquel momento y eso siempre es de agradecer.</p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-4006653633717040592009-02-26T23:25:00.001-02:002009-02-26T23:25:29.341-02:00Adicta a la lectura o SK reloaded<p align="justify"><a href="http://lh6.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SadA_nbQKnI/AAAAAAAAAc4/T3aORJJW4ug/s1600-h/El%20resplandor%20-%20Stephen%20King%5B14%5D.jpg"><img title="El resplandor - Stephen King" style="border-right: 0px; border-top: 0px; display: inline; margin-left: 0px; border-left: 0px; margin-right: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="El resplandor - Stephen King" src="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SadBA7lYtbI/AAAAAAAAAc8/7GU6-XToq8g/El%20resplandor%20-%20Stephen%20King_thumb%5B12%5D.jpg?imgmax=800" width="154" align="left" border="0" /></a> Debería estar escribiendo acerca de lo que tenía pensado para hoy, pero me lo reservo para el próximo jueves, porque en mi cabeza todavía resuenan los golpes del mazo de roqué descargándose sobre las paredes y las puertas del Overlook Hotel…</p> <p align="justify">¿Estoy desvariando? No. Sigo posesa y poseída por mi reciente adicción. SK lo ha hecho de nuevo. Me ha atrapado de las solapas, como quien dijera, me ha sacudido, dándome ocasionales respiros, hasta que, como un buen amante, me asestó la sacudida final, que aún me dura.</p> <p align="justify">Hace menos de diez minutos que terminé de leer mi tercera novela de Stephen King (la tercera al hilo, vamos): <em>El resplandor</em>. Los fanáticos de SK murmurarán “chocolate por la noticia, alguien más que descubrió la pólvora”, pero yo, recién llegada a su mundo, debo admitir que sí, que he descubierto la pólvora, el agua tibia y los mazos de roqué (antes de que pregunten… es un juego parecido al croquet… antes de que pregunten, el croquet es un juego inglés, presente en <em>Alicia en el País de las Maravillas</em>, si no recuerdo mal). He descubierto a Stephen King en todo su esplendor, por así decirlo. </p> <p align="justify">No me quiero extender demasiado, porque esta es simplemente una nota de admiración ante tamaño talento y no un verdadero posteo abisal. No me da la cabeza para otra cosa. Empecé a leer <em>El</em> <em>resplandor</em> el lunes y lo acabo de terminar. Leo siempre en el tren pero anoche leí un poco en la cama (empecé alrededor de la una y treinta y de repente, bum, ya eran más de las tres, rápido, cerrar el libro, hay que dormir, que mañana, etc.) y hoy, al notar que me faltaban sólo 100 páginas, las 100 páginas en las que se definía todo, no pude aguantar y me zambullí de nuevo, gozosa, gozando anticipadamente el final, por monstruoso y terrible que fuera. </p> <p align="justify">No vi la película de Stanley Kubrik (y bueno… mi cinefilia es bastante moderada), así que mi cabeza estaba completamente virgen de imágenes del esplendor (como reza esta traducción), cosa que no me había sucedido con los dos libros anteriores, en los que ya había imágenes de Carrie y de Annie Winkles formadas en mi cabeza. Creo que eso lo hizo aún más espeluznante.</p> <p align="justify">Pero no es sólo el repelús del terror lo que me tiene tan fascinada, porque eso sería, digamos, bastante simplista. La maestría de SK es dominar como pocos los resortes de la narración. SK sabe dónde hay que acelerar, dónde pisar el freno, dónde detenerse tranquilamente a mirar el paisaje que pasa por el libro-ventanilla… <em>SK sabe.</em> Y sabe porque ha sido y es y será un lector voraz, como dije la semana pasada. Se ha pasado la vida leyendo (y el resto del tiempo escribiendo, desde luego), se ha pasado la vida como me la pasé yo en estos días: con un libro pegado a la mano, con un libro presto en toda ocasión, con un libro lleno de magia siempre cerca… SK sabe cómo es estar en un tren, en un colectivo, en una cocina, en donde sea, abstraído de absolutamente todo con un libro en la mano. Conoce ese fino embudo por dónde uno –el lector y también el escritor al momento de crear- cae y todo lo demás deja de existir. No hay pedigüeños que nos tiran del brazo para que les demos unas monedas en el tren, ni gatos que insisten en pasearse sobre la mesada en la cocina ni mosquitos revolotéandonos alrededor una exquisita noche de verano, nada. No hay amores desdichados que se resisten a desaparecer, amores nuevos que no se deciden a asomar, trabajos o estudios o proyectos o cosas que hacer en determinados horarios y lugares, amigos que llaman, mandan mensajes, tiran propuestas, se enojan si uno se niega, nada. No hay nada más que lo que está impreso en las hojas del libro y tal es su fuerza, cuando la obra está bien hecha, que su en apariencia modesto poder eclipsa todo lo demás. Todo. </p> <p align="justify">Sólo es real el Overlook Hotel, su suite presidencial, las montañas que lo rodean, los animales del seto (quizá son lo más real y lo más vivo); sólo son reales Jack Torrance, un tipo con mal genio y mala bebida pero en el fondo un buen tipo, pobre, y Danny Torrance, un chico que esplende -aunque queda mejor resplandece-, y Wendy Torrance y Hallorann y nada más. No hay nada fuera de las páginas, 50 o 600, que pueda importar o atravesar ese denso muro que se cierra alrededor nuestro cuando un libro nos atrapa. Nos envuelve en su perfecta telaraña. Nos hace suyos. Nos conquista. Como un buen amante hace con su amada. </p> <p align="justify">Como Dios hace con sus criaturas.</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-8936042576805183022009-02-19T02:05:00.002-02:002009-02-19T23:40:13.964-02:00Adictos a la literatura<p align="justify"><a href="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZzaakBcHrI/AAAAAAAAAcU/LUOuyMcFNoQ/s1600-h/Misery%20-%20Stephen%20King%5B3%5D.jpg"> <img style="border-right: 0px; border-top: 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Mientras escribo - Stephen King" src="http://lh6.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZzabTYIlBI/AAAAAAAAAcQ/x65uNTEmmlg/Mientras%20escribo%20-%20Stephen%20King_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="161" align="left" border="0" /></a> "Hola, mi nombre es Analía Pinto y soy adicta a Stephen King." </p> <p align="justify">Así podría comenzar mi presentación ante el grupo de autoayuda Adictos a la Literatura Anónimos (ALA), cuya presidenta honoraria pudiera haber sido, de no haber exagerado tanto, Annie Wilkes, la corpulenta y psicótica ex enfermera que somete a su autor favorito, Paul Sheldon, a las atrocidades más increíbles sólo para satisfacer sus ansias de... ¿de qué? No lo sé. ¿De qué tiene ansia un lector voraz? ¿De historias, de sueños, de momentos que nunca podrá vivir -menos escribir? Tal vez. </p> <p align="justify"><a href="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZzaakBcHrI/AAAAAAAAAcU/LUOuyMcFNoQ/s1600-h/Misery%20-%20Stephen%20King%5B3%5D.jpg"><img style="border-right: 0px; border-top: 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Misery - Stephen King" src="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZzacuzWDHI/AAAAAAAAAcc/uyRXA45hKJw/Misery%20-%20Stephen%20King_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="174" align="right" border="0" /></a>Mi adicción al señor <strong>Stephen King</strong> es reciente. Muy reciente, diría yo. Con seguridad existen en el mundo miles y miles (incluso quizá millones) de verdaderos fanáticos de King, algunos quizá tan extremos como la propia Annie. En mi caso, si bien no estoy muy lejos de su voracidad lectora y de su ansia por saber qué seguirá, cómo seguirá y qué hará esta vez el protagonista para arreglárselas y salir con vida de la trampa en la que ha caído, sí estoy lejos, espero, de su demencia y su crueldad. Pero no es eso de lo que querría hablar hoy, ya que como en el caso de Cortázar, considerar a King un autor abisal es poco menos que ridículo. Sus libros, desde <em>Carrie</em> para acá, se han vendido por millones, se han hecho películas que a su vez generaron más millones, y no ha dejado de producir ni siquiera cuando un tremendo accidente casi lo deja paralítico hace ya algunos años. </p> <p align="justify">Decía entonces que mi adicción comenzó hace poco (y ya estoy sufriendo los primeros síntomas de la abstinencia, a pesar de que hace sólo unas pocas horas -¿ocho, quizá diez?- que terminé de leer uno de sus libros) y comenzó muy inocentemente, como todas las adicciones. Luego de frecuentar durante algún tiempo el taller de mi maestro Marcelo di Marco rápidamente me di cuenta de que él también era por lo menos fanático del señor King. "Bien", me dije a mí misma con la vocecita de 'desterrar-feos-prejuicios-literarios-de-mi-gran-cabezota-de-estudiante-de-Letras', "si a Marcelo le gusta King, debe ser por algo. <em>No puede ser malo</em>". Como se sabe, la ecuación es siempre más o menos la misma: popular (ponga aquí <em>best-seller</em>, es lo mismo) = mala literatura. O literatura de baja categoría. O plebeya. O poco seria. O insulsa. O basura veloz. O páginas que se leen hoy y se olvidan antes de que llegue mañana. O pasatiempos para señoras que no tienen nada mejor que hacer. O folletinescas payasadas. O autoayudismos varios. La lista de prejuicios acerca de lo popular y de los autores que venden mucho en la academia, como se ve, es extensa y lo peor es que podría continuar. "Siendo así", continué cavilando, "creo que al menos debería leer <em>algo</em>". </p> <p align="justify">Con esa decisión en mente, un día me decidí a comprar ese algo del señor King para al fin leerlo. Pero, claro, la cosa no iba a ser tan fácil como parecía. No podía bajar tan fácilmente de mi encumbrado Olimpo literario visitado sólo por los númenes más afamados dentro del estrecho espacio que componen los eruditos, los entendidos y los futuros investigadores y críticos literarios. No podía ir y sencillamente pedir una novela cualquiera de Stephen King y, tras semejante herejía, quedar en paz con mi sentido del deber y del <em>decus</em> literario. No, señor. Tenía que hacer otra cosa. Tenía que haber una salida más elegante. Por suerte la había: <em>Mientras escribo</em> es el libro en el que King estaba trabajando cuando el accidente casi siega su vida y luego sus piernas. <em>Mientras escribo</em> es una suerte de manual/compendio o mejor caja de herramientas para todo aquel que quiera iniciarse en los arduos, turbulentos y maravillosos caminos de la literatura como escritor. Es un libro imprescindible para todo aquel que quiera pasar <em>de este lado del mostrador</em> y dejar de ser, al fin, sólo un lector voraz, sólo una Annie Wilkes en potencia. Tal vez, como se desliza en la misma <em>Misery</em>, si Annie hubiera podido escribir no habría llegado a tales extremos... pero en su caso sólo tal vez.</p> <p align="justify">Salvé entonces mi honor comprando <em>Mientras escribo</em> y leyéndolo con cierta displicencia, un poco como quien mira el mundo a su alrededor por sobre el hombro o como si éste le debiera algo. Gracias a Dios esa displicencia me habrá durado apenas dos páginas, porque de inmediato comprendí que estaba frente a <strong><em>un verdadero escritor</em></strong> que, a diferencia de otros, había tenido la suerte de que sus libros se vendieran mucho, pero no por elaboradas campañas de marketing y complicadas estrategias comerciales sino por algo mucho más complejo, menos abundante y mucho más difícil de conseguir: había logrado todo eso a fuerza de tesón y talento. A fuerza de "horas-culo", como diría mi maestro. A fuerza de haber escrito una buena cantidad de novelas bajo seudónimo antes de "pegarla" con <em>Carrie</em>. A fuerza de no cejar ante cada cuento rechazado, ante cada cuenta impaga, ante cada obstáculo que esa ladina, la vida, le ponía delante. Para decirlo más claro: Stephen King no es Paulo Coehlo. No es Dan Brown. No es Isabel Allende. No es un mercenario de estos que agarra a algún oscuro personaje medieval, lo disfraza de detective y saca cinco libros al hilo sobre eso. No, señor. Stephen King es un señor escritor. Un escritor de verdad, un tipo que ya en la primera línea uno se da cuenta de que ama escribir, que ama lo que hace y que, definitivamente, no podría hacer otra cosa o caso contrario sería alguien muy infeliz y frustrado, tal vez tan infeliz y frustrado como la pobre Annie Wilkes. </p> <p align="justify">Leí y releí <em>Mientras escribo</em> con gran deleite. Todas mis ideas acerca de lo que es el oficio literario, todas aquellas cosas que yo siempre consideré debían ser las fundamentales, estaban allí, junto con otras muchas más. Por si fuera poco, el libro, en su justa brevedad, hace un repaso por la infancia de King (siempre es bueno saber cómo ha sido la infancia de un escritor... y siempre -o casi siempre- os encontraréis, queridos amigos, con unos precoces lectores cuya voracidad asusta a algunos padres, como a los de Cortázar, y deja indiferentes a otros; pero allí están, sin duda alguna, los adictos en potencia junto con los autores en potencia), cuenta cómo se sucedió el boom <em>Carrie</em>, qué pasó con su vida y su carrera después y hasta se da el lujo de relatar con todo detalle el espantoso accidente que sufrió mientras se hallaba preparando ese libro... Todo eso aderezado con los mejores consejos que encontrarse pueda acerca de lo que es escribir, de lo que significa e implica en la vida de un individuo el decidir dedicarse ciento por ciento a esta bendita bendición del arte. Todo eso, insisto, en apenas 250 páginas, poco más, poco menos. </p> <p align="justify">Mi vocecita irónica susurró: "Bueno, este libro es bueno, sí, pero eso no significa que sus novelas lo sean. Además, ahora ya lo leíste, así que podés quedarte tranquila de que al menos leíste algo de King". Ya ven ustedes que los prejuicios no son nada fáciles de desterrar. El tiempo siguió su curso y después de mis vacaciones de enero (en las que me tomé vacaciones de todo, el taller incluido), volví a la casa de mi maestro, a su taller, a su siempre visible y disponible biblioteca... El primer sábado que me tocaba regresar llegué algo temprano y rápidamente me escurrí al "yerta", donde están no sólo sus libros sino también la biblioteca ambulante del TCYC... Me puse a mirar uno de los estantes y ahí estaba: <em>Carrie</em>, de Stephen King. Las voces prejuiciosas, acaso quizá por los benéficos efectos del mar y de las recientes vacaciones, permanecieron en silencio y me permitieron leer los primeros párrafos de la novela con auténtico solaz... Apenas dos o tres párrafos y ya estaba completamente enganchada, quería más y más... ¿Cómo decía la canción...? <em>¿El primero te lo regalan, el segundo te lo venden?</em> Bueno, digamos que King hace algo así... primero te engatusa maravillosamente y después ya no se puede salir, o mejor dicho, <strong><em><u>la única salida posible es seguir leyendo</u></em></strong>.</p> <p align="justify">Ese sábado, Marcelo tardaba y yo seguía leyendo, ya totalmente inmersa en el sueño de papel. Cuando por fin apareció mi maestro tuve que pedirle prestado el libro porque ya se me había quedado pegado a la mano y sabía que no me iba a soltar hasta que lo terminara. Tres o cuatro viajes en tren bastaron para dar cuenta de él y quedar absolutamente satisfecha y deseosa de más. Así pues el sábado siguiente (es decir, el que pasó), le devolví <em>Carrie</em> y tomé <em>Misery</em>. Y aquí, señoras y señores, ha comenzado mi verdadero calvario o, tal vez sería mejor decir, mi camino hacia la Ascensión. </p> <p align="justify"><em>Misery</em> me produjo por lo menos tres alucinantes efectos colaterales de los que sería bueno que tomaran nota, especialmente aquellos que desean iniciarse en estas lides y aún no se atreven o tienen dudas...</p> <p align="justify">1) insoportables y compulsivas ganas de leer más Stephen King. Hoy, cuando hacía apenas unas pocas horas que había terminado de leer, entre conmocionada, azorada y aliviada a la vez, <em>Misery</em>, le escribí a Marcelo preguntándole qué novela de King me recomendaba leer ahora;</p> <p align="justify">2) inquietantes, ávidas, hermosas y temerarias ganas de ponerme a escribir, lo que sea, cualquier cosa (pero si es una novela mejor), pero no quedarme, de ningún modo, sólo del otro lado del mostrador (aunque no lo haya estado nunca, ya que lectura y escritura en mi caso siempre fueron de la mano). Anoten, queridos lectores: cuando un libro o un texto les produce esto es porque realmente es <em>bueno</em>. Muy bueno. Excelente. Una auténtica obra maestra. Si un texto generó ganas de escribir es porque realmente cumplió con su cometido: nos sacó del mundo y sus horrendas maquinaciones y nos impulsó a seguir fuera de él, habitando en la maravilla del acto creativo;</p> <p align="justify">3) verdadero terror pánico. Y con 'pánico' quiero remitir aquí a la etimología griega del término, emparentado no sólo con el dios Pan sino también con el <em>pathos</em>, con el sufrimiento, el padecer. Porque Paul Sheldon <em>padece</em>. Sufre. Y sufre todavía más cuando se da cuenta de lo siguiente: Annie Wilkes está loca, desde luego. Pero <u><em>él la necesita para seguir viviendo</em>.</u> No soy capaz de describir lo que sentí cuando yo también me di cuenta de eso. 'Eso' es, justamente, la maestría de un gran escritor, que no consiste solamente en escribir bien o sin faltas de ortografía, como muchos suelen pensar, sino en construir tramas, argumentos, historias donde nada quede librado al azar, donde la tensión que se genere sea la máxima posible (y <em>Misery</em> es una espeluznante muestra de esto!), donde, como quería el bueno de Aristóteles, los hombres puedan purgar el terror y la miseria a través de las obras de arte. Purgar, sacar fuera, expulsar, deshacerse de los propios demonios proyectándolos en los que el arte tiene la facilidad de fabricar para que nosotros no enloquezcamos como sí lo hizo la Wilkes. </p> <p align="justify">Última acotación: la película, que seguramente vieron, es muy buena. No otra que Kathy Bates podría haber sido, desde luego, Annie Wilkes. Pero, a decir verdad, si la película les parece cruenta y exagerada en algunos puntos (como la escena en que Annie le parte los tobillos a Paul apenas estaban empezando a sanar) déjenme decirles que el libro es muchas (pero muchas muchas) veces más cruel y demencial de lo que pálidamente aparece en la pantalla... y eso sí que <em>es verdaderamente terrorífico</em>.</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto </strong></p><p align="justify"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="font-weight: bold;">Addenda del jueves a las 23:30 hs. </span>(este posteo fue escrito el miércoles por la noche): </span>Quería acotar que lo remarcable de <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">Misery </span>no es sólo el terror terrorífico que experimenta el lector y el increíble manejo del terror psicológico (el más aterrador, en mi opinión) que tiene King, sino la apertura brusca y total de la cocina del escritor. Asistimos, forzados al límite por la situación idem, a todos los trucos del oficio, a sus trampas, a sus jugarretas, a las sequías, a las febriles horas de escritura ininterrumpida, a la visión constantemente literaria de todo cuanto acontece a su alrededor que tiene un escritor, a esos maravillosos rayos de luz que aparecen de pronto y solucionan lo que parecía un problema insoluble... Y además de eso, Paul Sheldon debe escribir no para satisfacer su ego, engrosar su cuenta bancaria o hacerse más famoso: debe escribir para salvar su vida, para salvar, mejor dicho, su pellejo... o lo poco que le va quedando de él. Y si en esas circunstancias terribles, desusadas, increíbles, casi (remarco el <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">casi</span>) inverosímiles él pudo escribir (y no quiero escuchar acá el comentario "ay, pero es un personaje ficticio, inventado, etc.": no existe tal cosa para un adicto a la literatura auténtico) ¿cómo no vamos a poder escribir nosotros, disponiendo de todos los medios habidos y por haber a nuestro alcance? ¿cómo no vamos a corregir, a pulir y a perfeccionar nuestros escritos, cómo vamos a dejar las cosas como están simplemente porque 'ya lo escribí, ya está'? Si hay una lección que sacar de <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">Misery </span>no es la del "riesgo de la fama" como reza la tapa sino la que realmente subyace a todo esto: <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">un escritor no puede parar de escribir nunca. Un escritor no debe parar de escribir nunca. Un escritor escribirá aunque no tenga lápiz ni papel ni ninguna otra cosa a mano. Un escritor es desde que nace y hasta que se muere un escritor. </span></p>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-42858000085227633372009-02-12T23:44:00.001-02:002009-02-12T23:44:23.093-02:00El Gran Cronopio<p align="justify"><a href="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZTQbjemf2I/AAAAAAAAAbU/8KJzba_n-oY/s1600-h/Julio%20Cort%C3%A1zar%20con%20Flanelle%5B3%5D.jpg"><img style="border-right: 0px; border-top: 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="182" alt="Julio Cortázar con Flanelle" src="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SZTQdA8vU3I/AAAAAAAAAbY/ZN0CCE45KOs/Julio%20Cort%C3%A1zar%20con%20Flanelle_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="104" align="left" border="0" /></a> Hoy se cumplen 25 años de la muerte de <strong>Julio Cortázar</strong> (1914-1984). Francamente, no creo que pueda decir mucho sobre él. ¿Qué puede decir uno de sus amigos sin caer en la cursilería o el melodrama, esas instancias de las que él mismo no se cansó de burlarse una y otra vez? Porque Cortázar es, para sus lectores, un amigo. Un camarada fiel, un compañero inseparable. Quien compra un libro suyo por primera vez y lo lee, no sabe que automáticamente ha entrado a formar parte de la Gran Cofradía de los Cronopios Universales, cuyas características más fácilmente reconocibles son un notable desapego a lo que el vulgo llama "la realidad", un terrible fanatismo por la música (especialmente el jazz, pero también la música clásica y unos buenos tangos) y un inopinado y recurrente apretar por el medio el tubo del dentrífico, entre otras desgracias semejantes.</p> <p align="justify">Gracias a Dios, hace muchos años ya que soy amiga suya y que él forma parte de mi mundo. Quizá ya todo esté magnificado por el recuerdo y algunas de sus obras estén sobrevaloradas, como leí no hace mucho en uno de los grupos que suelo frecuentar a mi fantasmal (o cronopia) manera, Factor Serpiente. Quizá <em>Rayuela</em> no sea esa novela excelsa que yo sigo creyendo que es, quizá haya otros autores que practiquen el absurdo y la patafísica mejor que él, quizá haya que remontarse a Macedonio Fernández y dejarse de joder, pero nada de eso importa cuando uno vuelve a leerlo y la magia permanece intacta. Es cierto que hace ya bastante que no he vuelto a releer <em>Rayuela</em>. Solía tener por costumbre releerla al menos una vez al año desde que tuve que leerla para la facultad, allá por 1997. Y, como siempre suele sucederme, en cada relectura aparecían cosas que antes no había visto, asistía azorada a las mismas emociones (el planto por Rocamadour, desde luego), me reía con las mismas escenas (la del tablón, la de Berthe Trepat, la de la Heftpistole y muera el perro), volvía a sacudir la cabeza casi en los mismos lugares, pero nunca dejaban de aparecer los nuevos destellos, esos intersticios en los que aún no había reparado aparecían cada vez que el libro se deslizaba en mis manos. </p> <p align="justify">Y lo leí a mi manera y a su manera y siguiendo el tablero de dirección y sin seguirlo y las vistosas estrellitas (sus fraseos se pegan que da calambre, amigo lector) y después leí varios kilos de bibliografía <em>ad</em> <em>hoc</em> y mi primer trabajo para la facultad fue un análisis de un cuento suyo ("Las puertas del cielo") y él me siguió acompañando siempre. Cuando hacíamos el boletín, con mis amigos Estela Gomez Czornomaz y Cristian Vaccarini (quien, hoy, me recordó qué fecha era y me dio la idea para este posteo), Cortázar fue un abonado permanente en casi todas las secciones, especialmente en aquella que llamábamos "Kermesse" en la que, en consonancia con dicha denominación, publicábamos textos breves y festivos, como el que quiero compartir hoy con uds. </p> <p align="justify">Insisto: podría hablar de <em>Rayuela</em>, de "Casa tomada", de "La noche boca arriba", de "Continuidad de los parques", de "La autopista al sur", del autoexilio en Francia desde 1951, de las protestas de niño bien porque los altoparlantes peronistas no le dejaban escuchar los conciertos de Alban Berg, del Club de la Serpiente, de Marcelo Hardoy, de La Maga, de París (y de los conejitos), de la lluvia, del Pont des Arts, de Berthe Trépat, de Talita, de Traveler, de Oliveira, de los cronopios, de querido/estimado Frumento, de "Las ménades", de "Nada a Pehuajó", del fracaso del <em>Libro de Manuel</em>, de <em>La vuelta al día en ochenta mundos</em>, de <em>Salvo el crepúsculo</em>, de "Reunión", de los viajes a Cuba, del compromiso, de las traducciones de Poe, de Bruselas, de Banfield, de Cortázar con y sin barba, de Aurora Bernárdez, Caroline Dunlop y tantas más (entre las que sin duda me hubiera gustado figurar), de Flanelle, de Adorno, y todavía de muchísimas cosas más, podría hablar de todos los lugares comunes que suelen convocarse a la hora de hablar de Cortázar, pero hoy prefiero que no hable nadie (y esto ya se extendió demasiado, ya se fue al carajo, digamos, pero bueno, sigo, en el cortazariano espíritu que me invade, sigo) y que un solo texto diga todo lo que yo quisiera decir y transmitir sobre el gran cronopio. No es una de las zonas más visitadas de su vasta producción, por eso creo que se justifica publicarla aquí. Y también porque me sigue produciendo carcajadas tan maravillosas, lúbricas y desordenadas que es imposible guardármelas para mí misma. Si alguien no se ríe con el texto que sigue, que, en mi opinión, resume espectacularmente bien el mundo cortazariano (sobre todo en lo que se refiere a los bordes, los límites de lo real), debe ser un extraterrestre o alguien que, como suele suceder, no entendió nada.</p> <p align="justify"> </p> <p align="center"><strong>LUCAS, SU ARTE NUEVO DE PRONUNCIAR CONFERENCIAS</strong></p> <p align="justify">—Señoras, señoritas, etc. Es para mí un honor, etc. En este recinto ilustrado por, etc. No puedo entrar en materia sin que, etc. </p> <p align="justify">Quisiera, ante todo, precisar con la mayor exactitud posible el sentido y el alcance del tema. Algo de temerario hay en toda referencia al porvenir cuando la mera noción del presente se presenta como incierta y fluctuante, cuando el continuo espacio-tiempo en el que somos los fenómenos de un instante que se vuelve a la nada en el acto mismo de concebirlo es más una hipótesis de trabajo que una certidumbre corroborable. Pero sin caer en un regresionalismo que vuelve dudosas las más elementales operaciones del espíritu, esforcémonos por admitir la realidad de un presente e incluso de una historia que nos sitúa colectivamente en las suficientes garantías como para proyectar sus elementos estables y sobre todo sus factores dinámicos con miras a una visión del porvenir de Honduras en el concierto de las democracias latinoamericanas. En el inmenso escenario continental <i>(gesto de la mano abarcando toda la sala)</i> un pequeño país como Honduras <i>(gesto de la mano abarcando la superficie de la mesa)</i> representa tan sólo una de las téselas multicolores que componen el gran mosaico. Ese fragmento <i>(palpando con más atención la mesa y mirándola con la expresión del que ve una cosa por primera vez)</i> es extrañamente concreto y evasivo al mismo tiempo, como todas las expresiones de la materia. ¿Qué es esto que toco? Madera, desde luego, y en su conjunto un objeto voluminoso que se sitúa entre ustedes y yo, algo que de alguna manera nos separa con su seco y maldito tajo de caoba. ¡Una mesa! ¿Pero qué es esto? Se siente claramente que aquí abajo, entre estas cuatro patas, hay una zona hostil y aun más insidiosa que las partes sólidas; un paralelepípedo de aire, como un acuario de transparentes medusas que conspiran contra nosotros, mientras que aquí encima <i>(pasa la mano como para convencerse)</i> todo sigue plano y resbaloso y absolutamente espía japonés. ¿Cómo nos entenderemos, separados por tantos obstáculos? Si esa señora semidormida que se parece extraordinariamente a un topo indigestado quisiera meterse debajo de la mesa y explicarnos el resultado de sus exploraciones, quizás podríamos anular la barrera que me obliga a dirigirme a ustedes como si me estuviera alejando del muelle de Southampton a bordo del <i>Queen Mary</i>, navío en el que siempre tuve la esperanza de viajar, y con un pañuelo empapado en lágrimas y lavanda Yardley agitara el único mensaje todavía posible hacia las plateas lúgubremente amontonadas en el muelle. Hiato aborrecible entre todos, ¿por qué la comisión directiva ha interpuesto aquí esta mesa semejante a un obsceno cachalote? Es inútil, señor, que se ofrezca a retirarla, porque un problema no resuelto vuelve por la vía del inconsciente como tan bien lo ha demostrado Marie Bonaparte en su análisis del caso de madame Lefèvre, asesina de su nuera a bordo de un automóvil. Agradezco su buena voluntad y sus músculos proclives a la acción, pero me parece imprescindible que nos adentremos en la naturaleza de este dromedario indescriptible, y no veo otra solución que la de abocarnos cuerpo a cuerpo, ustedes de su lado y yo del mío, a esta censura lígnea que retuerce lentamente su abominable cenotafio. ¡Fuera, objeto oscurantista! No se va, es evidente. ¡Un hacha, un hacha! No se asusta en lo más mínimo, tiene el agitado aire de inmovilidad de las peores maquinaciones del negativismo que se inserta solapado en las fábricas de la imaginación para no dejarla remontar sin un lastre de mortalidad hacia las nubes, que serían su verdadera patria si la gravedad, esa mesa omnímoda y ubicua, no pesara tanto en los chalecos de todos ustedes, en la hebilla de mi cinturón y hasta en las pestañas de esa preciosura que desde la quinta fila no ha hecho otra cosa que suplicarme silenciosamente que la introduzca sin tardar en Honduras. Advierto signos de impaciencia, los ujieres están furiosos, habrá renuncias en la comisión directiva, preveo desde ahora una disminución del presupuesto para actos culturales; entramos en la entropía, la palabra es como una golondrina cayendo en una sopera de tapioca, ya nadie sabe lo que pasa y eso es precisamente lo que pretende esta mesa hija de puta, quedarse sola en una sala vacía mientras todos lloramos o nos deshacemos a puñetazos en las escaleras de salida. ¿Irás a triunfar, basilisco repugnante? Que nadie finja ignorar esta presencia que tiñe de irrealidad toda comunicación, toda semántica. Mírenla clavada entre nosotros, entre nosotros a cada lado de esta horrenda muralla con el aire que reina en un asilo de idiotas cuando un director progresista pretende dar a conocer la música de Stockhausen. Ah, nos creíamos libres, en alguna parte la presidenta del ateneo tenía preparado un ramo de rosas que me hubiera entregado la hija menor del secretario mientras ustedes restablecían con aplausos fragorosos la congelada circulación de sus traseros. Pero nada de eso pasará por culpa de esta concreción abominable que ignorábamos, que veíamos al entrar como algo tan obvio hasta que un roce ocasional de mi mano la reveló bruscamente en su agresiva hostilidad agazapada. ¿Cómo pudimos imaginar una libertad inexistente, sentarnos aquí cuando nada era concebible, nada era posible si antes no nos librábamos de esta mesa? ¡Molécula viscosa de un gigantesco enigma, aglutinante testigo de las peores servidumbres! La sola idea de Honduras suena como un globo reventado en el apogeo de una fiesta infantil. ¿Quién puede ya concebir a Honduras, es que esa palabra tiene algún sentido mientras estemos a cada lado de este río de fuego negro? ¡Y yo iba a pronunciar una conferencia! ¡Y ustedes se disponían a escucharla! No, es demasiado, tengamos al menos el valor de despertar o por lo menos de admitir que queremos despertar y que lo único que puede salvarnos es el casi insoportable valor de pasar la mano sobre esta indiferente obscenidad geométrica, mientras decimos todos juntos: Mide un metro veinte de ancho y dos cuarenta de largo más o menos, es de roble macizo, o de caoba, o de pino barnizado. ¿Pero acabaremos alguna vez, sabremos lo que es esto? No lo creo, será inútil. Aquí, por ejemplo, algo que parece un nudo de la madera… ¿Usted cree, señora, que es un nudo de la madera? Y aquí, lo que llamábamos pata, ¿qué significa esta precipitación en ángulo recto, este vómito fosilizado hacia el piso? Y el piso, esa seguridad de nuestros pasos, ¿qué esconde debajo del parqué lustrado?</p> <p align="right"><em>(En general la conferencia termina —la terminan— mucho antes, y la mesa se queda sola en la sala vacía. Nadie, claro, la verá levantar una pata como hacen siempre las mesas cuando se quedan solas.)</em></p> <p align="right"><i>Un tal Lucas</i>.</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-11472000629531978582009-02-05T23:11:00.001-02:002009-02-05T23:11:54.173-02:00Un secreto bien guardado<p align="justify"><strong><a href="http://lh3.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SYuOVRBC-ZI/AAAAAAAAAac/u691oiVfxfc/s1600-h/Gorila%20en%20Hollywood%20-%20Gonzalo%20Su%C3%A1rez%5B3%5D.jpg"><img style="border-right: 0px; border-top: 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="Gorila en Hollywood - Gonzalo Suárez" src="http://lh4.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SYuOV0BFWtI/AAAAAAAAAag/8U4TbAYVaKg/Gorila%20en%20Hollywood%20-%20Gonzalo%20Su%C3%A1rez_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="149" align="left" border="0" /></a> Gonzalo Suárez</strong> debe ser, con seguridad, uno de los secretos mejor guardados de la literatura española contemporánea. Estoy segura de que su nombre no debe decirle nada a casi nadie, ni siquiera a un (im)probable lector español. Y, sin embargo, su obra ha sido aclamada y comentada por escritores e intelectuales de la talla de Julio Cortázar, Vicente Aleixandre o Max Aub (presente ya entre <a href="http://abisalfauna.blogspot.com/2008/08/el-escritor-del-exilio.html" target="_blank">los abisales</a>), por citar sólo tres. </p> <p align="justify">La literatura española en general es pródiga, aunque no lo parezca, en escritores tan inclasificables y maravillosos como Suárez: podría pecar de obvia y mencionar a Cervantes, pero hay muchos otros autores que también podrían ser citados como inagotables fuentes de deleite literario. Pienso en un autor tan extraño como Diego de Torres Villarroel (a quien, sin duda, deberé referirme en algún momento en este rinconcito), o en el abate Marchena, en José Cadalso o, más cercanos en el tiempo, Enrique Vila-Matas, y los catalanes Baltasar Porcel y Montserrat Roig (todo un capítulo aparte mereceria, a decir verdad, la literatura catalana en particular...). </p> <p align="justify">Pero Suárez es un caso más particular aún porque no solamente es escritor y periodista sino que también es cineasta. Ha escrito y dirigido películas como <em>Ditirambo</em> (1967), <em>Morbo</em> (1971) o <em>La Regenta</em> (1975) -ay!, ése es otro libro del que quiero hablarles algún día...-. No solamente ha escrito y dirigido películas sino que ha vivido en Hollywood y ha trabajado con directores como Sam Peckinpah y Dino de Laurentis. </p> <p align="justify">Estos últimos datos, que pueden parecer ociosos o de mero adorno, no lo son. Sucede que la obra de Suárez que he rescatado de los anaqueles de mi biblioteca para uds. hoy, en este retorno de mis merecidas vacaciones, tiene que ver con esos directores, con el mundo del cine, que tan bien conoce Suárez y con el mundo del boxeo asimismo, otro mundo que no le es extraño, en tanto que con el seudónimo de Martín Girard publicó una serie de reportajes profundos y polémicos sobre lo que allí acontecía. </p> <p align="justify">Es justamente "Combate" uno de los cuentos más logrados de <em>Gorila en Hollywood </em>(Planeta, Barcelona, 1980), ¿libro de cuentos? ¿novela desgajada en cuentos? ¿texto inclasificable pero absolutamente deleitable? En "Combate", un viejo boxeador recluido en un asilo se escapa para saldar deudas con un viejo contrincante. Pac Spac podrá estar loco pero sólo tendrá la paz cuando haya vencido a su rival de toda la vida, Martillo Pacheco. La gracia del cuento radica, una vez más, en la escueta pero cósica y vibrante forma en que están contadas las mínimas circunstancias necesarias para comprender qué es lo que sucede realmente. No es un combate cualquiera: es el combate decisivo en la vida de un hombre. No hay ring: es un combate librado a la orilla del mar. </p> <p align="justify">Y ese es otro de los elementos que ligan todos los cuentos incluidos en <em>Gorila en Hollywood</em>: la presencia constante del mar. Más aún, la primera frase del libro reza: "Una vez me estaba ahogando en el mar". A partir de allí es posible pensar que cada una de las partes del libro es parte del delirio febril en que queda sumergido el protagonista, hipótesis sustentada por el último relato, "El hombre colgado", en el que se afirma que en el mar, un tal Borel se está ahogando. </p> <p align="justify">Fue precisamente eso lo que me decidió a tomar de los anaqueles este libro cuando tuve que elegir qué libros llevarme en mi pequeño viaje a la costa atlántica el fin de semana pasado. Abrir sus páginas y leer la palabra "mar" fue suficiente para decidir que me acompañara. Sin embargo, la atracción del mar (de la que doy cuenta, en parte, <a href="http://curvasydesvios.blogspot.com/2009/02/de-vuelta-de-las-vacaciones-extendidas.html" target="_blank">aquí</a>) fue tan fuerte que no tuve tiempo ni ganas de leer. No obstante, una vez que me reincorporé a mis tareas habituales y retomé la lectura, el libro de Gonzalo Suárez seguía en mi bolso y me puse a leerlo con fruición, sabiendo que no saldría decepcionada sino todo lo contrario. </p> <p align="justify">Si "Combate" es el cuento más logrado, al menos en los términos estrictos en que entiendo la palabra 'cuento', el que más me ha gustado por lo delirante, absurdo, rídiculo y aún así, verosímil, es "<<Los de abajo>>". Es Nochevieja (para nosotros, australes habitantes de Sudámerica, el 31 de diciembre, bah) y un escritor se encuentra horrible y deliciosamente solo en su apartamento. Su mujer lo ha abandonado y, repentinamente, sus vecinos de abajo lo invitan a pasar la velada con ellos. Intenta declinar pero finalmente acepta, convencido de que esa noche tampoco escribirá. A partir de allí se sucede una desopilante serie de hechos, a cual más absurdo y rídiculo que el anterior, que hacen de esa "asquerosa Nochevieja" una noche inolvidable, tanto como para dejarla registrada en un cuento y no sentirse, al fin, vencido por la página en blanco. Solemos asombrarnos de los relatos absurdos de nuestro compatriota César Aira. Haríamos bien en leer a Gonzalo Suárez, que practicaba algo muy parecido, casi treinta años atrás. </p> <p align="justify">Y qué decir de la maravillosa reescritura de <em>Hamlet</em> que es "El auténtica caso del joven Hamlet" o de la belleza desparramada, cóncava y convexa, que evoca "Espejo", una narración contada en primera persona por un espejo... En esto de darle voces a objetos inanimados, Suárez no es ningún novato: su primera novela, <em>De cuerpo presente</em>, es un thriller o policial vertiginoso y tragicómico, relatado en primera persona por... ¡un cádaver!</p> <p align="justify">Por último, quiero hacer hincapié en una de las características de estilo más acentuadas de Suárez: las comparaciones insólitas y aún así increíblemente precisas. Se sabe que nuestro pensamiento es básicamente comparativo y metáforico: "esto es como aquello", "es como...", etc. Pues bien, Suárez tiene la rara habilidad de poner en comparación términos aparentemente opuestos o demasiado dísimiles entre sí y salir siempre airoso. He aquí algunos ejemplos (destacados con cursiva los símiles): </p> <p align="justify">- "Mi vecino tardó en aparecer. Se había puesto una bata y olía bien. <em>Estaba lozano como un yogur recién sacado de la nevera</em>."</p> <p align="justify">- "Ante mí, la selva africana. <em>Húmeda, peluda y misteriosa como una vulva</em>."</p> <p align="justify">- "No podía soportar la evidencia de que no era Dostoievski, ni Faulkner, ni Benito Pérez Galdós... <em>Hacía esfuerzos ante la máquina como un estreñido crónico en el retrete...</em>"</p> <p align="justify">- "Salió desnuda, tras advertirme de que cerrara los ojos. No los cerré. <em>La vi pasar blanca, sonrosada, fugaz y fresca, oronda y fluctuante, como el reflejo de un iceberg en el lomo de Moby Dick</em>."</p> <p align="justify">. "(...) <em>sus pupilas relumbraron como luciérnagas que hubieran naufragado en sendas tazas de café.</em>"</p> <p align="justify">- "(...) succionó mi lengua y restregó sus labios contra los míos, en un beso obsceno y glotón, con sabor a sudor y saliva, mientras <em>sus dedos hacían brotar mi sexo fuera del pantalón como una repentina seta roja de esas que pintan en las ilustraciones de los cuentos de gnomos y hadas.</em>"</p> <p align="justify">Para cerrar, creo que nada mejor que estas palabras de Julio Cortázar referidas a Suárez: </p> <p align="justify"><em>"¿Escritor que hace cine, cineasta que regresa a la literatura? De cuando en cuando hay mariposas que se niegan a dejarse clavar en el cartón de las bibliografías y los catálogos, de cuando en cuando, también, hay lectores o espectadores que siguen prefiriendo las mariposas vivas a las que duermen su triste sueño en las cajas de cristal."</em></p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-33397591088180923522009-01-13T16:59:00.003-02:002010-02-24T21:36:25.929-03:00Un tipo prolífico<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">Aunque sigo de vacaciones y probablemente este jueves no escriba nada aquí, no puedo dejar pasar esta noticia de la que me puso sobreaviso </span><span class="Apple-style-span" style="font-weight: bold;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">Cristian Piazza </span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">(no dejen de visitar uno de sus excelentes blogs, </span><a href="http://cafeylecturas.blogspot.com/"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">aquí</span></a><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">). Mientras yo leía y escribía sobre las carcajadas que me había producido la novela de Westlake con tanto desparpajo, el escritor había muerto de un paro cardíaco el 31 de diciembre, mientras se dirigía a la cena de año nuevo, según leo ahora en el </span><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">New York Times</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">. Tengo este libro de Westlake desde el 2005 y otra novela suya, </span><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">Una incursión en el mundo</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;"> (título en inglés: </span><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">Brothers Keepers</span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family: arial;">) desde el año 98 y recién en estos días se me dio por leerlo...! ¿Sincronicidad? ¿Intuición? ¿Casualidad? ¿Causalidad? ¿Quería su espíritu que no me perdiera algo realmente excelente y que además tuviera a bien compartirlo con el resto del mundo y por eso se me dio por leerlo? ¡Quién sabe! Aprovecho entonces para dejarles los links pertinentes, cosa que no había hecho en su momento y prometo ponerme las pilas con los posteos semanales cuando vuelva de las vacaciones.<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5152094480663788560.post-32460379566924011042009-01-08T23:03:00.001-02:002009-01-08T23:03:34.042-02:00Cinco tipos sin suerte<p align="justify"><a href="http://lh5.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SWaiVeWxEgI/AAAAAAAAAZk/NeQ2oDG0_c4/s1600-h/La%20esmeralda%20candente%20-%20Donald%20E.%20Westlake%5B3%5D.jpg"><img style="border-right: 0px; border-top: 0px; border-left: 0px; border-bottom: 0px" height="244" alt="La esmeralda candente - Donald E. Westlake" src="http://lh6.ggpht.com/_6KvNme5rnKQ/SWaiXs2Br4I/AAAAAAAAAZo/y97STyMGZo8/La%20esmeralda%20candente%20-%20Donald%20E.%20Westlake_thumb%5B1%5D.jpg?imgmax=800" width="161" align="left" border="0" /></a> Eso son, aparentemente, los protagonistas de la novela que quiero comentar, más brevemente quizá de lo usual, ya que estoy a punto de iniciar mis <em>merecidísimas</em> vacaciones, hoy. Hacía mucho tiempo que una novela no me arrancaba no sólo interjecciones de asombro y sonrisitas cómplices sino, lisa y llanamente, carcajadas. Más aún, creo que muy pocas novelas lo han logrado. </p> <p align="justify">Y no se trata de la carcajada fácil basada en el chascarrillo o en la muletilla oportuna, sino de la carcajada producida por el delirante contraste entre lo que pasa y <em>lo que determinado personaje cree que pasa</em>; es el mismo principio que rige, desde luego, obviamente y sin ir más lejos, toda la comicidad del Quijote. Es, creo yo, uno de los recursos más efectivos. Y se deriva, sin lugar a dudas, de algo muy simple (en apariencia): saber contar una historia. Lo mismo de siempre, bah. No me voy a cansar de repetirlo, qué quieren que les diga. Es fundamental.</p> <p align="justify">Saber contar historias es lo que sabe, sindudamente, su autor, el norteamericano <strong>Donald E. Westlake</strong>. No se molesten en buscar información, menos en buscar sus libros. He dado con él de casualidad. Mejor dicho, por una fortuita causalidad, por el mero hecho de confiar en una colección. La colección "Vértice" de Sudamericana fue una incesante cantera de sorpresas y maravillosos libros, todos provenientes de plumas norteamericanas (allí se publicó, desde luego, Miedo a volar, ya reseñada aquí). Pero, como podrá verse, no es un libro cuya tapa nos inspire mucha confianza: basta echarle un vistazo para suponerlo un libro del montón, un eslabón más en la cadena de libros-que-quisieron-ser-best-sellers y no pudieron, puesto que así se maneja, simplificando groseramente las cosas, lo reconozco, la industria editorial yanqui. Pero incluso si se lo quiere considerar un libro "del montón", no se puede dejar de alabar y ensalzar a su autor que no sólo es un excelente narrador sino que es un verdadero engarzador de situaciones disparatadas, a cual más disparatada de la anterior, situaciones que, sin embargo, siempre resuelve con felicidad y, más importante aún, sin forzar nada. </p> <p align="justify">Y eso, queridos amigos, se logra aguzando la mente, afilando los sentidos y sacándole mucha punta al lápiz, al teclado o a lo que usemos para escribir. Este tipo se ha roto el coco para que cada pieza encastre donde debe hacerlo y para que cada situación se resuelva con una lógica incontrastable, de modo que nadie pueda alzar su dedo acusador y decir "eh, señor Westlake, se olvidó de esto, aquello o lo otro". La trama de esta novela, entre humorística y policial, sin llegar a ser un verdadero policial (no al menos en el sentido en que los describí en el último post), está tan bien pensada y armada que nada queda sin resolver y, más todavía, su escritura fluida, bien cósica, como diría mi maestro, y vívida, junto con sus situaciones desopilantes hace que sea imposible dejar de leer hasta el final.</p> <p align="justify">Son cinco tipos que tienen que robar una esmeralda. Dortmunder, cerebro de la organización, acaba de salir en libertad condicional y se supone que debe andar derecho, pero treinta mil dólares pueden más y acepta hacerse cargo de la operación. Kelp, ladero de Dortmunder, quien le propone el negocio y tiene el contacto con quien quiere la esmeralda para sí, a la sazón, el embajador de Talabwo, un pequeño (y probablemente inexistente, no lo he comprobado) país africano cuya tribu ha sido la dueña de la esmeralda que ahora, otra tribu (otro pequeño país africano, Akinzi) les ha quitado y exhibe en el Coliseo de Nueva York. Stan Murch, capaz de manejar cualquier cosa que tenga ruedas y motor, será el chofer en todos los "trabajos": sólo bebe cerveza con sal y sólo habla de los mejores caminos para llegar desde cualquier punto a cualquier otro punto. Chefwick, cerrajero y fanático de los trenes (al igual que el reverendo Alegría de los Simpsons) quien, en la desesperada búsqueda de la esmeralda, se dará el lujo de manejar una locomotora de verdad. Y Al Greenwood, una suerte de <em>latin lover</em> que es ladrón en sus ratos libres, que suelen ser bastante pocos, debido a sus múltiples conquistas amorosas. Esta runfla de auténticos seres patéticos, dignos de un sainete, será la encargada de robar la esmeralda por cinco veces consecutivas, en peripecias cada vez más complicadas (llegan al punto de necesitar un helicóptero y luego la mencionada locomotora) que se van complicando por la misma naturaleza de los hechos sin que nada nunca parezca forzado o demasiado delirante. </p> <p align="justify">Tal fue mi avidez lectora que días pasados, mientras estaba en la cola del banco, saqué <em>La esmeralda candente</em> de mi bolso y me puse a leer mientras todo a mi alrededor desaparecía. Y allí fue donde leí una de las escenas más cómicas y desquiciadas de la novela, la que me provocó auténticas carcajadas que reprimí a duras penas, por una estúpida noción del decoro, supongo, que me impidió reírme a mandíbula batiente, que era lo que realmente correspondía. La pandilla debe entrar y recuperar la esmeralda, que Greenwood había escondido allí tras el primer intento, de una comisaría distrital de Nueva York. Para ello, se sirven del helicóptero y entran con toda violencia en una apacible comisaría "de paso", en la que nunca pasa nada y en la que, siendo ya las siete de la tarde, no queda más que el subcomisario a cargo quien, ante la violencia del ataque (teléfonos cortados, comunicaciones interferidas, gases lacrimógenos, bombas y algún que otro tiro), cree que se trata de una revolución y dice, en el momento más candente de esta peripecia: "¡Dios mío! ¡Deben estar abastecidos por Castro!".</p> <p align="justify">Si bien el impacto cómico de una declaración como esa ha decaído bastante en los últimos tiempos, no deja de ser significativo y, encima, da mucho que pensar. Y más todavía y sin que sea un spoiler: la pandilla de locos comandada por Dortmunder no encuentra la esmeralda donde se supone que debía estar y todo recomienza nuevamente, los treinta mil dólares por hombre vuelven a esfumarse y ahora hay que o dejar definitivamente ese "trabajo" o terminarlo de una buena vez. Dortmunder pretende alejarse, vende enciclopedias casa por casa, pero, herido en su orgullo y en su honor, acepta organizar los próximos golpes necesarios para hacerse con la maldita esmeralda, que:</p> <p align="justify">"Sobre la mesa destartalada, la esmeralda parecía un precioso huevo puesto por la lámpara colgante de pantalla metálica verde que iluminaba las cabezas. La luz se reflejaba mil veces en los prismas de la piedra. Era como si la esmeralda se hubiera reído en silencio allí, en medio de la mesa, contenta de ser el centro de atención, feliz de verse tan admirada. </p> <p align="justify">Los cinco hombres en torno a la mesa tuvieron los ojos clavados en la esmeralda durante un buen rato, como esperando que imágenes de su futuro se formaran en las facetas. El mundo exterior estaba muy lejos, los ruidos confusos y amortiguados del tránsito sonaban como de otro planeta. El silencio en el cuarto del fondo del O. J. Bar y Grill era a la vez reverencial y extático. Los cinco hombres parecían envueltos en una atmósfera de pavorosa solemnidad, y sin embargo sonreían. De oreja a oreja. Contemplando los guiños de la risueña esmeralda, y devolviéndole la sonrisa."</p> <p align="justify"><strong>Analía Pinto</strong></p> Analía Pintohttp://www.blogger.com/profile/02999500738968274436noreply@blogger.com4